Una familia feliz y desdichada. Gente corriente… con «La piel del lagarto»
Por Horacio Otheguy Riveira
La metáfora está servida desde el momento en que los actores se adhieren a paredes y suelo como lagartos, y una libélula sonríe y ejerce de amigo, de guía. Un espectáculo en el que los intérpretes asumen una belleza poco común: la de los reptiles que mudan su piel pero jamás realizan cambio alguno en su comportamiento, y la de los personajes familiares que se enfrentan a una necesidad de evolución que se les resiste.
A ratos semidesnudos o bajo el agua, con su voz abierta a los cuatro vientos o ante micrófonos de pie, reptando, soñando, divagando, todos confluyen armónicamente en una representación que conmueve con momentos de teatro físico muy logrado. Una compañía teatral que intenta irrumpir en el teatro realista más convencional (el de una familia al uso) y convertirlo en un viaje sentimental bien nutrido de lances poéticos. Los actores se confabulan brillantemente para hacerlo posible.
Fábula contemporánea protagonizada por una familia de lagartos. Es el cumpleaños de mamá y vamos a celebrar una fiesta, saldremos al jardín, comeremos pasteles, miraremos las estrellas. La familia lagarto es una familia feliz, la familia lagarto es una familia normal, la familia lagarto es una familia unida, unida por sus secretos y mentiras, sus pulsiones, deseos, sus fracasos, sus conflictos y sus miedos. Un día de su vida nos sirve para hacer una radiografía sobre algunas de las problemáticas que sufrimos y gozamos en nuestra cotidianidad.
Es ésta una sinopsis aportada por la producción. Está bien, acierta, no engaña ni se sube por las paredes de una casa que luego no se ve en escena, algo que suele suceder en la eterna contradicción de lo que nos proponemos hacer y lo que conseguimos. En esta Piel del lagarto (que por momentos coquetea con V, aquella magnífica serie ochentera de humanos extraterrestres reptilíneos) lo más interesante es la entrega de todos los intérpretes, cuyos desnudos parciales o escenas de juvenil erotismo conforman una especie de paisaje siempre atractivo en la lucha por la supervivencia de personajes cercanos en un mundo de ficción surrealista.
La combinación funciona y los pechos desnudos de las actrices o el torso descubierto del más joven o el «traje» de camiseta y calzoncillos del Pater Noster… son elementos de notable sensualidad y cálida recepción de emociones cotidianas que se integran en una fábula tierna que es, a su vez, un camino pedregoso en busca de una felicidad con menos pena (parafraseando a la genial escritora argentina Griselda Gambaro).
La piel se convierte en metáfora contemporánea. No es difícil sentirse identificado con nuestra familia lagarto: todos hemos mudado de piel, todos hemos querido mimetizar nuestra piel con un fondo y desaparecer, todos hemos querido rejuvenecer nuestra piel, todos hemos querido desgarrar la piel del otro y devorarlo. Todos, en el fondo, somos lagartos… buscando un poco de calor, un poco de sol donde poder sobrevivir. Cuanto más de cerca se mira la piel, más lejos parece mirarnos ella. (Pedro Casas, director).
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