Triángulos bizarros: Henry Miller, Anäis Nin y June Mansfield
Por Inés Sánchez Viña Rodríguez.
La bohemia parisina de entreguerras esconde innumerables anécdotas e historias de lo más rocambolescas sobre los artistas que por aquel entonces residían en la capital francesa. De entre mis favoritas destaca el triángulo amoroso protagonizado por el escritor norteamericano Henry Miller y su segunda esposa, Jude Mansfield, con la autora vanguardista francesa Anaïs Nin.
El nombre de Henry Miller ha trascendido hasta nuestros días en buena parte gracias a la fama que le reportó la publicación de Trópico de Cáncer (1934). No obstante, pocos conocen la verdadera historia del escritor norteamericano que llegó a París en 1930 huyendo de la Gran Depresión. En París, Miller pasará las mayores miserias de su vida, experimentando con el libertinaje de la avant-garde y la bohemia reinante de la época. En aquellos tiempos, el escritor estaba casado en segundas nupcias con June Mansfield, una bailarina de ‘cruda belleza’ que trabajaba como taxi driver en Broadway, y por la que había abandonado a su primera esposa e hijo.
Miller y Mansfield contrajeron matrimonio al poco tiempo de conocerse, en 1924. Su unión no estuvo exenta de contratiempos. En los años posteriores al enlace, la pareja no logra asentarse. Tras numerosas idas y venidas, varios incidentes y algún que otro affaire, el nortamericano decide marcharse por su cuenta a Europa. Miller llega a París en los años treinta, aunque lo cierto es que su primera opción habría sido instalarse en España, pero debido a sus escasos recursos económicos y a su incapacidad para manejar dinero, termina estableciéndose en la capital francesa. Recordando sus primeros meses en París, Miller escribiría más tarde que se encontraba “desesperadamente hambriento no sólo de hambre física y sensual, de tibieza humana y comprensión, sino también de inspiración e iluminación.”
Tremendamente defraudado con su poca capacidad de escribir, su principal objetivo era el de hacerse un hueco dentro de la comunidad literaria de la ciudad de la luz. La comunicación que mantiene con su segunda mujer es bastante escasa, y Miller apenas consigue sobrevivir como puede en el París de entreguerras. Sus condiciones son bastante precarias, pero no ceja en su intento de convertirse en un escritor de éxito. En diciembre de 1931, Mansfield realiza una breve visita a su marido, durante la cual Henry le presentará a su nueva amiga, la joven escritora Anaïs Nin.
Anaïs Nin era una joven francesa nacida de padre cubano-español y madre cubano-danesa. A sus 19 años había contraído matrimonio con el neoyorkino Hugh Guiler, un próspero banquero
por el que abandona el país donde se crió, Cuba. En París, Anaïs disfruta de la protección de su marido así como de una buena posición económica y social. Gran amante de la literatura y las artes, Anaïs había comenzado a escribir a una edad muy temprana. El primer encuentro entre Miller y Nin tiene lugar en 1931. Anaïs tenía entonces 28 años, Miller 40. Los detalles de ese primer encuentro quedarán recogidos por la propia Anaïs en sus diarios, posteriormente publicados en diferentes volúmenes. La pareja habla durante horas sobre literatura, filosofía y psicología. Se seducen, se hacen amantes. Miller le descubre la bohemia parisina del Montparnasse, el libertinaje imperante del período de entreguerras que ella desconocía.
