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Lolo (2015), de Julie Delpy

 

Por Ana M. Caballero Botica.

lolo-cartelJulie Delpy ha encontrado en la comedia el modo perfecto para diseccionar con ironía y un sentido del humor un tanto siniestro, las relaciones afectivas y familiares ahondando en la fórmula del “pez fuera del agua”. De ello dan buena cuenta la mayoría de sus trabajos como directora hasta la fecha (Dos días en París, Dos días en Nueva York), formato que también le permite crear personajes “espejo”, en los que refleja las diferentes etapas de la mujer, con sus aprendizajes e inquietudes, como si tratara de documentar ese interesante desarrollo vital.  En su última película, Lolo, Delpy ha dado un pasito más allá para centrarse más en las relaciones materno-filiales, sin dejar de lado la búsqueda del amor de pareja.

Violette (Delpy) es una exitosa mujer de 45 años dedicada al mundo de la moda que se enamora durante unas vacaciones estivales de Jean René (Dany Boon), un informático de provincias a punto de mudarse a la gran ciudad: París. Allí intentarán continuar su relación, a la que se opone de manera enfermiza Lolo (Vincent Lacoste), el sociópata y consentido hijo adolescente de Violette. Con los tiras y aflojas propios de los inicios de una relación, Delpy, metida en el papel de una mujer un tanto histriónica e hipocondríaca, se encuentra demasiado cegada para ver el patológico complejo de Edipo de su hijo. Y el gran damnificado no es otro que un Dany Boon que tendrá que sufrir todo tipo de maldades, por no decir otra cosa…

Avalada por las cifras de taquilla en el país vecino, Julie Delpy logra, sin embargo, un filme irregular que deja un regustillo a déjà vu, quizá por esa oleada de cine francés empeñado en contar una y otra vez el contraste clasista entre lo capitalino y lo provinciano, mientras que la parte novedosa (esa especial relación materno-filial) se termina diluyendo en el conjunto. No obstante, Delpy, curtida ya en el género, sabe sacar provecho del escenario que plantea y lo hace de manera notable haciendo autocrítica del esnobismo de la capital francesa y por extensión al trés chic mundo de la moda. Su osadía cuenta incluso con la connivencia de un sorprendente cameo del propio Karl Lagerfeld.

En cuanto al reparto principal, Delpy se ha aliado con un Dany Boon que no termina de explotar toda su comicidad en un personaje que funciona a ratos, especialmente cuando entra en conflicto con Lolo. Precisamente Vincent Lacoste, al que Delpy ya dirigió en el filme El Skylab, resulta lo más destacable en su papel del siniestro hijo nini, junto a una magnífica Karin Viard, que interpreta a Ariane, la amiga vividora de Violette, que sirve de contrapunto a la histeria del personaje que encarna Delpy. Viard aporta, sin duda, algunos de los momentos más divertidos de la película haciendo del carpe diem su principal lema.

Pese a que Delpy recurre a una manida ecuación de situaciones llevadas al límite, lo cierto es que Lolo permite extraer una reflexión sobre el hecho de ser mujer más allá de la mediana edad y a su posibilidad de rehacer su vida sentimental. Delpy tampoco se retrata como una madre competente, de modo que la actriz y directora dinamita asimismo ese rol femenino. Así pues, en esa relectura sobre el papel de la mujer –aunque aquí hablamos de una fémina de clase acomodada– Lolo permite pasar un buen rato, sin pretensiones, al tiempo que nutre una cinematografía protagonizada y dirigida por mujeres que, a día de hoy, sigue estando bastante huérfana.

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