Otra copa por favor – Diarios
por Raúl Andrés Cuello
Un ensayo sobre John Cheever – Parte IV
En la introducción a los Diarios de John Cheever su hijo Benjamin recuerda lo que la literatura representaba para su progenitor: “Un bello pasaje en prosa, decía, puede curar no sólo la depresión sino también la sinusitis”. Es que para John Cheever la literatura no sólo brindó sosiego a su vida, la literatura era su vida. Es por eso que sus Diarios pueden leerse también en clave literaria. Literatura y vida se funden en las notas de un hombre que dotaba a sus creaciones de cualidades y sentimientos muy arraigados a su personalidad. Estos Diarios representan el complemento perfecto para entender la trama de sus ficciones y de su andar por el planeta tierra.
Editados por Emecé (2007), sus journalsvienen acompañados de notas a pie de página a cargo de Rodrigo Fresán; notas que ayudan a recorrer los oscuros abismos de la experiencia cheeveriana. Fresán ya anticipa al lector el impacto que generaron los diarios sobre su entorno familiar y el círculo cercano de amigos, escritores, etc.: a nadie le gustó descubrir a su héroe como un cretino demasiado ocurrente, que ficcionaliza un territorio ajeno y lo reclama y lo hace suyo y lo recorre una y otra vez como catarsis para su dolor y sus secretos.
Para esta cuarta entrega vamos a levantar algunos registros de un autor que sabía demasiado y que parecía encontrar en los diarios una vía de escape a sus pasiones, muchas veces de una inmoralidad desenfrenada, pero a la vez de una belleza única. Esperemos que os guste la selección. Ahí vamos
- Anotaciones sobre su hermano
“Pienso en la ruina de mi hermano. ¿Qué ha pasado? Futbolista. Tomaba Coca-Cola en los vestuarios. Capitán del invicto equipo de hockey. Feliz con sus amigos, hábil con sus amiguitas, quería a mamá y a papá. Oh, ¿qué ha sucedido? Casado por la iglesia de Cristo, sensual en la cama, rápido en los negocios, padre afectuoso, afortunado en los naipes y los dados… ¿qué ha sucedido? ¿Sorprendió a su esposa en la cama con otro? A medida que desaparecía el orden de sus asuntos, trataba de imponerlo en el mundo. ‘Así es como se hace.’ ‘Escúchame’. Se meó en el paragüero, dio una furibunda patada a la bandeja de la carne, enseñó el nabo a la señora Vanderveer y por la mañana llamó para preguntar si todos estaban bien. […] Era un hombre encantador. Seducía a todos en los clubes, en las fiestas y, cuando sufría un ataque, seducía a todos los de Alcohólicos Anónimos”
- Sobre su cafard(extraño malestar que lo aquejaba en sus peores momentos, el personaje Paul Hammer de Bullet Park también lo sufre)
“El misterioso cafard, cómo resiste la buena suerte, el amor en todas sus variedades, la estima, el trabajo, el cielo azul.Trato de consolarme pensando en los grandes hombres que lo han padecido; pero la razón no conmueve a la bêtenoire. Podría ser simplemente el alcohol, el único remedio seguro.”
- Sobre la naturaleza
“Me despierto a las seis de un día tan hermoso que es como si en este rincón del planeta absolutamente todo estuviera en flor, todo se abre y brota y hay más cosas de las que podemos descubrir: luces prismáticas, aromas prismáticos, algo casi doloroso de tan bello. La luz matinal es dorada como el dinero y se derrama por las ventanas del este. Pero lo que me emociona es la sombra, la luz imposible de definir, el arce con sus hojas todavía no formadas, de una belleza sobrecogedora, que no es el árbol mismo sino uno entre millones, un eslabón en una larga cadena de vivencias que empieza en la infancia.”
- Sobre su paso por Italia
“Un día en Nápoles. Al partir me sentí tan angustiado y triste como si no fuera a volver jamás. Me agitaban premoniciones de enfermedad, de que me encontrarían asesinado y desnudo en un callejón. Al abandonar Roma, sensación de abandonar una inmensa explosión física e intelectual.”
- Sobre su homosexualidad culpógena
“Me asusta la indefinición, me aterra la idea de ser homosexual, me asusta y avergüenza recordar que G. me la chupó, que P. no quiere casarse ni tener casa e hijos, y rechazo de plano la acusación de que he tratado de disimular mi cobardía sexual: que me ha faltado valor para vivir mi instinto homosexual frente a la censura del mundo. El mundo no me parecía tan despreciable.”
La lista de citas que podríamos hacer es casi interminable, basta decir que las anteriormente expuestas han sido elegidas sin criterio, casi al azar y aun así el impacto que produce su lectura genera una sensación de estremecimiento inigualable. De lo que se puede estar seguro es que John Cheever siempre escribió con autenticidad estos Diarios. Por momentos siendo autoindulgente, por momentos extremadamente sensible y culposo, este recorrido de su vida tiene el poder para hacernos reír, para hacernos maravillar, indignar, sonrojar y creo estar seguro que una vez concluido, tiene el poder de hacernos llorar. Llorar de la misma manera en la que Cheever llora cuando lee la biografía de Scott Fitzgerald. Porque Cheever es también un Gatsby melancólico y furtivo, con un pasado incierto pero capaz de crear un mundo de prodigios con su pluma elegante. Allí, en ese mundo, los reyes con trajes dorados cabalgan sobre las montañas a lomos de elefantes.
Hasta la próxima.