Algunas cosas que no aparecerán en la próxima entrega (Cuentos y Novelas)
por Raúl Andrés Cuello
Un ensayo sobre John Cheever – Parte III
Habiendo repasado en anteriores entregas los aspectos estéticos (a grandes rasgos) y biográficos de John Cheever, creemos pertinente tomar el carril rápido de una buena vez y pasar a lo hardcore. Es por eso que hablaremos de algunos de los cuentos y novelas que han hecho del autor una de las mayores glorias de la literatura contemporánea. Ahí vamos.
En la ya famosa Bloom’smajor short storywriterscollection, existe desde el 2004 una entrega dedicada a John Cheever. Allí se comentan brevemente las tramas, se describen los personajes principales y se especula mucho de los que quizás sean los mejores cuentos de John Cheever. El propio Harold Bloom es el encargado de efectuar una introducción del autor, para luego dar pie a los disertantes para que comenten las piezas. Los cuentos analizados son:
- Adiós, hermano mío (1951)
- La monstruosa radio (1947)
- El tren de las 5.48 (1954)
- El marido rural (1954)
- El nadador (1964)
La selección de Bloom & Co. no está nada mal ya que en estas historias se visualizan claramente los ecos típicamente cheeverianos de desilusión (etílica) y de exaltación ante una naturaleza todopoderosa y epifánica. Si bien se dejó de lado el relato autobiográfico Expulsado (1930), publicado por John Cheever en New Republic con sólo 18 años, y que lo catapultaría a la fama por su crítica mordaz pero acertada del exitista sistema educativo norteamericano; El ladrón de Shady Hill (1956), en el que Johnny Hake encuentra sosiego a sus problemas financieros desvalijando a los parroquianos de su vecindad; o The Bella Lingua (1958), relato episódico de un norteamericano que busca aprender el idioma de Dante, creemos que la selección de Bloom es un buen comienzo a la hora de abordar la literatura de Cheever. De todas las historias mencionadas antes cabe destacar El marido rural, por la que diremos unas palabras al respecto.
En esta historia Francis Weed, quien logra salvarse de un accidente de avión, va camino a su casa en los suburbios para reencontrarse con su familia y contarle lo sucedido. No logra relatar su experiencia del todo ya que el remolino de problemas hogareños complota contra él. Weed sólo encuentra refugio en las elevadas percepciones que tiene de la naturaleza que rodea a Shady Hill. En un momento Weed se encuentra junto a su esposa (una mujer adicta a las fiestas) en una reunión celebrada por los Farquarson. Allí transcurre el trance más espectacular de todo el cuento, un verdadero tour de force que hace salir de su expectación al lector. En medio de la jornada y entre reflexiones, Weed cree reconocer a la joven que sirve las copas. Luego de consultar con la dueña de casa experimenta un flashback que lo inquieta: la chica de las bebidas es una joven normanda que había sido humillada públicamenteal final de la guerra, siendo víctima de todo tipo de vejaciones debido a su comportamiento inmoral, ya que durante ese tiempo convivió con un alemán. Ahora lo sabe; él estuvo en la guerra, en ese lugar específico presenciando el ritual. De aquí en adelante se desencadena una serie de sucesos que representan el ideario de las ficciones de Cheever: comienza a brotar un amor irracional y desenfrenado por la nueva nana que cuida a sus hijos, elucubra sobre el posible destino de Júpiter, el escandaloso perro del barrio al cual le augura una muerte cruel, profiere obscenidades a la partyplanner de Shady Hill, y por último noquea de un golpe a su esposa en el clímax de una discusión. En el relato (perfecto extracto de toda la obra de Cheever) se destaca la mirada melancólica del autor sobre la pérdida de la libertad del hombre en las sociedades modernas, y el sometimiento (tan real) a una cierta felicidad artificial de las sociedades medicalizadas, sociedades que han sido tratadas en las teorías de Michel Foucault. Llegaremos hasta aquí con el cuento El marido rural para, en parte, dejar al lector el placer de leerlo y sacar sus propias conclusiones, y en parte, para pasar al aspecto novelístico de John Cheever.
Aunque se mostraba indiferente ante la crítica cuando una nueva novela suya salía en circulación, a Cheever siempre le molestó que le criticasen su estilo poco ortodoxo en el arte de la construcción novelística. Acerca de este asunto Fresán dice algo muy cierto del autor: “[era]el fabricante en serie que despreciaba sus cuentos perfectos mientras soñaba con la perfección de novelas consideradas siempre imperfectas por los adoradores de sus cuentos perfectos”. Cada vez que John Cheever escribía una novela se alejaba de los medios y el vox populi y emprendía un viaje (Italia o la URSS entre otros destinos) que lo sacase de la atmósfera de ansiedad en el cual se encontraba. En total publicó 5 novelas: La crónica de los Wapshot (1957) y su secuela El escándalo de los Wapshot (1964), Bullet Park (1969), Falconer(1977) y Oh, esto parece el paraíso (1982). Falconer, la historia del profesor fratricidaEzekielFarragut es su obra más célebre y por la cual se convirtió en un clásico moderno. No hablaremos de esta novela si no de su antecesora Bullet Park ya que nos parece la que mejor explica las tribulaciones de un adulto Cheever.
Se podría afirmar de Bullet Park que es la versión desdoblada de un Cheever cada vez más confrontado con la moral. Allí aparecen dos personajes que representan íntegramente al autor: Eliot Nailles (la traducción del apellido es clavo), es el hombre promedio de los suburbios, yPaul Hammer (no creo que haga falta traducir su apellido para entender el efecto) que encarna el papel de oscuro cosmopolita. Uno es un adicto a los psicotrópicos anestesiantes que lo transportan al Olimpo, el otro es un psicópata que desea acabar de una vez con todas con su cafardy salvar al mundo. Uno es un padre que adora a su hijo y vela por él; el otro es un maníaco que tuvo una infancia impersonal y busca sosiego en recintos que posean espacios pintados de un color amarillo muy específico. En la novela se encuentran además pasajes increíblemente surrealistas pero verídicos en la vida del autor: el enfrentamiento (escopeta en mano) entre Nailles y una tortuga gigante que ronda su patio, borracheras de antología que inducen a Hammer a buscar el sacrificio en Tony, el hijo de Nailles, percepciones que se tienen de la psiquiatría y la magia negra, etc. En suma, Bullet Park conforma el universo personal de John Cheever y durante su lectura se experimenta una sensación oscura de placer ante tanta malignidad, misantropía y pensamientos indecentes en un banco de iglesia, en contraste a descripciones del trazado de ferrocarriles y la tradición norteamericana, percepciones demasiado lúcidas de los atardeceres en los suburbios y en los cocktails de la mediana burguesía.
Hasta aquí llega la entrega sobre sus cuentos y novelas, en la próxima entrega hablaremos de los Diarios, para luego en la quinta y última entrega sacar las conclusiones finales.
Hasta la próxima.
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