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Cuando la buena gente se cabrea y monta su secuestro preferido…

Por Horacio Otheguy Riveira

«El secuestro» del hijo de un ministro por parte de un carnicero bonachón se convierte en una divertida caja de sorpresas. Especialmente cuando intervienen dos familiares que el pobre hombre no esperaba para nada: su cuñado y su hermana, dos estupendos personajes bordados por las magníficas interpretaciones de Leo Rivera y Diana Lázaro.

 

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Diana Lázaro, Leo Rivera y Fran Nortes, el secuestrado (y autor de la comedia). Detrás con traje blanco, Jorge Roelas.

 

«El secuestro» es una obra que tira de recursos muy vistos, pero que basa su efectiva comicidad en la puesta en escena de Gabriel Olivares y la indudable creación de dos grandes personajes, a su vez el-secuestro_14interpretados por dos excelentes actores de muy distinto estilo. Por un lado, Leo Rivera, el sindicalista menos fiero de lo que se cree, aquejado de un constante dolor de testículos por culpa de la policía, y Diana Lázaro en una creación a todas luces impactante desde el comienzo. Entra como la chica buena que le trae comida a su hermano —supuestamente deprimido por quedarse sin trabajo—, y poco después rompe barreras, se salta explicaciones y avanza sobre seguro desde el momento en que replica al torpe secuestrador que espera que su hermanita le ponga de vuelta y media:

— ¿Pero cómo se te ocurre contar con mi marido? Para un buen secuestro aquí estoy yo.

Si el texto da muy poco de sí porque desaprovecha los otros personajes y no desarrolla suficientemente gran parte de la trama, es una auténtica gozada seguir los pasos de este matrimonio de gente muy corriente, por momentos barriobajero y en otros de típica clase media baja con un loco toque de distinción. Ingenioso mecanismo en el que reposa toda la función. Son inigualables en sus torpezas y sus aciertos, y la composición de los actores los hace entrañables, a tal punto que entre sonrisas y carcajadas uno acabe tomándoles mucho cariño.

 

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Una posible sesión de tortura: depilación exprés a cargo de una chica de barrio que se las sabe todas.

 

En este contexto, Jorge Roelas y Carlos Heredia se mueven con la profesionalidad que con justicia se les atribuye, pero no tienen personajes a su altura. Roelas es el protagonista, y se desenvuelve con recursos de sobra; Heredia tiene en sus manos el tramo final, prisionero de una serie de situaciones previsibles. El propio autor Fran Nortes cubre el papel del muchacho secuestrado: un personaje con muy poco juego. En definitiva, un texto pobre al que no le vendría nada mal un buen repaso y unos quince minutos más de desarrollo, pues la recta final reclama mayor imaginación. Resulta evidente que se ha puesto toda la fuerza en la hermana y el cuñado, porque tanto la puesta en escena como el trabajo de Rivera y Lázaro se vuelcan felizmente en ellos, y la función se deja ver con interés hasta el final, también por estos dos que desde ya pertenecen a la antología de los mejores personajes de comedia española y que merecerían tener continuidad en otras obras. Y por delirar que no quede, a uno se le ocurre que podrían ser una sensacional pareja de detectives, en un género como la comedia policíaca con muy buena raigambre en nuestro país (léase Enrique Jardiel Poncela, Miguel Mihura, Alfonso Paso, Juan José Alonso Millán y Jordi Galcerán).

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El secuestro

Autor: Fran Nortes

Director: Gabriel Olivares

Ayudante de dirección: Venci Kostov

Intérpretes: Jorge Roelas, Fran Nortes, Diana Lázaro, Carlos Heredia, Leo Rivera

Escenografía y atrezzo: Elena C. Galindo

Vestuario: Claudia Esteban

Iluminación: Carlos Alzueta

Música y diseño de sonido: David Ávila

Fotografías: Javier Biosca

Teatro Fígaro. Hasta el 16 de octubre 2016.

 

 

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