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El listado (y guía) de Borges sobre literatura fantástica

A veces, cuando se repasa la historia de la literatura (y, en especial, sus curiosidades), destaca que la habilidad de escribir se manifiesta de formas caprichosas aun en autores que consideramos portentosos. Octavio Paz, por ejemplo, fue sobre todo poeta, un ensayista destacado, pero apenas se aventuró en la prosa de ficción; algo parecido sucedió con Julio Cortázar, cuyos cuentos son extraordinarios pero quien, según la crítica especializada, tuvo poca fortuna con la novela (Rayuela sería la excepción porque, se dice, tiene más bien la estructura de colección de historias cortas).

Después de todo es posible que estas limitaciones no sean casuales y, más bien, hablan de la inclinación y el gusto personal que poco a poco y por medio de la experiencia van transformándose en maestría y dominio de un género. Quizá un poeta no puede escribir una novela, pero sin duda demostrará gran solvencia al momento de ponderar la poesía.

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Ese es un poco el caso de Jorge Luis Borges, quien, por otro lado, encontró una gran satisfacción en elaborar listados y jerarquizar las obras de otros. Para Borges una parte importante de la literatura era ejercer la crítica pero desde un lugar netamente personal, subjetivo, lo cual puede sonar solemne pero en realidad es simple: la perspectiva que ofrece el gusto personal. Como dijo en un par de ocasiones, para él leer debía ser siempre un ejercicio esencialmente hedonista, que se hiciera por placer y nunca por obligación, por lo mismo, lo único que tendríamos que leer serían las cosas que de verdad nos agradan.

A Borges, ¿qué le gustaba? Sus preferencias son conocidas y su recurrencia es frecuente a lo largo de su obra. Sin embargo, como parte de la colaboración editorial con Franco Maria Ricci, el argentino seleccionó y prologó algunos títulos que conformaron La Biblioteca de Babel, una colección dedicada exclusivamente a la literatura fantástica y, en particular, a historias breves pertenecientes a este género.

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La combinación no podía ser más afortunada: Borges eligiendo cuentos fantásticos para que alguien más los leyera. Entre otros, en ese anaquel sorprendente encontramos:

“Las muertes concéntricas”, de Jack London

“El espejo que huye”, de Giovanni Papini

“El convidado de las últimas fiestas”, de Villiers de L’Isle-Adam

“La puerta en el muro”, de H. G. Wells

“La pirámide de fuego”, de Arthur Machen

“El ojo de Apolo”, de G. K. Chesterton

“La estatua de sal”, de Leopoldo Lugones

“Micromegas”, de Voltaire

“El país del Yann”, de Lord Dunsany

Además de la colección citada, publicada en español por la editorial Siruela, los prólogos están reunidos bajo el título Prólogos de La Biblioteca de Babel, una lista que, como dice Roberto Calasso a propósito de la bibliografía de Masa y poder, es una suerte de hoja de ruta, una invitación a recorrer el curso de alguien que encontró en el cuento uno de los mejores vehículos para el asombro que puede depararnos la literatura.

 

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