«Pelos». Las Microlocas.
Por Sonia Aldama: Cinco voces, cuatro en forma de palabras y una en imágenes. Trazos que ilustran las voces de Isabel Wagemann, Eva Díaz Riobello, Isabel González y Teresa Serván: Las Microlocas. Virginia Pedrero dibuja con arañas, llaves, cuerpos, trenzas o pubis este libro: “Pelos», editado por Páginas de Espuma.
Cuatro voces que ilustran con palabras, imágenes que relatan historias de mujeres, hombres, padres, madres, hijos, hijas y pieles pelos. Literatura como desafío de un grupo de escritoras que presentó Clara Obligado, a quien le dedican este volumen de cuentos muy cortos que conforma una hermosa y cruel descripción de situaciones y correlatos de vida y desencuentros.
Cuatro voces que hablan desde un sitio y que elevan un género literario que dominan, ellas nos envuelven en un vertiginoso acontecimiento de templanza y control de la narración. Textos que están escritos para ser contados y que contienen lirismo y precisión en el lenguaje.
El libro comienza con una declaración de principios de Las Microlocas y un texto de Isabel González: “Me la pela”. Títulos como “embarazo”, “definirse”, “adolescencia”, “abandono”, “media abuela” o “lobo hombre” nos dan una idea del contenido de estos “Pelos” que abarcan vidas y soltarse la melena o agarrarse bien la calva para contar, gritar, lo que reclamamos tantas veces los seres humanos: el abandono de la impostura.
La reivindicación del yo y la denuncia como reclamo para expresar lamentos, deseos, recuerdos y el homenaje al cuerpo peludo de mujeres, madres, hombres, barbas y lo impúdico. “Pelos” es un libro sin piedad al vello y con devoción a lo bello que no siempre coincide con la belleza estereotipada y confusa que tanto daño hace a las mujeres y a la sociedad entera.
Relatos como reflexiones en deliciosas segundas lecturas que resumimos en una injusta elección ya que para deleitarse con “Pelos”, hay que devorarlos todos.
Isabel González y su maestría narrativa es capaz de expresar en pocas palabras, emociones, la escritora nos cuenta una historia, con personaje, conflicto, transformación, pone el foco, la mirada y la tensión narrativa en apenas cuatro líneas, para contarnos y trastornarnos, por ejemplo, en “Leyes”:
“La que muestre su pelo recibirá cien azotes. La que muestre su piel, morirá. Ella se desnudó y se soltó la melena. Una melena tan espesa que solo fue condenada por la primera causa. Mejor, mucho mejor, desobedecer dos veces.”
Eva Díez Riobello sólo necesita dos líneas para jugar con nuestro asombro en “depilación definitiva”:
“Ahora, mientras mi compañera prepara el encendedor, yo iré extendiéndole la gasolina”.
Teresa Serván y el sobrecogimiento y la evocación en historias como “Urgencias”:
“Es madrugada y en la sala de espera la gente apaña su cabello como puede. Coletas rebeldes, peinados cansinos, flequillos desastrados. Salvo ella que está ideal, pelo lavado y marcado. Desde su exquisitez observa a los que agonizan y trata de elegir. ¿La niña con ronchas de fiebre o el abuelo que se retuerce de dolor? Por fin, escoge a la rubia del rincón, melena envidiable, descaradamente hermosa. Es su terreno, solo la muerte es perfecta”.
La metáfora y la delicadeza angustiosa de Isabel Wagemann, maestra del desasosiego, por ejemplo en “Abundancia”:
“Con la punta de la lengua rebusco en mi axila derecha. Entre las hojas de zarza, confundo una gota de sangre con un fruto. Mis axilas son fértiles, mi cuerpo, generoso. He parido dos hermosas niñas y el varón está por llegar. Miren con atención entre el verde bajo mi brazo. Brota.”
“Pelos” es un libro con cierta liturgia cuando abres sus páginas, invita al silencio y a la reflexión, invita al grito cuando finalizas la lectura y descubres en las cuatro voces el halo de otras autoras que fueron silenciadas, cuyas obras no tuvieron reconocimiento, incluso aquellas que no firmaron con sus nombres por temor a que sus libros o ellas mismas fueran quemadas en la hoguera, las Microlocas consiguen que podamos oler el pelo quemado, el polvo de tantos manuscritos que no fueron publicados, escritos con voces, manos y cuerpos ásperos de mujeres que se cortaron el cabello a navajazos, que solo tienen la lengua sin pelos para contar los segundos, minutos y siglos de silencio que han soportado. “Pelos” son cuatro voces y la quinta que nos ilustra melenas, coños, trenzas de piernas que se aman, ancianas de pechos caídos.
“Pelos” es vida y un impulso para tantas autoras que reescriben el lenguaje, porque no es el momento de cosernos la boca, debemos recordar y reivindicar que la literatura también está escrita por mujeres.
Pelos. Editorial Páginas de Espuma.
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