Ángela Molina enamora con una Cleopatra lúcida, desesperada y divertida
Por Horacio Otheguy Riveira
César y Cleopatra, de Emilio Hernández, en una puesta en escena de Magüi Mira tan inspirada que rompe los estigmas del drama histórico y las visiones modernas del pasado para consolidar una imperecedera unión del drama con la comedia, y ambos arropados por un ambiente «musical» en el que todos parecen bailar y cantar… aunque no lo hagan.
Esta función de César y Cleopatra cuenta además con la complicidad de dos grandes actores de distinta generación, Emilio Gutiérrez Caba y Ernesto Arias, una joven brillante, muy prometedora, Carolina Yuste, y Ángela Molina: una primera figura del cine que muy poco ha hecho en el teatro, y sin embargo aquí demuestra que puede ser su verdadero hogar, donde nada ni nadie logra interponerse entre su cuerpo apolíneo, su voz rota y a la vez acariciante, y el vuelo insondable del drama escénico en toda su magnitud.
No hay mejor eternidad que la de un escenario que recibe a sus fantasmas como si fuera la única casa posible, la más soñada, la más libre. Una eternidad a la que se accede por la parte de atrás de un escenario: no hay escapatoria. La imaginación del escritor hace lo suyo, después de una ardua labor en busca de datos fehacientes, y deja respirar a sus personajes aportándoles el don de la palabra, tornándolos cercanos, sin la densa pesadumbre del pasado. Y en esas que una directora libre de prejuicios trabaja a diario con un músico con el que se entiende de maravilla, y a partir de allí se va construyendo —con la feliz camaradería del reparto— este espectáculo que se estrenó en el espectacular escenario de Mérida, pero que ya lleva mucho tiempo en gira. Ahora en Madrid, hasta el 5 de junio.
Emilio Gutiérrez Caba entra en escena con una sonrisa, en busca de viejos conocidos, de tiempos idos, de sorpresas…, y lo hace con la serenidad y la elegante chispa de un veterano maestro de ceremonias, incluso pícaro cómico de revistas musicales. Parece que va a bailar, a cantar, pero no lo hace, sólo camina, un poco de puntillas, otro poco con la arrogancia del antiguo militar. Detrás, Ernesto Arias va de poderoso general romano, los dos son Julio César en tiempos diversos:
Yo creía que cuando leía eso de Antes de JC, Después de JC, se referían a mí…
Tras este comienzo, entre el humo envolvente de la eternidad, surgen ellas: las dos Cleopatra de un devenir sigiloso e implacable: primero Ángela Molina, después su versión juvenil, Carolina Yuste.
Molina pronto entona un aria de Händel que no para de dar la vuelta al mundo desde su estreno en 1724 (la ópera Julio César en Egipto). Pero lo hace en castellano y en versión del músico de todo el espectáculo, David San José (una omnipresencia sonora formidable). Con esta escena se produce el segundo comienzo de alta comedia con ecos operísticos contemporáneos. Y a partir de aquí, un texto articulado sobre la base de una ficción histórica con datos precisos queda en manos de una puesta en escena de Magüi Mira que convierte cada cuadro en un género teatral, y los unifica todos en una singular especie de musical que se busca a sí mismo, se conquista en los más secretos deseos, se desplaza hacia el melodrama, coquetea con la ironía del cabaret más refinado… y por todas partes, dos grandes actores y una brillante joven actriz, cumplen con sus cometidos al servicio del protagonismo de Ángela Molina, cuya Cleopatra desboca la composición dramática, deja a los «césares» como hombres vencidos por sus circunstancias y sus torpezas, y la eleva a una consagración excepcional como personaje incomparable, y una creación actoral única por la seguridad con que mueve los hilos de hombres y mujeres del pasado y el presente: personaje sabio en común acuerdo con una actriz que sobrevuela los matices más conmovedores y se desliza por el terciopelo de la autoparodia con un talento que no tarda en reelaborarse cuando toca desesperar por los errores cometidos.
Si un día emprendes viaje hacia ÍtacaHas de saber que el viaje es la razónQue sea largo y pleno de aventurasTe hará saber del dolor y del amor…
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