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El amor incondicional de una prostituta y un profesor homosexual entre «Palabras malditas»

Por Horacio Otheguy Riveira

En el fragor de la inmediata posguerra española, el acoso y derribo de los supervivientes de la victoria franquista es implacable. En una pensión se encuentran una joven prostituta y un profesor homosexual, que le ayudará a potenciar su talento como poetisa. Las palabras que se dicen conducen a un contacto físico intenso y a un caudaloso mar de expresiones en un insólito paisaje de solidaridad: la poesía como cotidiano instrumento de resistencia.

Hoy he abierto las nubes en abanico
pero no he percibido su milagro.
Hoy he visto la muerte en mi espejo
y la he confundido con la sombra de mi canto.
Hoy he perdido mi geografía
y he confundido los pies con las miradas.

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Bajo el terror de la inmediata posguerra en La Coruña, una historia de amistad que se entrelaza con una pasión atípica, pero sobre todo avanza hacia la conquista de una formidable vivencia poética: es una historia de dos seres marginales y una mujer muy a ras de tierra (la dueña de casa). Entre los tres nada será como antes, y el tiempo encontrará fisuras tan dolorosas como mágicas.

Al principio, cuando la hermosa muchacha invade el espacio del solitario profesor que huye de las huestes falangistas, él le va enseñando el camino de la poesía excelsa y laboriosa y le lee, por ejemplo, un poco de un Rimbaud teatral que acuna a Ofelia, el trágico personaje de Hamlet:

En las aguas profundas que acunan las estrellas,

blanca y cándida, Ofelia flota como un gran lirio,

flota tan lentamente, recostada en sus velos…

cuando tocan a muerte en el bosque lejano.

Pero pronto la ingenua y salvaje muchacha confiesa sus propios poemas y ambos descubren una inesperada satisfacción cotidiana. Poemas escritos, leídos en voz alta, susurrados entre un hombre perseguido que da su vida por acabada, y una muchacha hermosa que le visita a menudo en su habitación, casi siempre medio desnuda, desinhibida, portadora de una belleza carnal que de pronto es duramente castigada por un sádico cliente. Entonces, el sabio profesor le da las primeras curas, la consuela, y pasea sus labios sobre una herida sangrante: agonía y éxtasis de un encuentro insólito incluso en la profusa literatura dramática sobre prostitutas, desde los clásicos griegos hasta aquí.

Tras el antecedente de Una giornata particolare, de Ettore Scola (en cine Sophia Loren-Marcello Mastroianni, 1977; en Madrid, Una jornada particular, Esperanza Roy-Fernando Delgado, dirigidos por José Carlos Plaza, 1986), en la que un ama de casa víctima del fascismo italiano se entrega por única vez a un intelectual perseguido por homosexual, estas Palabras malditas adquieren un desarrollo muy distinto porque la sexualidad de los personajes no sólo se limita a un coito tan sublime como desesperado, sino que está presente todo el tiempo: en la piel encantadora de la chica que se pasea en ropa interior con la naturalidad de una niña ingenua, en su piel maltratada y en su voz agasajada por el arte de componer poemas como puente de unión entre que se aman más allá de lo posible.

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Palabras malditas, escrita y dirigida por Eduardo Alonso es rara avis romántica, al tiempo que un alegato estremecedor contra aquellos tiempos de crímenes de estado y las delaciones forjadas en el día a día de la gente de a pie. Mientras los personajes padecen sus luchas interiores y exteriores, a través de una radio escuchamos la rimbombante autocomplacencia del siniestro gobierno franquista, mientras una lluvia pertinaz a través de la ventana torna más apremiante la necesidad de que Clara y Vicente se necesiten, se amen, se sueñen…

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Cuatro intérpretes con dos protagonistas señalados, todos con amplia experiencia en el Centro Dramático Galego, ahora integrantes de una Compañía de bien ganado prestigio: Teatro Do Noroeste.

Al frente, Eduardo Alonso, un hombre de teatro que abunda en todos los detalles de una producción teatral, tras muchos años de vérselas con clásicos y contemporáneos. Esta vez su puesta en escena oscila entre un realismo minucioso, que se percibe en el estilo de los actores, y una iluminación poética que enlaza directamente con los poemas que se deslizan magistralmente en la voz de Miquel Insua, cuya prestancia y dominio escénico permiten los momentos más interesantes de la función, a cuyo amparo de veterano profesional quedan el brío y el desamparo de Sara Casasnovas y la serenidad de Luma Gómez.

Desde la ventana veo, amiga, cómo marchas
y siento la soledad gorgojear en mi espalda.

Tú vuelves el rostro, y tu sonrisa es palomar blanco
y alzas la mano como velero antiguo
dejando una estela de nácar y madrugada.

Desde la ventana veo, amiga, cómo escapas
y se me abre el pecho en montes oscuros.

Tú vuelves el rostro y tu mirada es océano
y alzas la mano y rompes una lanza
permitiendo que el cielo trence ruiseñores.

Desde la ventana veo, amiga, cómo huyes
y tu perfil es arquitectura blanda.
Vuelves tu cara en poemas imprecisos
y alzas un abanico de mil posibilidades.

Desde la ventana, veo, amiga, cómo partes
y toda geografía se hace inevitable.

Vuelves la mirada y renuncio a mis principios,
alzas la mano como estandarte breve
y quiero disolverme en la esencia de tu luz inmensa.

 

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Autor, director y diseño de iluminación: Eduardo Alonso

Ayudante de dirección: Inma António

Intérpretes: Sara Casasnovas, Miquel Insua, Luma Gómez, Imma António

Voz en off, locutor de radio: Lino Braxe

Escenografía y vestuario: Paco ConesaPalabras-malditas-Foto-10-1000x667

Composición musical: Fernando Alonso

Proyecciones videográficas: César Seijas

Maquillaje: Dolores Centeno

Asesoría coreográfica: Chedes Suárez

Una producción de Teatro Do Noroeste

Teatro Español. Sala Margarita Xirgu. Del 5 al 22 de mayo de 2016.

Encuentro con el público, entrada libre hasta completar aforo: miércoles 18 de mayo a las 22 horas, aproximadamente.

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