Mark Twain, el coleccionista de climas
A Mark Twain le gustaba tanto el sonido que hacía la lluvia en los techos de hojalata que cubrió una buena parte de su techo con este material. Lo mejor es que no tenía que esperar a la época de lluvias para poder escucharla porque el clima de Nueva Inglaterra, como alguna vez ampliamente describió, tenía una “suntuosa variedad” de humores que podía sorprenderte en cualquier momento. Tanto así que la lluvia a menudo “evitaba caer” justo en el pedazo donde estaba la hojalata. Pero más que un humorista y un gran apreciador de la meteorología, Twain fue un obstinado coleccionista de climas.
“En la primavera he contado 136 distintos tipos de clima dentro de 24 horas” señaló en su conferencia “New England Weather” en 1876. Para él, enlistar los climas era una manera de registrar, por secciones, la deslumbrante incertidumbre de su vida. Guardaba entonces su colección de climas como lo haría quizás un coleccionista de sellos, y de esta manera podía “aprehender” hasta cierto punto los caprichos naturales y a su vez hacer algo de ellos.
De esta colección de más de 100 estados del clima escogió siete para su novela Pudd’nhead Wilson, la cual escribió en una llamarada de creatividad estimulada por su inminente bancarrota. Necesitaba escribir rápidamente una novela y los usó como símbolos para sustituir las largas descripciones del clima tan comunes en esa época. También, desde luego, quería hacer uso de sus “sellos climatológicos” que con tanta diligencia había coleccionado. Los que le parecieron más útiles fueron: “soleado”, “lluvioso”, “nieve”, “muy oscuro”, “luz de las estrellas”, “luz de luna”, “niebla”. Pero estos se podían combinar con dos o más símbolos, como le explicó a su editor en una carta.
En el manuscrito original estos aparecen aquí y allá en los márgenes del texto, que logró terminar en tiempo récord. Por alguna desafortunada razón, su editor hizo caso omiso de la carta y los dibujos no aparecen en la edición publicada. Cuando terminó su libro, en julio de 1893, le comentó a su editor: “No hay nada de clima en él y no hay nada de paisaje; ¡la historia ha sido despojada de vuelo!”.