Ahora sí, antes no (2015), de Hong Sang-soo
Por Jaime Fa de Lucas.
Película surcoreana que se desarrolla exclusivamente a través de una serie de diálogos entre un director de cine y una pintora que se acaban de conocer. La historia se presenta dos veces pero con variaciones. Amor y/o fracaso con un pequeño guiño metafílmico. Incomprensible su éxito en festivales como el de Locarno o el de Gijón, así como las alabanzas generalizadas por parte de la crítica, pues estamos ante un relato que, si bien tiene alguna idea destacable, resulta aburrido, tedioso, plagado de diálogos insustanciales y formalmente insulso. Podría ser interesante la repetición de la historia, ese cambio de conducta que altera los acontecimientos, pero ni siquiera es original, pues lo hemos visto ya en cientos de películas (Atrapado en el tiempo, 1993; El efecto mariposa, 2004; Los cronocrímenes, 2007; Una cuestión de tiempo, 2013…) y tampoco propone nada innovador.
Es curioso cómo todavía hay gente que acepta que una película se limite a presentar una sucesión de diálogos, como si el proceso de creación cinematográfica consistiera únicamente en escribir un guión repleto de conversaciones y añadir lo estrictamente necesario a nivel audiovisual para representarlas. Discúlpenme señores, pero eso no es cine, eso es trasladar una obra literaria al medio equivocado. El cine es un lenguaje propio, audiovisual, que en el mejor de los casos debe sostenerse por sí solo, o al menos, reducir al máximo el uso de la palabra, o al menos, utilizar la palabra con sentido. El problema no es sólo que la película es esencialmente texto llevado a una pantalla, es que ese texto no va a ninguna parte, no desarrolla ninguna idea, es una mera excusa para que la relación avance, algo que se puede conseguir perfectamente disminuyendo los diálogos. Habría que buscar un porqué al uso excelso y reiterado del diálogo; la respuesta que se me ocurre: porque es lo más fácil.
Me viene a la cabeza una película como The Man from Earth (Richard Schenkman, 2007), que está compuesta mayormente por diálogo, pero ese diálogo sirve para exponer una serie de ideas que resultan interesantes, de tal manera que ese exceso de diálogo funciona. De hecho, la película de Sang-soo plantea una idea similar a la de Schenkman, pero desde un punto de vista más superficial, esto es, la dificultad para discernir si un discurso es verdad o mentira. Mientras que en The Man from Earth se plantean ideas bastante complejas, cercanas a las de Hayden White –la influencia del lenguaje en la historia, la historia como narración, el lenguaje como constructor de realidad, etc.–, en el caso de Ahora sí, antes no, se trata de una historia romántica que plasma, de manera algo básica, el conflicto entre realidad y ficción, algo que se insinúa, por ejemplo, cuando el director se cae debido a su borrachera y dice que estaba actuando –el espectador no sabe si se cae por borracho o porque estaba actuando–.
Puesto que la relación romántica aparece duplicada, con diferentes variaciones, el espectador no sabe cuál de las dos retrata el comportamiento sincero del director –aunque se insista en la segunda parte–. Esto remarca las diferentes posibilidades que permite el proceso creativo, al mismo tiempo que asocia las relaciones humanas con el cine –toda relación tiene una parte que puede ser fruto de una mentira y, por tanto, estar basada en una ficción–. En este sentido, en la segunda historia, cuando están en casa mientras ella pinta, el cuadro no se muestra, por lo que parece que no tiene importancia. Lo que sí se percibe es lo caprichoso de los comentarios del director, ya que la primera vez fueron distintos, como si se tratara de ocurrencias banales que según el momento pueden ir a una parte u otra, algo que resalta la vacuidad de su discurso. Así, se muestra lo caprichoso, tanto de las relaciones personales como del proceso creativo.
Desgraciadamente, la elección formal de Sang-soo no es nada estimulante y ayuda bien poco a esquivar esa monotonía de las conversaciones. Los planos-secuencia estáticos inundan la pantalla, sin el menor atisbo de movimiento, y apenas despiertan el mínimo interés. Por si esto fuera poco, los mismos planos se repiten dos veces. Entiendo que por asociación con las motivaciones de los protagonistas se intenta buscar un punto medio entre la pintura y el cine –imágenes en movimiento a través de planos estáticos–, pero creo que esta decisión acentúa los defectos de la sobreabundancia de diálogos. Ambas decisiones creativas se mueven en una dirección que tiende hacia el aburrimiento. Por otra parte, interpreto que el uso del zoom pretende evidenciar que estamos ante una obra de ficción, ante un artificio, conectando así con las diferentes capas del conflicto entre realidad y ficción mencionadas anteriormente.
A nivel de verosimilitud, creo que también hay algún despropósito. Cuando están en la mesa con los amigos de ella, en la primera parte una mujer le increpa porque conoce todos los trapos sucios de su vida amorosa, pero en la segunda parte dice que le cae bien, que le gusta, aun teniendo la misma información. No se entiende qué influencia puede tener la supuesta sinceridad del director en la segunda parte si no se nos muestra la interacción que transforma la opinión de la mujer. Hay un manejo de la elipsis un tanto desconcertante.
Ahora sí, antes no es una película mediocre, que plantea cuestiones elementales sobre los procesos creativos y las relaciones humanas a través de un caldo formal difícilmente comestible. Se podría rescatar el vínculo entre el destino de las dos historias y las paradojas establecidas entre realidad y ficción, pero poco más, ya que no hay un acercamiento a estas ideas lo suficientemente profundo como para proponer algo fresco. La pereza creativa, estilística y mental pasa factura.