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Los consejos de Toni Morrison para las tramas y la vida

La narradora estadunidense Toni Morrison fue invitada al Wellesley College en mayo de 2004 para dar una charla a los recién graduados. Los discursos de graduación son todo un género literario en sí mismo, pues mezclan la emotividad, la retórica y la celebración para marcar el fin de un ciclo: unas palabras para marcar el umbral que divide los años de formación de la vida adulta.

Morrison, ganadora del Premio Nobel de Literatura en 1993, se refirió a los clichés de los ritos de paso en ese tipo de discursos, como el que dicta que el futuro es de los jóvenes. En realidad, “a diferencia de lo que hayan oído o aprendido, el pasado no está hecho ni terminado, aún se encuentra en proceso”, pues “cambia a medida que es reexaminado y escuchado en sus resonancias más profundas”.

Otro cliché es que la juventud es “la mejor etapa de sus vidas.” Pero si lo es, dice Morrison, “entonces tienen mis condolencias. Porque van a querer permanecer aquí, atrapados en esta supuesta mejor etapa, sin madurar nunca, deseando solamente verse, sentirse y seguir siendo ese adolescente, que industrias enteras están comprometidas a forzarlos a ser”.

Y es que es difícil dejar de ser solamente un nicho de mercado: ¿cómo, pues, buscar hacer una vida buena, feliz y productiva sin caer en las categorías del mercado? Sin importar cómo resolvamos el futuro profesional, para Morrison “no hay nada más satisfactorio ni más gratificante que la verdadera adultez”. No se trata de envejecer simplemente, “el proceso de convertirse en uno no es inevitable. Su consecución es de una belleza difícil, una gloria duramente ganada, de lo cual las fuerzas comerciales y la insipidez cultural no deberían alejarlos”.

Pero finalmente Morrison se dedica a contar historias, así que su aproximación al tiempo va mediada por una conciencia narrativa del mismo, al igual que por la injerencia del narrador (nosotros mismos) en el desarrollo de la trama vital. El cierre del discurso no tiene una palabra de desperdicio:

Ustedes son sus propias historias y por tanto libres de imaginar y experimentar lo que significa ser humanos sin riqueza. Lo que se siente ser humano sin dominar a otros, sin arrogancia temeraria, sin miedo a los que no son como tú, sin rotar, ensayar ni reinventar las aversiones aprendidas en la infancia. Y a pesar de que no tienes control completo de la narrativa (puedo decirles que ningún autor lo tiene), de todos modos puedes crearla.

A pesar de que nunca lleguen a conocer por completo ni a manipular exitosamente a los personajes que aparezcan o perturben sus tramas, pueden respetar a aquellos que sí al prestarles mucha atención y hacerles justicia. El tema que decidan puede cambiar o simplemente eludirlos, pero ser sus propias historias significa que siempre pueden elegir el tono. También significa que pueden inventar el lenguaje para decir quiénes son y qué significan. Pero, en fin, yo me dedico a contar historias y por tanto soy optimista, una creyente en la inclinación ética del corazón humano, una creyente en la repugnancia de la mente al fraude y su apetito por la verdad, una creyente en la ferocidad de la belleza. Así que, desde mi punto de vista, que es el de una narradora, veo sus vidas como tramas ya en desarrollo, esperando, simplemente esperando y listas para ser convertidas en historias.

 

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