El vértigo del águila
EL VÉRTIGO DEL ÁGUILA
Víctor Manuel Domínguez Calvo
Por Rita Rodríguez
“No hay nada más agradable que leer un libro de buenos poemas, porque los buenos poemas hablan de nosotros mismos, de la luz y las tinieblas que llevamos dentro.” Así comienza el prólogo de El vértigo del águila, realizado por Noel Rivas Bravo, y no se me ocurre mejor forma de empezar a escribir sobre el poemario de Víctor Manuel Domínguez Calvo que reproduciendo y adhiriéndome a esas palabras. Porque yo también me he sentido dichosa al leer este libro de buenos poemas y, por supuesto, he sentido que hablaban de mí. Y de ti. De todos nosotros, porque Vito con sus versos ahonda en lo humano.
Aunque el eje temático que vertebra el poemario es la propia creación poética, acaso se trate de una alegoría. La metapoesía para versar sobre metafísica, fundiendo ambos conceptos en uno. Algo que no es extraño si tenemos en cuenta que poesía y filosofía han mantenido, desde antiguo, una relación difícil de delimitar. Sin embargo, en este caso, no se trata de recurrir al verso para filosofar sino que se versa sobre el germen de la creación poética para adentrarnos en el de nuestra propia existencia. La poesía como conocimiento esencial de nuestra realidad. El poeta como águila que mira desde las alturas, a pesar del vértigo.
Nadie dijo a las aves que se podía volar,
que en sus alas vivía
la mirada del pájaro.
Pero está todo escrito en las leyes del mundo:
el previsible azar de la caída,
el planeo irresistible sobre seres y cosas,
la tierna mansedumbre de posarse en un nido
o la fiel libertad contra toda frontera.
Nadie explicó a las aves que se podía volar
pero las aves vuelan
y en su trayecto cuentan,
a todos los que rinden sus pasos a la tierra,
la belleza del mundo,
toda la luz que puede desprender una lágrima.
El libro está estructurado en cuatro partes —con una decena de poemas en cada una de ellas— que bien podrían corresponder a distintos estadios de creación/conciencia. La primera,Invitación al vuelo, es en efecto un convite a elevarse para poder ver con claridad. Los palacios de Ícaro, segunda parte, son los que construye la memoria, recuerdos que la voz poética rememora desde la madurez a través de su pluma, un retorno a la esencia. EnManual de cetrería se diría que el poeta/hombre busca la iluminación para poder poner nombre, palabras, a los anhelos más profundos que en cierto modo ya es capaz de ver. Y por último la parte que da título al libro, El vértigo del águila, un compendio, quizá, de la mirada desde las alturas con el “riesgo” que ello conlleva y que se concluye con dos poemas muy significativos: por un lado, “Evocatoria”, una auténtica poética, y “Nihil” que a modo de epílogo cierra el libro “… / hoy te traigo, / cortada a pluma, / la carne transparente del poema. /…”.
El vértigo del águila es una mirada del mundo a través del mundo poético, una búsqueda interior que el autor nos muestra con bellas imágenes y un lenguaje exquisito. Un poemario delicioso de un poeta excelente.
Este libro quedó finalista en el Premio Adonáis de Poesía del año 2003, después pasó una década en un “cajón oscuro”, según nos cuenta su propio autor, y finalmente, para nuestro deleite, se publicó en febrero del 2015. Como hago siempre que disfruto de una lectura, os lo recomiendo encarecidamente.