Victoria Zazo se lanza desnuda a un «Gozazo» en El umbral de primavera
Por Horacio Otheguy Riveira
Insólita experiencia teatral de exaltación de la vida de cada día. Empieza en la sala de espera: un bar de lo más acogedor, la gente con su entrada en la mesa junto a la cervecita que podrá llevar a la sala, y sin previo aviso, una chica oronda, alta y fuerte con cara de muñeca y sonrisa de rebelde, irrumpe cantando a capela, se pasea por las mesas y coquetea con algunos cuerpos alelados o anhelantes. Siempre desnuda recorre la zona donde se la mira con sonrisa o muy seriamente, pero ella continúa, libre como si acabara de descubrir el infinito placer de estar entre desconocidos, casi completamente desnuda (cubre su sexo tan solo) mientras su voz y sus carnes altivas y tiernas se regocijan en el encuentro y nos invita a pasar a compartir con ella una ceremonia de miedos y esperanzas.
No todo lo que ocurre dentro de la sala (donde se viste mientras nos acomodamos en las butacas) corresponde con un comienzo tan prometedor y meritorio, pues por lo general el desnudo suele llegar al final como efecto rompedor. Pero aquí todo es diferente: se empieza con la actriz desnuda y se continúa con ella enfundada en un vestido acariciante que marca sus formas generosas, y termina con una despedida de niña buena, una despedida amorosa por el presente y el futuro de todos…
El desarrollo de la función presenta de manera inconexa el devenir de una mujer, sus sentimientos ante situaciones concretas y otras más poéticas, como si paseáramos por el amor, la desdicha y la muerte de sus experiencias, dentro y fuera de su piel, de su corazón.
No hay intención erótica alguna: la desnudez es un signo de sencillez cotidiana, de manera de ser entre los espectadores anónimos, una mujer, un ser humano, una persona, deseosa de encontrar caminos posibles para su vida, más allá de complejos (esos latiguillos tan corrientes de «la vida es una mierda», «el mundo me odia»…).
Victoria Zazo y su GoZazo conforman un espectáculo desigual que ha de cargar con un texto poco inspirado, creado y dirigido por Tino Antelo, en el que se confabulan vuelos poéticos con escenas muy convencionales, un quiero y no puedo del que sale victoriosa la sonrisa y las lágrimas de la protagonista.
El resultado es una rara conjunción casi musical de la representación, con arena que la vida se llevó, recuerdos de infancia, situaciones de tipo social… y, curiosamente, ninguna referencia a una relación sentimental ni sexual. Todo ello hace que cuando llegamos al final se echen de menos muchas cosas y nos sobren otras. Pero, en definitiva, GoZazo es una experiencia atípica que vale la pena conocer.
Teatro El umbral de primavera: sábados 14, 21 y 18 de mayo de 2016.