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«Pedro y el capitán»: la fuerza de la resistencia versus la prepotencia de la tortura

Por Horacio Otheguy Riveira

 

Una representación imprescindible para entrar de lleno en un fenómeno poco y nada difundido en el teatro: la capacidad de un hombre para combatir la violencia institucional con el fin de que delate a sus compañeros de lucha: «Ya estoy muerto y los muertos no hablan, sólo pueden decir NO». Una tragedia hispanoamericana de los años 70 con la fuerza innegable de lo universal y atemporal, bajo el manto de un escritor como Mario Benedetti, capaz de aunar distanciamiento, realismo y altas dosis de poesía. Dos actores consiguen que su talento y su esfuerzo se vean recompensados logrando que los espectadores reflexionen y salgan del teatro fortalecidos. Gran trabajo en la Sala Lola Membrives del Lara, ahora en los Teatros Luchana todos los viernes de diciembre a las 20,30 horas.

 

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En Pedro y el capitán, de Mario Benedetti, se cuestiona la tortura institucional en tiempos de las dictaduras uruguaya y argentina de los años 70 del siglo XX. Los actores españoles José Emilio Vera y Antonio Aguilar interpretan íntegra la obra original y respetan por completo el lenguaje rioplatense en una labor muy medida, que huye de los golpes de efecto.

La tortura psicológica del militar se enfrenta a la resistencia del detenido, que es torturado físicamente siempre fuera de escena para volver a empezar el interrogatorio con el afán «amigable» de hacerle confesar. Un drama que trasciende la mera época original. Una función con mucho nervio, sobrecogedora, con alcance a repentinas situaciones poéticas muy logradas en busca de algo que sólo Benedetti ha sabido impulsar artísticamente: la fortaleza física e ideológica de un luchador.

 

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En la abundante producción literaria, y sobre todo cinematográfica, acerca de la tortura, es raro encontrar la mirada que Mario Benedetti implantó en el fragor de una batalla que millones de personas creían perdida. En 1979, cuando su país natal, Uruguay y su fronteriza Argentina padecían dictaduras que ejercían el terrorismo de estado con entera impunidad, avalados por el llamado Grupo Cóndor, centrado en una escuela de represión en Panamá, según coordenadas de Estados Unidos (léase Henry Kissinger como alma mater intelectual y principal «empresario»). El Grupo auspiciaba otras tiranías como las de Paraguay, Brasil, Bolivia, Chile, Perú… El resultado, entre 1973 y finales de los 80 fue la desertización de todaoposición política progresista, hasta que en el siglo XXI comienzan a integrarse en el campo político renovadas fuerzas de izquierda y centro-izquierda.

En un análisis acerca de la tortura en el teatro en lengua castellana relacionado con la tortura bajo dictaduras hispanoamericanas podrían señalarse tres obras fundamentales: El señor Galíndez, de Eduardo Pavlovsky en 1973. La muerte y la doncella, de Ariel Dorfman, en 1992. Entre ambos, en 1979, Mario Benedetti, Pedro y el capitán.  

De indiscutible gran valor ideológico y teatral, la diferencia esencial entre las dos primeras y la última es que aquellas asumen la imposibilidad de rebelión ante el uso de la fuerza que ejerce el poder establecido. En El señor Galíndez, unos torturadores que provienen de la canalla desclasada acaban reemplazados por un caballero de traje y corbata con formación universitaria. En La muerte y la doncella, una mujer que encierra en su casa a su torturador —un exquisito que escucha a Schubert mientras tortura— reprime su venganza y termina conviviendo con la bestia en una sociedad adormecida.

Mario Benedetti aleja todas esas cuestiones y deja que víctima y verdugo se explayen, piensen y se emocionen relacionando cada instante de su vida, cada gota de su sangre presente o futura, porque el más débil se yergue sobre sus debilidades y cuenta con el poder de la imaginación para soportar el dolor, solventar dudas y angustias y acercarse a una victoria absoluta, aunque parezca imposible…

En realidad, Benedetti se rebela a todo conformismo, y lo hace cuando aún parecía muy lejano el fin de aquellas dictaduras de las que él mismo tuvo que exiliarse:

… puede no ser solo una víctima indefensa, condenada a la inevitable derrota o delación. También puede ser (y la historia reciente demuestra que miles de luchadores políticos la han encarado así) un hombre que derrota al poder aparentemente omnímodo, un hombre que usa su silencio casi como un escudo y su negativa casi como un arma, un hombre que prefiere la muerte a la traición.

 

Lo dicho: un gran trabajo en torno a una tragedia hispanoamericana de los años 70 con la fuerza innegable de lo universal y atemporal, bajo el manto de un escritor como Mario Benedetti, capaz de aunar distanciamiento, realismo y altas dosis de poesía. Dos actores consiguen que su talento y su esfuerzo se vean recompensados logrando que los espectadores reflexionen y salgan del teatro fortalecidos.

 

12376374_515234865323145_2775304469315834129_nPedro y el capitán

Autor: Mario Benedetti

Dirección: Tomás P. Sznaiderman y Blanca Vega

Intérpretes: José Emilio Vera, Antonio Aguilar

Fotografías: Daniel Garrido y Julio Castro Jiménez

Producción: El Hangar, Círculo Teatro

Teatro Lara. Miércoles 20 horas, a partir del 7 de septiembre 2016. Y en diciembre 2016, Teatros Luchana, todos los viernes a las 20,30 horas.

 

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