Manías de un lector
Siempre me he preguntado por las manías de los escritores, mis preguntas siempre van dirigidas sobre el acto de la escritura, sus fetiches, sus rituales y hasta sus horarios que he intentado imitar sin ningún resultado positivo. Y aunque sé que no soy el único que se cuestiona sobre estas cosas, creo que tampoco se abre el espacio para que nos preguntemos por las manías de los lectores, esos rituales que algunos tenemos a la hora de leer o antes del acto mismo que nos lleva a diferentes mundos e historias de nunca acabar.
El lector tiene un papel fundamental, un papel que quizás pasa desapercibido porque siempre nos centramos en la historia y en el escritor, pero nosotros también tenemos un espacio entre el creador y el mundo creado. Todos tenemos diferentes formas de apreciar el arte de la lectura, en mi caso solo concibo dos lugares para leer tranquilamente: mi habitación y en un café. En mi habitación que es como un templo, tengo una biblioteca de no más de 200 libros, esos libros que me sirven para tres aspectos específicos: el primero para la lectura actual, el segundo aspecto, es mi biblioteca de trabajo y el tercero porque están los libros de cabecera, los que con seguridad debo consultar para cualquier cosa, porque siempre, me van a brindar una salida a los enigmas que estén rondando por mi cabeza. Es decir que esa biblioteca está en constante movimiento, por lo menos veinte libros son removidos mensualmente para que llegue uno que otro nuevo o libros que ya había leído pero que necesitaré en el futuro.
En el café la cosa siempre es diferente, allí voy a estar con el libro de lectura actual, cargo una libreta, un esfero, un lápiz y algunos post it para referenciar frases fundamentales. Dejé ya hace algunos años, la manía de subrayar con esfero los libros y resaltarlos con colores fluorescentes que con el tiempo, se vuelven opacos y van dañando las hojas. Este horrible hábito lo aprendí en la facultad de Filosofía, allá me acostumbre a rayar y rayar las hojas por un lado y por el otro, a tomar apuntes en las hojas principales, de aquellas que están en blanco y son la parte más linda del libro. También tomaba apuntes en las hojas finales, también en blanco y que escribía sin pausa por todos lados y de paso, pasaba el resaltador y dejaba una linda marca de color brillante en una hoja que pedía a gritos que no la lastimara más. Deje este feo habito para abrirle paso al lápiz que punta suave y delicado trazo, con el subrayo las partes más importantes y al costado, hago dos líneas verticales para señalar que es importante, o en ocasiones, escribo “ojo” como una señal de que aquella frase es muy importante y que seguramente en el futuro, la voy a retomar.
En la libreta tomo apuntes de lectura, escribo la página que corresponda la cita trascrita y entre corchetes, escribo mi opinión del caso. Al final de la lectura, al terminar el libro, hago un escrito, algunos párrafos o algunas hojas, dependiendo la intensidad y la necesidad sobre lo que he comprendido, sobre el libro y todo lo que pueda agregar a esa lectura que he realizado. Siempre tomo café, por lo general voy a un Juan Valdez, pido un americano o un expreso y me siento a leer mientras mi mano derecha con el mezclador, gira y gira el azúcar que se disuelve en el café, despacio, sin afán alguno mientras el vapor humedece mi mano y mis ojos recorren los párrafos.
Leo en la cama y siempre mantengo cerca el lápiz y la libreta. Tengo como ley, nunca empezar un libro sino tiene separador, cada uno de mis libros tiene su propio separador que se le asigna dependiendo el tamaño y algunas veces, el color. No doblo páginas y sufro cuando las esquinas son maltratadas. Siempre termino la lectura del lado izquierdo, muchas veces cuando no logro concluir el capítulo, marco con el lápiz el párrafo que debo empezar pero siempre, del lado izquierdo. El ruido de la calle no me incomoda, en mi habitación debe existir un silencio profundo como regla de oro. Leo en las noches con una lámpara que alumbra el libro y no me voy a dormir sin terminar el capítulo.
Todos y cada uno de los lectores tienen sus manías, sus rituales de lectura. Pues algunos como yo, solo leemos en la noche o en la mañana al despertar, antes de levantarse y afrontar el mundo, es la forma de recibir el día, con un libro en la mano. Lo recibo y lo despido siempre leyendo. Todos los lectores son únicos porque cada uno encuentra un universo propio por donde moverse y en donde estar tranquilo….
por: Juan Camilo Parra
@juancamilo_17
Bien Juan, me gustó mucho tu artículo. Estoy de acuerdo contigo, las manías de nosotros los lectores son tan diversas como nuestros gustos literarios.