La particular y dulce «venganza» de Raúl Arévalo
Por Álex Martínez.
El debut como director del conocido actor Raúl Arévalo no ha podido ser más acertado. Su ópera prima, Tarde para la ira, fue acogida con gran ovación la semana pasada en el Festival de Venecia y llega este viernes a los cines de toda España, prometiendo convertirse en uno de los taquillazos del año. Razones no le faltan, desde luego.
La película, un drama familiar, cuenta la historia de José y Curro. El primero, un hombre abatido y sin esperanza, lleno de ira y secretos, y sin capacidad de perdonar a los que un día le destrozaron la vida. El segundo, recién salido de la prisión en la que fue encarcelado tras participar en el atraco de una joyería. Su mujer, regente del bar que frecuenta José, se convierte en el tercer vértice de un triángulo de amor, violencia y miseria. Todos, protagonistas de una u otra forma de un extraño viaje sin retorno cuyo destino desconocen.
En la película no hay realmente héroes ni villanos. Solo personas de a pie, seres humanos con sus miedos, miserias e inseguridades, ahogados en la vida del suburbio. Todos pierden y ganan, de alguna forma. Se trata de un thriller de suspense, asquerosamente realista y que habla sobre la violencia y la situación límite en la que un día te puede poner la vida.
Intensa, quizás algo excesiva. Rodada en 16 milímetros, la cinta recrea de forma notable algunos de los escenarios y ambientes más comunes de la España cañí. Y cuenta la historia de sus protagonistas de forma cruda, seca y brutal, pero también creíble. Se agradecen los giros narrativos y el ritmo de la película, así como la tensión que no decae en prácticamente ningún momento. Atmósfera de incertidumbre y ansiedad permanente.
Incuestionable la calidad de las interpretaciones de los protagonistas. El resto del reparto está también a la altura e interpreta la película de forma más que eficiente. Antonio de la Torre borda el papel de hombre abandonado y perdedor. Su mirada perturba y enamora a la cámara, y al espectador. Se percibe la química entre los actores y el director.
De Raúl Arévalo ya sabíamos que era un gran actor. Ahora también sabemos que es un buen director y que ha sido capaz de dirigir una arriesgada y brillante película de género. Probablemente, la mejor cinta española del año. El tiempo hablará.