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Lo pequeño y sencillo como sinónimo de felicidad (pequeños consejos sobre el bienestar)

Uno de los grandes malentendidos sobre la espiritualidad moderna es que para conseguirla se requieren muchas cosas: lecturas, prácticas, alimentos, ejercicios, íconos, viajes, grupos y técnicas. Pero quizás habría que plantearse que uno no crece hacia lo espiritual; se encoje hacia lo espiritual. En otras palabras, el espíritu siempre está allí y al quitarle atavíos asoma su lustro. Ya lo decía Angelus Silesius de la manera más comedida: “La rosa, sin más, florece porque florece”.

Pero quizás es más sencillo entenderlo en términos médicos. Los doctores, como afirma el médico John Schumann, no pueden explicar la mayoría de los síntomas, al menos al nivel de detalle que a todos nos gustaría. “A pesar de la ciencia y la tecnología en medicina”, dice Schumann, “lo que hacemos los doctores se trata más de adivinaciones educadas… Pero la prevención es diferente”.

La prevención de enfermedades –y valga obviar que el cuerpo no es un ente separado del espíritu– es algo de lo que la medicina sabe mucho. Hay un enorme cuerpo de investigación epidemiológica que afirma que, para estar sano, sólo hay que seguir una serie de pasos. Schumann se arriesga a enlistar los siguientes:

-Dormir suficiente.

-Mover el cuerpo a lo largo del día.

-Comer bien: una sana variedad de alimentos, en su mayoría plantas, y no demasiado.

-Interactuar socialmente. El aislamiento no es bueno para el cuerpo o la mente.

-Tomarse tiempo para reflexionar en lo que uno agradece.

No se requiere demasiado para notar que lo que Schumann recomienda, desde su papel de médico, es lo mismo que nos han dicho las mejores mentes de todos los tiempos, las filosofías orientales o inclusive la neurociencia. Por otra parte, sin embargo, sí se requiere mucho para alcanzar la simplicidad. La complejidad se vende más fácil. Tenemos además la costumbre intelectual de pensar que la sofisticación reside en el grado de complejidad de algo. Pero en el universo japonés, por ejemplo, que a nadie le pide sensatez o elegancia, se cree que lo simple acentúa el lado interior de las cosas: el refinamiento es simplicidad; la simplicidad, comunión con la naturaleza.

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Así, el tejido de que están hechos los grandes consejos de los sabios es simplemente la ley primitiva de la vida. Saber escuchar un árbol sin querer ser el árbol, saber que mirar por la ventana es un acto fundamental del espíritu, saber “llamar al pan pan y que aparezca sobre el mantel el pan de cada día”. Ante cualquier encrucijada mental, emocional o médica, baste encoger el alcance de nuestra vida. Baste dormir, beber, caminar, bailar y agradecer al final del día.

 

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