Música

Crónica del Wekeend Beach Festival, una experiencia para recordar

Por: Víctor González

Miércoles:

Mochilas, tiendas de campaña, bolsas del supermercado, botellas, carros, sol en la nuca y sonrisas. La gente dedica este día a llegar, igual que nosotros, que no dejamos de sorprendernos al ver el buen humor que reina en Andalucía incluso cuando el calor aprieta sin casi dejarte hacer algo con sentido. Toda la tarde dedicada a la colocación de los bártulos en la zona de acampada y al obligado reconocimiento de quiénes serán tus vecinos durante cuatro inolvidables noches. ¿Cómo se cubre de veras un festival si no se acampa en él? Nosotros todavía no conseguimos entenderlo.

Cae el sol en Torre del Mar, las bocas comienzan a refrescarse gracias a unos interesantes precios en las bebidas del festival (aunque debemos reconocer que todo ha subido medio euro este año…), y empieza el ambiente que tan bien recordamos de los años anteriores: aparece el incansable hombre del megáfono – cada zona de la acampada tiene el suyo, empezamos a dudar de si es el propio festival quien los contrata como animadores –, los gritos que pasan de festival en festival, los brindis, la planificación de los días que vendrán, de la noche, etc.

Es el día inaugural y la gran mayoría tiene sus ojos puestos en Celtas Cortos. Muchos empiezan la noche con este mítico grupo, al que le sigue Jarrillo Lata,Medina AzaharaDremen y Antonio Hierro DJ. Nosotros nos vamos a dormir tras el último concierto, acompañados de fondo por el ruido de una ‘rave’ alternativa que siempre aguanta un poco más que el propio festival.

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Jueves:

Lo bueno de repetir año tras año en este festival es saber que el sol no te va a dejar dormir mucho más allá de las diez de la mañana. Despertamos, nuestros vecinos vuelven de la ‘rave’ antes comentada, les damos las ‘buenas noches’ y nos vamos a la playa. Es difícil explicar el ambiente de la playa de Torre del Mar: sumemos al arte andaluz centenares de jóvenes ansiosos por conocer gente nueva y pasarlo bien. Sea la hora que sea irse a la playa es certeza de fiesta. Y si además te topas con el fotógrafo del festival ya ni te digo… Tienes a mano la venta – eso sí, ilegal – de cervezas que se venden «más frías que el abrazo de una suegra», mojitos «que vienen desde Barcelona» y, si no, los ofrecimientos de otros como tú que no tienen ningún reparo en compartir contigo lo que llevan en sus neveras. A veces, en la zona de acampada, llegas a pensar en si es posible aguantar el calor pero en cuanto llegas a la playa todo se te olvida y solo piensas en el disfrute del momento con la seguridad, además, de que en pocas horas empieza una noche que será memorable.

Nosotros comenzamos con Arco pero con la vista puesta en Carlos Sadness – que por cierto, qué poco duró su concierto… -. Acostumbrados ya a que acabe uno y empiece al momento el siguiente, nos encontramos con un buen rato para el inicio de Dorian y de El Canijo de Jerez, así que nos quedamos saltando con Trashtucada. Poco después tiene lugar uno de esos momentos que más odiamos los que solemos ir a festivales: cuando coinciden dos grupos que quieres ver. Con una oreja puesta en Dorian y la otra en el Canijo, llega la noche a ritmo de palmas por un lado y saltos por el otro. Parecía que uno de los dos tuviera que ganar la batalla de público, pero está claro que la variedad de gustos es una de las características principales del festival, algo que puede verse en el gran número de personas tanto en uno como en otro.

Acabó el concierto del Canijo – en el que muchos echaron de menos a Makandé por la esperanza de ver por primera vez al nuevo grupo Estricnina, aunque todo se olvidó cuando se dio paso a los mejores temas de Los Delinqüentes – y también lo hizo el de Dorian, para dar paso a otro esperadísimo concierto: Love of Lesbian. Con un público entregadísimo, el grupo barcelonés ofreció tanto un repaso de sus últimos temas – que forman el El poeta Halley – como un recorrido por sus canciones más famosas, en las cuales muchos empezaron a dejarse una voz muy valiosa por todo lo que quedaba por delante. Al otro lado,Rapsusklei & the Flow Fanatic ofrecían la alternativa a los no ‘lesbianos’. Y llegó el momento del día: Wiz Khalifa. Con unas medidas de seguridad que nos recordaron al momento en el que subió al escenario el año anterior Damian Marley, el estadounidense se ofreció a un recinto a reventar en el que se vio gran cantidad de gente a hombros, flashes, y brazos en alto para recibir a uno de los grandes cabezas de cartel de esta edición. En poco más de una hora, el rapero, que acabó sin camiseta, se hizo con un público que ya venía entregado y que veíamos llegar al concierto con camisetas donde se leía el nombre del artista, fotos de él o incluso caras pintadas que el sudor iba a dejar sin el nombre del aclamado rapero. Seguimos viendo a Rayden, que cantaba junto aMediyama y Mesh y acabamos la noche viendo a un fijo de este festival:Horacio Cruz.

