“El jurado”: corrupciones cotidianas a cargo de un magnífico reparto
Por Horacio Otheguy Riveira
“El jurado” ha de resolver el juicio a un político español. Nada que ver con las películas americanas que tanto entusiasmo despiertan desde Doce hombres sin piedad (1957), también obra teatral con un magnífico Estudio 1 de TVE en 1973. Este jurado nuestro contiene un despliegue de personajes muy cercanos, a la manera de una obra realista de las que rara vez se estrenan: el día a día de 9 personas de distinta clase social, formación y necesidades al frente de un caso como tantos de los que nos bombardean las noticias todos los días desde hace años, mientras la inmensa mayoría dudamos si de verdad se hará justicia o todos los que de verdad tienen poder también están pringados.
El desarrollo de la trama está a cargo de un equipo que funciona como un reloj suizo bajo una formidable dirección de Andrés Lima, sobre un escenario giratorio donde se desarrollan las humanas actitudes y los conceptos vitales de justicia e injusticia, cuando no hay nada que perder… o demasiado que ganar…
Cuatro mujeres y cinco hombres están reunidos para dar un veredicto después de haber visto y escuchado todas las alegaciones a favor y en contra del presidente de una Comunidad, en torno a un posible delito de corrupción. El factor de identificación con cualquiera de estos personajes está servido, y allí radica la clave más interesante de la función, ya que no más empezar todos quieren irse cuanto antes, así que lo más fácil es declarar culpable al procesado. Y punto. Algo que podemos entender como muy “humano, normal, de todos los días”, ya que fueron obligados a cumplir este papel de jurado por una citación a la que no se puede faltar, salvo por certificado médico, y cuanto antes se puedan ir de cañas, al fútbol o simplemente a tumbarse ante el televisor, mejor que mejor, pero uno de ellos siembra la alarma: no han debatido nada, se dejan llevar por la posición más cómoda e irresponsable, hay mucho que exponer, que replantear, que debatir, y los temas en torno al político presuntamente corrupto salen uno detrás de otro, en un juego de interés creciente.
Personajes y diálogos trasuntan temas conocidos, maneras de enfocar la vida cotidiana con sus problemas y sus frustraciones, y poco a poco van saliendo asuntos que ponen en duda la culpabilidad del individuo en cuestión. Uno solo de ellos tira del “No culpable” y obliga a los demás a replantear, discutir, observar, analizar, un trabajo limpio y necesario que impedirá que se vayan a casa cuanto antes. Detrás de las discusiones que giran y giran y se solapan en apartes siempre interesantes, hay una serie de recursos a los que todos quieren tener acceso. Una mirada profunda sobre la corrupción nacional que a todos nos alcanza e impone preguntas importantes, preguntas cuya respuesta conforma una forma de vida en la que todos estamos implicados, y que cada espectador habrá de hacerse.
El adjetivo indefinido “todos” se repite mucho en esta crónica, y es lo esencial de un texto fluido, con diálogos breves, ágiles, y una dirección de enorme precisión para que lo convencional de algunos personajes se enriquezca con la profundidad de otros, bajo el manto protector de una escenografía y una iluminación que aportan un aire de thriller bien templado, un toque de inquietante suspense hasta lograr un final a la medida. Un final previsible que, sin embargo, se enfoca de tal manera que impacta en su definitiva resolución: hallazgo incomparable de todo el equipo de producción.
El reparto es óptimo. La veteranía de algunos se integra con los que menos experiencia teatral tienen. Nada queda fuera de juego, y todos interesan, si bien los personajes más desarrollados son unos pocos a cargo de intérpretes como Pepón Nieto (cuya vis cómica tantas veces disfrutada queda aquí invisible, perfectamente integrado en un personaje cínico de teatro realista), Víctor Clavijo, Isabel Ordaz, Josean Bengoetxea, Eduardo Velasco y Cuca Escribano.
Pero, más allá de las virtudes de personajes/intérpretes, lo importante es que se ha conseguido una labor de equipo que empieza con la compañía andando en cámara lenta y termina con un foco de luz sobre uno de los personajes que tiene una revelación clave, y luego se renueva el ralentí del comienzo rumbo al proscenio, donde se reciben entusiastas aplausos: todo un proceso de atractiva creatividad para un texto muy ajustado a una realidad inmediata en que la corrupción parece estar al alcance de todos.
El jurado
Autor: Luis Felipe Blasco Vilches
Dirección: Andrés Lima
Ayudante de dirección: Laura Ortega
Intérpretes: Josean Bengoetxea, Víctor Clavijo, Cuca Escribano, Pepón Nieto, Isabel Ordaz, Canco Rodríguez, Luz Valdenebro, Eduardo Velasco y Usun Yoon
Iluminación: Valentín Álvarez
Escenografía: Beatriz San Juan
Vestuario/Figurinista: Paloma de Alba
Vestuario de Pepón Nieto: Félix Ramiro
Música original: Jesús Durán
Naves del Español, Matadero. Sala Fernando Arrabal. Hasta el 15 de mayo 2016.
Encuentro con el público el miércoles 4 de mayo al finalizar la función, aproximadamente a las 21,45 horas.
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