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«Decir sí» en la Sala Mirador: el peligroso encanto de la sumisión

Por Horacio Otheguy Riveira

 

En una peluquería un hombre y una mujer. El peluquero que come un bocata de mortadela, y una cliente inesperada. Dos desconocidos en un ritual de incierto destino donde lo que parece cómico es, en realidad, esperpento de una realidad que sólo puede entenderse a través del absurdo que aparenta.

Una obra breve de Griselda Gambaro, quien ya ha cumplido 87 años: gran figura del teatro y la narrativa en lengua hispana. Nacida en Buenos Aires, siempre ha construido piezas teatrales de proyección universal en las que la sorpresa va unida a la creación de personajes cotidianos que se vuelven raros a nuestros ojos, pues todo convencionalismo se distorsiona para expresar su grito, su angustia, su sentido del humor o un horror que alguna vez persiguió una dictadura militar «defensora de la familia y las buenas costumbres».

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Decir sí surgió como un relámpago en una serie de obras breves que se representaban en un Buenos Aires aún bajo botas militares: era un «aquí estamos todavía» de gente de teatro de varias generaciones. Pronto le incendiaron el teatro de madrugada (una tradición de alarma fascista, pues muchos años antes ya había sucedido en otra sala para impedir el estreno del musical Jesucristo Superstar), sin víctimas, como advertencia furibunda. Pero la dictadura languidecía y otra sala les abrió sus puertas y ya las voces no se acallaron nunca.

Decir sí no es un panfleto de resistencia a la autoridad, es mucho más; muchas vertientes guarda en su interior, ligadas a la necesidad imperiosa e inconsciente de millones de personas de acatar, obedecer, de temer cualquier enfrentamiento o cuestionamiento a toda clase de autoridad, no hace falta que sean militares o policías, es suficiente con una oficina de Hacienda, o del Ayuntamiento o cualquier burocracia. Fácil es escuchar por ahí: «Le tengo terror a los trámites de cualquier tipo»: un latiguillo en gente corriente, no en individuos atrapados por el implacable traqueteo de una mafia o una familia tiránica. Con un sentimiento de culpa enfermizo bajo exceso de inocencia.

En muchas obras de Gambaro se toca este tema, siempre de manera renovada, fresca, implacable. Por ejemplo, en Las paredes ocurre que éstas se van acercando lentamente entre sí para terminar atrapando al personaje. En La malasangre (una pareja de enamorados huye de la tiranía del padre) o Nada que ver con otra historia (maravillosa versión libre del mito de Frankenstein): circunstancias todas de poder omnímodo que se enfrenta a la rebelión, soledad o mansedumbre de personajes singulares que, sin embargo, permiten plena identificación, según la hora, el instante, la agonía por los que esté pasando el espectador.

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Decir sí es una función escrita y estrenada por primera vez en 1981, y los dos únicos personajes masculinos se transforman aquí en hombre y mujer. La dirección de Cristina Rota «ejecuta» una comedia negra muy libre al incorporar a una joven y aportar elementos de la cultura popular española. Sin embargo, todo el engranaje funciona provocando una simpatía rara que se va convirtiendo en grotesca, ya que quien entra en la peluquería para un corte de pelo corriente se sale de la norma y se convierte en un ser extraordinariamente necesitado de atención, a tal punto que va perdiendo todo rasgo personal.

La metáfora de quien hace todo lo posible por mantener su statu quo de víctima, y el desprecio por parte de quien abusa de su poder, permite toda clase de interpretaciones, y este es uno de los grandes valores de la autora: entregar al espectador un mundo rico en sugerencias y planteamientos que rara vez puede encontrar en otra parte, y con ese material le entrega generosamente un modo de ver la realidad nada complaciente.

Los jóvenes actores Beatriz Bracero y Fernando Solís (ex alumnos de la Escuela de la directora de la función) dominan los dos extremos en que se mueven sus personajes: la verborrea de la chica y el silencio del peluquero. Entre estas antípodas se mueve toda la puesta en escena logrando la atmósfera precisa para que el espectador se sienta cercano al drama que va creciendo mientras «parece» que no hay más que un juego absurdo sin visos de realismo.

Decir sí, de Griselda Gambaro, dirección de Cristina Rota: dos mujeres de teatro de distinta generación formadas, cada una en su mundo, desde la rebeldía y la visión crítica del mundo. Visiones siempre mecidas por la permanente brisa creativa de la búsqueda constante.

 

 

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Decir sí

Texto: Griselda Gambaro

Dirección: Cristina Rota

Intérpretes: Beatriz Bracero y Fernando Solís

Iluminación: Cristina Rota y Luis del Valle

Del 5 al 22 de mayo de 2016. Sala Mirador

Horario: De viernes a sábado, 20:00 horas; domingo, 19:30 horas.

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