Sophie Blanchard: la primera aeronauta profesional
Por Silvia Pato (@SilviaP3)
Se decía que Sophie Blanchard (1778-1819) tenía miedo a montar en carruaje y, sin embargo, no tuvo problema alguno para convertirse en la primera aeronauta profesional.
En una fecha que se desconoce, a finales del siglo XVIII, Sophie se casó con el inventor francés Jean Pierre Blanchard, que había hecho el primer viaje en globo sobre París cuando ella solo tenía cinco años.
Tiempo atrás, él ya había abandonado a su primera esposa y a sus cuatro hijos para dedicarse por completo a sus diseños y viajes. Blanchard, acompañado del médico John Jeffries, fue el primero en volar entre Inglaterra y Francia en tal medio de transporte, y desde entonces realizó giras de exhibición por toda Europa, en las cuales mostraba sus experimentos con paracaidas.
El éxito del inventor y aeronauta fue tal que llegó a Estados Unidos. Allí, Blanchard efectuó en Filadelfia el primer vuelo en globo aerostático sobre el país. En su honor, hay un cráter en la Luna que lleva su nombre.
En una época en la que se había extendido una admiración y afición absoluta por los vuelos en globo por parte del gran público, Sophie acompañaba a su marido durante las giras y comenzó a subirse con él. Este esperaba que hacerla partícipe incrementaría sus ingresos, después de haber quedado en bancarrota por una mala gestión. Se fecha la primera ascensión que realizó el 27 de diciembre de 1804.
Sophie se convirtió así en la primera aeronauta profesional, pero no era la primera mujer en volar en globo. Años antes ya lo había hecho Elisabeth Thible, aunque acompañada. Sophie sí fue la primera mujer en pilotarlo, realizando numerosas exhibiciones y viajes por territorio europeo.
Cuando Blanchard murió, al caer de su globo en La Haya, su viuda, acuciada por las deudas, no cesó la actividad, e incluso llegó a especializarse en vuelos nocturnos. Napoleón Bonaparte la nombró Aeronauta de los Festivales Oficiales. Otros realizaban este tipo de espectáculos, pero ella era la preferida del emperador. Cuando Napoleón se casó con María Luisa de Austria, Sophie realizó una ascensión sobre el Campo de Marte; con el nacimiento del primer hijo de la pareja, sobrevoló París arrojando desde el aire folletos informativos para anunciar el acontecimiento; y el día del bautizo del heredero lanzó fuegos artificiales desde su globo.
Cuando Luis XVIII entró en la ciudad del París, el 4 de mayo de 1814, con motivo de la restauración monárquica, Sophie ascendió en globo desde el Pont Neuf, formando parte de la procesión triunfal. El monarca le concedió el honor de nombrarla la Aeronauta Oficial de la Restauración.
Cuenta la leyenda que ella fue la causa del fracaso del estreno de la ópera Silvana de Weber (1786-1826), pues esa misma noche, la aeronauta estaba dando una exhibición en la ciudad. La mayoría prefirió ver el espectáculo de Sophie que escuchar las composiciones del músico alemán.
Trágicamente, Sophie también se convirtió en la primera mujer fallecida en accidente aéreo, al incendiarse el gas del globo aerostático en el que viajaba y estrellarse contra un edificio, durante una exposición en los jardines Tivoli en París. Tenía cuarenta y un años. Los organizadores decidieron que la recaudación sería íntegramente entregada a sus hijos, pero al descubrirse que carecía de ellos, gran parte de ese dinero se invirtió en erigir un monumento en su honor. La imagen elegida fue un globo en llamas, situado en la parte superior de su sepulcro, inscribiéndose en su epitafio:
Víctime de son art et de son intrépidite.
(Víctima de su arte y de su intrepidez)
Aunque apenas recordemos su nombre, la fama de Sophie fue absoluta en su época. Julio Verne explica el momento de su muerte en su novela Cinco semanas en globo:
De este accidente fue víctima Madame Blanchard, aeronauta francesa que prendió fuego a su globo disparando cohetes desde la barquilla. No cayó precipitada, y seguramente no habría muerto si no hubiese tenido la desgracia de que su barquilla chocase contra una chimenea, desde la cual cayó al suelo.
Y Dostoevski, en El jugador, utiliza ese instante para expresar las emociones de su protagonista:
Tomé los dos mil florines que me quedaban y los lancé sobre los doce primeros números; al azar, sin calcular. Hubo entonces un momento de espera … una emoción análoga a la que debió experimentar madame Blanchard cuando, después de haber volado sobre París, se sintió precipitada con su globo contra el suelo.
FUENTE: Smithsonian, Motherboard
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