«Retablo Pánico» con un sexteto de delirantes y peligrosas ‘niñas’ poseídas por sí mismas
Por Horacio Otheguy Riveira
Un homenaje al Movimiento Pánico de Fernando Arrabal impulsado en los años 60 del siglo XX, y poco y nada desarrollado en España, pero mucho en México, Colombia o Argentina, además de Francia, cuna de esta y otras grandes rupturas creativas. Este Retablo presenta a unas jóvenes que podrían integrar una terapia de grupo en una clínica psiquiátrica, pero que están en las fauces de un teatro que hurga en las neurosis típicas de los melodramas para hacerlos trizas. Así las cosas, estas 6 Salvajes criaturas antiprincesas del Corte Inglés, juegan peligrosas estrategias de verborrea onírica, sexualmente insidiosa, perversamente familiar… para encarrilar una revelación: todas ellas son niñas, mujeres y hombres con sus fálicos reveses y su venganza a punta de navaja. Nada escapa al pánico que une la locura con la necesidad de romper esquemas y salir a la superficie con una sonrisa pintada en la cara y las manos manchadas de sangre… de teatro.
Todas juntas reciben a los espectadores muy maquilladas, brincando, saltando, entusiasmadas con esta libertad plena de hacer cuanto les plazca. Todas como locas de atar, como histéricas perdidas, es decir, como niñas en plena libertad sin la mirada de los padres, esto es, también, como mujeres que montan desnudas caballos desbocados atravesando tres actos «pánicos» sin intermedio, atribuladas representaciones de variados personajes en una auténtica orgía de emociones y violencia física, aunque no orgía sexual pues esta solo flota en el ambiente de féminas que se sostienen lo suficiente como para inventarse masturbaciones en un gran pene imaginario o penetraciones y felaciones con sexos ausentes que en realidad no lo están tanto porque se trata de un juego incesante, lúdico, festivo, que bebe tanto del Pánico de Arrabal como del absurdo de Ionesco y el atormentado Artaud y su teatro de la crueldad: todas expresiones escénicas hermanadas por un común afán de expandir las sensaciones/emociones que se esconden tras las formas más o menos adaptadas de la convivencia social.
Una de las actrices se acerca a mí, y con unas manos frías y delgadas coge mis manos y me deja un papel arrugado, como de plástico, acerca sus labios húmedos a una de mis orejas y me susurra: «para que no te pasen cosas feas»… Y desaparece. Sigo viendo la función, hasta que, dominado por una intriga creciente abro la mano, despliego el arrugado papel y descubro que es un preservativo hecho un bollo; sonrío mientras en escena continúan sucediéndose escenas de alta tensión, de agresividad, de extraño antierotismo… pero mi sonrisa se expande, capta la invitación y se entrega de tal modo que cuanto sucede en el escenario me sabe a perlas de rocío en un desierto, a rabia furibunda y alegría ciega de poder expresarla.
Enfundadas en negro, menos una, toda de blanco, las terribles criaturas pintadas como niñas que juegan a ser mayores, representan una estruendosa comedia pánica, pagana, violenta, y finalmente liberadora de las constantes amenazas del masculino universo que las rodea, pollas en ristre, como puñales dispuestos a todo con tal de dominarlas. Aunque el juego empieza con sus propias pesadillas vividas a tope con plena conciencia:
Nena. (Desgarrada) ¡Sálvame! Por favor, ¡sálvame!
Lulú. (Sorprendida) ¿De qué?
Nena. (Susurrando) De ti.
Cinco actrices entregadas de lleno, tan encantadoras como siniestras, que lo mismo te advierten al llegar: «¿Seguro que te vas a quedar?», que te envuelven con sus mohínes, te atraen y rechazan con sus cuerpos arrastrándose, sus cuerpos bien moldeados enfundados en telas que nunca dejan de mostrar sus femeninas curvas.
Cinco actrices que se desdoblan y una que permanece muda, en el difícil empeño del silencio o el gruñido o el esfuerzo de ser un monstruo empeñado en follárselas a todas según las vaya cazando (Lucy Motta: la hembra/macho de blanco).
Ana Azorín, Inés Kerzan, Ángela Peirat sorprenden especialmente por venir de una comedia completamente opuesta y brillar en ambos «bandos» con similar acierto profesional (Usted tiene ojos de mujer fatal… en la radio), y Elena Ribeiro y Esther López se integran con gran disciplina en un trabajo eminentemente coral, donde nadie destaca ni compite: el sexteto de feroces princesitas da todo de sí y el Retablo Pánico alcanza momentos de esplendor, tan escalofriante como humorístico:
¡Ya sabes lo que les pasa a las putas que mienten a sus mamás! ¡Ya sabes dónde van las cerdas que se atreven a ser malas con sus pobrecitas mamás! ¡Ya sabes que el demonio viene y las corta en pedazos y se las da de comer a los perros que escupen espuma por sus bocas mugrientas! ¡Ya sabes que las nenas que son malas con sus mamás acaban solas en bares donde los hombres –los hombres sucios y malvados, los hombres con trozos de carne entre los dientes y manos grasientas de tocarse sus pollas sebosas– donde los hombres, esos hombres de los que estábamos hablando, las follan por el culo y por la boca y por el coño sin antes invitarlas nunca jamás a una Coca Cola!
Retablo Pánico
Autor y director: Ramón Paso
Ayudante de dirección: Blanca Azorín
Intérpretes: Ana Azorín, Inés Kerzan, Ángela Peirat, Elena Ribeiro, Esther López, Lucy Motta
Diseño de iluminación: Pilar Velasco
Vestuario: Sandra Pedraz Decker
Fotografías: María Jordán
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