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Viernes:

Y llegó el viernes. Otra mañana de esas en que te preguntas – eso sí, momentáneamente – si ha valido la pena quedarse en la acampada. Te desperezas, vas a la playa y te respondes claramente que sí, que claro que vale la pena cuando ves la fiesta que hay montada sobre la ardiente arena. Palmas, guitarras sonando, cerveza o tinto de verano como único desayuno y el mar de Málaga para pasar las horas previas a los conciertos que vendrán. Se me olvidaba comentar un beneficio más de pasar las mañanas en la playa: ¡oyes a tus grupos favoritos ensayar! Nada más comenzar el viernes ya nos sucedió aquello que tanto odiamos que pase, y es que nos coincidió Juanito Makandécon Miss Caffeina. Así que, con una oreja puesta en uno y la otra en el otro concierto, pasamos el rato hasta que subió al escenario La Raíz, quienes pudimos ver que son queridísimos y muy seguidos en Andalucía. Todo ello para llegar a uno de los momentos más esperados – y que coincidió con Loquillo… -, la llegada de La Gran Pegatina. Si bien hay que decir que la sensación que dejó fue un poco más descafeinada que en años anteriores, cuando Adrià Salas cogía el micro todo volvía a la normalidad y a lo que nos tienen acostumbrados: la fiesta absoluta y descontrolada. Tras La Gran Pegatina, nos dimos un pequeño descanso para volver poco rato después y ver a Nach, que siempre cumple y que deja huella con sus lecciones de compromiso y honestidad. Despedimos nuestra noche con Foreign Beggars.

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Sábado:

Último día de festival. Ya no hay cansancio que valga y más cuando sabes que esa noche te toca aguantar hasta ver subir al escenario a Hardwell a las siete de la mañana. Sabiendo eso, la gestión de la noche es lo más importante intentando siempre olvidarte de lo poco que has dormido las noches anteriores. Nosotros empezamos la jornada con Second, grupo que siempre cumple en festivales, para seguir con Izal – a quienes descubrimos en el pasado concierto del Sant Jordi Club y que nos dieron una gran alegría al verlos confirmados en el festival por la fiesta que desprenden –. Tras ver que el cansancio hacía mella después de darlo todo con Izal, decidimos que lo mejor era tomarse un breve descanso y volver para ver a Ki-Mani Marley junto a Gentleman, la antesala de posiblemente lo más esperado por todos de las cuatro noches: Skrillex. Hablando en español y dando saltos sobre la mesa de mezclas, Skrillex consiguió el lleno en un recinto que por primera vez impedía a cualquier persona atravesar el público – ni por la parte trasera – para ir a otro escenario, afuera del recinto o simplemente a pedir una copa. Claro, después de Skrillex es complicado encontrar fuerzas para querer seguir la noche pero en ese momento tenemos que destacar a Technasia, que supieron continuar lo que poco antes se había iniciado y que incluso consiguieron llamar la atención de un Skrillex que subió al propio escenario Sunrise para disfrutar del techno de cerca. Tras Technasia ya solo quedaba la recta final y qué final: nunca olvidaremos la sensación de ver amanecer en Torre del Mar sonando de fondo los temas y los remixes de alguien tan grande como Hardwell.

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Un año más que disfrutamos de uno de nuestros festivales favoritos del país. Un año más que nos vamos con ganas de repetir. Y un año más que recomendamos a todos nuestros lectores que apunten la fecha del Weekend Beach Festival ya en sus agendas, porque vale la pena, porque no defrauda y porque – aunque lo intentemos – nuestras palabras no llegan a describir lo que allí se vive.

 

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