En 1932, June Mansfield regresa por segunda vez a París. Llegados a este punto, nos encontramos con diferentes versiones con respecto a lo que sucedió durante esta segunda visita de Mansfield. Se dice que fue Anaïs Nin la que en primera instancia se habría obsesionado compulsivamente con la esposa del escritor. Otras versiones señalan que fue totalmente al contrario. En cualquier caso, lo que es indudablemente verídico, es que las dos mujeres se involucran en una relación paralela a la que Anaïs mantiene con Henry Miller. En el primer volumen de sus diarios, Henry, su mujer y yo (1931-32), Anaïs recoge los pasajes más polémicos de su relación con Henry Miller y su esposa:
“June es mi aventura y mi pasión, pero Henry es mi amor. No puedo ir a Clichy y enfrentarme con los dos. Le digo a June que es porque temo que no sepamos ocultar nuestros sentimientos delante de Henry, y le digo a Henry que es porque temo no fingir bien delante de June. La verdad es que miro a Henry con ojos ardientes y a June con exaltación. La verdad es que sufro humanamente al ver a June instalada al lado de Henry —donde yo quiero estar— porque la intimidad entre Henry y yo es más fuerte que cualquier aventura.”
El exquisito idilio entre Mansfield, Nin y Miller se convierte en uno de los triángulos amorosos más controvertidos del siglo XX. La relación logra sostenerse apenas un año, pues al poco tiempo Mansfield descubre que tanto ella como su esposo son amantes de la misma mujer. El desengaño provoca su regreso a Estados Unidos, no sin antes exigir el divorcio a Miller a finales de diciembre de 1932.
La relación de Miller con Anaïs Nin sigue adelante tras la partida de su segunda esposa. Miller publica entonces Primavera Negra (1936), obra dedicada a Anaïs, y también una de sus obras más reconocidas, Trópico de Capricornio (1939). La joven francesa, por su parte, le apoya económicamente durante todo este tiempo al mismo tiempo que le ayuda con la publicación de su novela más elogiada, Trópico de Cáncer (1934). En un lapso de apenas tres años, Henry Miller pasa de la nada al todo.
En 1939 la pareja abandona Francia huyendo de la Segunda Guerra Mundial. Establecen su residencia en Nueva York. Allí escriben juntos relatos eróticos. No obstante, al poco tiempo de asentarse en la capital estadounidense, Miller decide mudarse a California. El escritor le pide a Nin que se mude con él, pero la escritora jamás llegará a abandonar a su marido Hugh Guiler. Pese a todo, la correspondencia que mantuvo la pareja da buena cuenta de la insólita pasión que ambos se profesaron. En una de sus innumerables cartas a Anaïs Nin, Henry Miller escribe:
“Terriblemente, terriblemente vivo, afligido, absolutamente consciente de que te necesito. He de verte, te veo brillante y maravillosa (…) Anaïs, no te apartes de mí. Me envuelves como una llama brillante. Anaïs, por Dios, si supieras lo que siento en este momento. Quiero conocerte mejor. Te quiero. Te quise cuando viniste a sentarte en mi cama – esa segunda tarde fue toda como una cálida neblina- y de nuevo oigo cómo pronuncias mi nombre, con ese extraño acento tuyo. Despiertas en mí tal mezcla de sentimientos que no sé cómo acercarme a ti. Ven a mí, aproxímate a mí, será de lo más hermoso, te lo prometo. No sabes cuánto me gusta tu franqueza, es casi humildad. Sería incapaz de oponerme a ella. Esta noche he pensado que debería estar casado con una mujer como tú. ¿O es que el amor, al principio inspira siempre esos pensamientos? No temo que quieras herirme. Veo que tú también posees fuerza, de distinto orden, más escurridiza (…)”
La relación erótico-literaria de Henry Miller y Anaïs Nin trascendió los límites del sexo, haciendo perdurar su alianza durante años, a pesar de los diferentes reveses de la vida y el inevitable distanciamiento posterior. Nunca renunciaron al intento de entenderse y explorarse, el uno a través del otro. Y fue precisamente este entendimiento mutuo lo que se convirtió en su verdadero gran amor.
Me encanta como escribes.
Excelente artículo
Me gusta mucho, hay varias versiones sobre estre triangulo amoroso entre June, Henry y anaïs
Hay que leer el libro del fotografo brassai.