VIVIR EN LA FRONTERA
Vivir en la frontera
Leonora Miano
Traducción de Lola Bermúdez Medina
La Catarata
Madrid, 2016
174 páginas
La frontera es una línea en los mapas políticos, pero un espacio en los literarios, en la narración, en el imaginario del hombre.
Lo que sucede en cualquier frontera pertenece a un género literario propio: las leyes son tan ambiguas, si las hay, que han de irse creando a medida que avanza el relato. Si es que avanza. Este es el calado de la literatura de la escritora camerunesa Leonora Miano, el lugar donde nada. Pero a ello cabe añadir la representación de lo africano como algo más que decente después de la descolonización. Ese es el malestar y el punto de apoyo de los sensibles e inteligentes que hablan sobre las heridas de África y sobre la cultura híbrida.
Pero esta recopilación de conferencias rescata, por encima de todo, la humanización como espíritu literario universal: sea en África o en los barrios bajos de Moscú, lo que hace de una obra escrita literatura es que trata sobre la humanidad. Así pues, en estas conferencias se habla sobre todo de lo vivido, de la experiencia propia. No con ánimo proselitista, sino como ejemplo personal. Por eso sus textos están habitados por la melancolía que colorea la experiencia de los negros desde que los llamaron así. Por eso está presente el sufrimiento humano capaz de generar belleza, un lugar donde reside la promesa de conocer días mejores. Y la frontera no es un lugar de ruptura, sino un espacio de permanente adhesión. Para Miano, las identidades fronterizas nacieron del dolor. Y luego está el jazz o el blues, una música que trata de reproducir en sus novelas por ser la música del pueblo, de lo humilde.
Bajo estar premisas, Miano define su obra, centrada en los pueblos subsaharianos, y que ha merecido numerosos premios, como el Prix Goncourt des Lycéens o el Fémina.
En la frontera encuentra la imagen a partir de la cual definir su identidad afropea, la de una africanidad llena de elementos no africanos, lejos de cualquier esquema racial. Afirma su pertenencia a una generación de subsaharianos que se encuentran lo suficientemente bien consigo mismos como para explorar las zonas más tenebrosas de su experiencia. En sus páginas da cuenta de un amor exigente hacia el África subsahariana y sus pueblos, donde apela a la aceptación de una responsabilidad individual y colectiva como primera palanca para elevarse hacia la plena libertad