«La mudanza»: amor y solidaridad en tiempos difíciles
Por Horacio Otheguy Riveira
Presente y pasado de parejas desoladas que sobreviven con gran esfuerzo, sentido del humor y una mirada limpia con las manos tendidas. Hermosos personajes en los que coincide la nobleza de espíritu con una poderosa necesidad de ser ellos mismos allá donde vayan. El poder político los humilla y luego los desprecia, pero tienen suficiente coraje e imaginación para hacer de cada mudanza un canto heroico hecho de remiendos formidables. Lo mismo si se canta en el Madrid de los 50 aquel chotis entrañable con encantador estribillo: Monísima, monísima, monísima, que si se escuchan populares temas de un idioma desconocido que llega en autobús con un abrazo raro, provisto de esperanza.
La mudanza: solidaridad y buen humor en tiempos difíciles; un vuelo teatral de notables resultados en la Sala Off del Lara, escrito e interpretado por Celia Nadal y Javier Manzanera con dirección de João Mota.
Antes que comience la acción escuchamos la voz antigua de Jorge Sepúlveda interpretando un chotis que estrenó Nati Mistral en 1952. Años cincuenta de durísima posguerra, de persecución, hambruna y exilio, en los que numerosas canciones daban alas a los supervivientes, al encanto de las pequeñas cosas, imprescindibles para subsistir y seguir luchando:
Madrileña que paseas tu palmito
muy bien planchá, muy bien planchá,
presumiendo con tu pie tan chiquitito,
muy bien peiná, muy bien peiná.
Al mirarte así tan chula y postinera,
a todos gustas una atrocidad,
por el derroche que tú haces de salero
cuando paseas por la calle de Alcalá.
Monísima, monísima, monísima…
Así te dicen cuando pasas por ahí.
Monísima, monísima, monísima…
con tu blusita planchadita de organdí.
Monísima, monísima, monísima… (Monísima, de Vicente Marí Bas)
La voz envolvente del cantante suena como un abrazo que no invoca nostalgia alguna. Llega como un imaginario telón de aquellos tiempos para dar lugar a un despliegue de situaciones que se mueven en el tiempo de una manera fluida, enérgica, cargada de la rara esperanza que brota de la desesperación: en 1961, un matrimonio tiene que emigrar a Alemania para conseguir el dinero que les permita pagar la casa que se ven forzados a abandonar por falta de trabajo. Cincuenta años después, en 2011, la nieta y su marido rehipotecan la casa heredada para entregarse de lleno a su profesión de fotógrafos. Pero las cosas no van bien y el banco se la queda. Un mismo conflicto en dos momentos de crisis económica. Un drama en clave de comedia que obliga a sus personajes a mudar, no sólo de casa o de país, sino también de visión de vida. ¿De dónde les viene la fuerza y el sentido del humor que les aborda con energía sin igual, sino de aquellos abuelos que fueron capaces de amarles… cuando ni siquiera habían nacido?
El humor se filtra por diversos momentos dramáticos como una garra que surge de pronto para herir el corazón de los enemigos, la indiferencia de los amiguetes, la hipocresía de otros, la barbarie cotidiana en el vendaval de desastres nacionales. Pero todo en un eficaz vaivén de sainete pulcro, dinámico, sin pesados discursos mitineros, como cuando buscan habitación para salir del paso, sin techo donde cobijarse y surge una posibilidad que se desecha…
— Ya veremos qué hacemos pero a ese no le pidas nada.
— ¡¿Pero por qué, si está dispuesto a ayudarnos?!
— Porque le escuché decir que tú eres mala, una retorcida que me quiere por lástima.
— ¡Pero bueno!
— ¿Es verdad que me quieres por lástima?
— No, no, hombre, no te quiero por pena, te quiero por pene.
Y llegan los besos, las risas cerveceras: las ganas de vivir por encima de todo fracaso, de todo golpe bajo. Testimonio social y comedia dramática bien untada de memoria histórica. No se recuerdan matanzas en cunetas, pero es más que suficiente con la representación de quienes salieron de la España profunda a la inquietante Alemania de posguerra: una murciana y un gallego forman un matrimonio que lo deja todo para buscarse la vida. Ella con su infatigable capacidad de optimismo, él con una tozuda tristeza bien envuelta en humor negro, al fin los dos emocionados con su miedo a cuestas bajo lágrimas contenidas que alcanzan al público cuando, en su infinita pobreza, se preparan para subir a un autobús alemán después de tres días de viaje.
Ayer y hoy alternan en la desolación de dos que bien se quieren: por un lado la tremenda soledad del desasosiego y por otro la felicidad del amor ante la adversidad. Solos con miedo a perderse en la marabunta de la indolencia de la gente y el desprecio de la clase dirigente. Humor y amargura en romance intenso donde las ilusiones se nutren de fracasos bien templados, y donde el éxito inmediato consiste en despertar por la mañana «y verte a mi lado».
Ha sido representada en comunidades muy pequeñas de distintos países para gente que no ha visto nunca teatro. La hemos representado en zonas marginales de España y México, en barrios donde la cultura y la sensibilidad están olvidadas por parte de la burocracia, pero nunca por parte del público. Representada en la calle y en el interior, con niños y con ancianos, para público de habla hispana y de otras lenguas, es una pieza que sintetiza nuestro deseo de que el teatro llegue a todo el mundo. (Perigallo Teatro)
Luces:
João Mota
Música: Santi Martín
Vestuario: María Cortés
Artesanía: Juan de Arellano
Audiovisuales: Jaime Carrión
Músicos (en grabación): Antonio Bravo (guitarra), Ove Larsson (trombón), Raúl Márquez (violín), Alberto Alonso (piano), Héctor Rojo (contrabajo), Javier Gómez «Skunk» (batería)
Voces en off: María Cortés, Vanessa Martínez, Stefan Meyer y Manuel Janeiro
Una producción de Perigallo Teatro
Teatro Lara. Sala Off. Desde el 16 de agosto hasta el 6 de septiembre 2016: martes a las 22 horas.