Tres recuerdos de mi juventud (2015), de Arnaud Desplechin
Por Lidia Ene.
En Tres recuerdos de mi juventud, el cineasta francés Arnaud Desplechin cuenta las vivencias de Paul Dédalus (Mathieu Amalric). El primer fragmento nos transporta a su infancia y a la complicada relación que mantiene con sus padres, una madre mentalmente desequilibrada y un padre ensimismado y ausente. En la segunda parte, el protagonista reflexiona sobre la amistad y la pérdida y se aventura en una trama de espionaje con la que engañosamente se inicia el film. Pero, el tercer recuerdo, y el que ocupa la mayor parte del metraje, se centra en la historia de amor entre Paul (Quentin Dolmaire) y Esther (Lou Roy-Lecollinet), de 19 y 16 años respectivamente. La película embriaga con el amour fou, el amor intocable, imposible, romántico, y tan característico de las películas francesas.
No es la primera vez que el cineasta cuenta las vivencias, quién sabe si autobiográficas, de su alter-ego Dédalus. De hecho, la cinta es una precuela de Comment je me suis disputé… (ma vie sexuelle) de 1996, que cuenta la historia de amor de Paul y Esther, encarnados por el mismo Mathieu Amalric y Emmanuelle Devos. Los enamorados, en aquel entonces, a los treinta años de edad, se enfrentaban a otros problemas, como las crisis existenciales y profesionales, problemas de incompatibilidad, pánico a embarazo no deseado… Pero, ante todos los conflictos, dudas y dilemas, la pareja seguía amándose y lo demostraba con sus arrebatos de lujuria
Desplechin, conocido por trabajos como Reyes y reina (2004) y Cuento de navidad (2008), obtuvo reconocimiento precisamente por esta cinta. El cineasta fue comparado, en más de una ocasión, con François Truffaut y su tradición de la Nouvelle Vague. No obstante, Tres recuerdos de mi juventud trata de una generación mucho más joven que se enfrenta a la vida sin prejuicios y barreras. Marcados por su contexto, la Guerra Fría y el posterior derrumbamiento del Muro de Berlín, los adolescentes reflexionan sobre la amistad, el amor y un futuro incierto.
“Un amor intacto, una pena intacta”
“¿Alguien te ha amado más que a la propia vida? Yo quiero amarte así”, le confiesa Dédalus, (Quentin Dolmaire) el joven universitario a Esther (Lou Roy-Lecollinet). Las mejores historias de amor casi siempre se inician con un encuentro casual, en este caso, el joven rodeado de sus hermanos y amigos, se fija en una adolescente muy peculiar. La joven, presumida y quizá algo distanciada de su entorno, embauca al protagonista sin pestañear. Ambos tendrán que lidiar entonces con la distancia, la infidelidad y la incompatibilidad.
“Existes con fuerza. Como una montaña”, le confiesa Dédalus, mientras que ella, no se queda corta, y le escribe cartas a cada atardecer, se hace amiga de sus amigos y frecuenta su hogar para ahogar un poco más la pena y resguardarse en una incertidumbre que la desgastará. Dédalus no solo es apasionado del amor sino que siente una fuerte vocación por la antropología. Dedica toda su vida a viajes e investigaciones y eso le aleja más de su hogar, Roubaix, situado al norte de Francia.
Por un lado, Mathieu Amalric, el actor fetiche del director, interpreta a un Dédalus adulto, melancólico y abrumado por sus recuerdos. Y por otro, su versión joven, Dolmaire, debuta junto a Lecollinet, para dar a la cinta, la intimidad y erotismo necesarios. Besos, lágrimas, caricias, frustraciones y una historia de amor inolvidable.