La vuelta al mundo de Jeanne Baret

Por Silvia Pato (@SilviaP3)

Un siglo antes de que Nellie Bly diera la vuelta al mundo emulando a Phileas Fogg en la novela de Julio Verne, con el beneplácito del escritor francés, la botánica Jeanne Baret (1740-1807) hizo lo propio formando parte de una expedición científica que pasaría a la historia: la organizada por Louis Antoine de Bouganville (1729-1811) entre 1766 y 1769.

La expedición estaba formada por el propio Bouganville, el cartógrafo Charles Routier de Romainville, el astrónomo Pierre Antoine Véron y el médico y naturalista Philibert Commerson (1727-1773). Este último había contratado los servicios de un asistente personal, Jean Baret, para la ingente tarea que iban a realizar en semejante periplo de investigación y catalogación de los ejemplares descubiertos.

Aquel muchacho, que fue quien realizó la mayor parte de los trabajos, puesto que el botánico estuvo enfermo durante casi toda la travesía, era una mujer. Por si eso fuera poco, no era una mujer cualquiera. Baret, que había tenido que disfrazarse de hombre para poder formar parte de aquella tripulación, era la amante del científico viudo. Cuando alcanzaron Tahití y se descubrió la verdadera identidad del asistente de Commerson, ambos se vieron obligados a abandonar la expedición en la isla Mauricio, donde fallecería el científico.

Viéndose sola y sin recurso alguno, Baret abrió un cabaret en Port Louis, donde conoció a Jean Dubernat, un oficial francés con quien se casaría y regresaría a su país natal, completando así su vuelta al mundo. En ese regreso, trajo al viejo continente una treintena de cajas repletas de los miles de ejemplares que había recolectado con Commerson. La botánica recibió parte de la herencia de este y el rey Luis XVI le concedió una renta vitalicia.

Fueron miles las especies catalogadas durante la expedición Bouganville, aunque la más famosa de todas ellas sea la que hace honor a su nombre: la buganvilla. Pese a toda la labor realizada por la botánica, tenemos que fechar el año 2012 como aquel en el que, por primera vez, se le da nombre a una nueva especie para rendirle homenaje, tal y como ha sucedido con sus colegas masculinos a lo largo de la historia, e intentando subsanar el hecho de que ninguno de los ejemplares catalogados en el famoso viaje dieciochesco llevara su nombre, sobre todo, porque nadie había reivindicado sus trabajos y, de una u otra forma, como solía pasar, fueron atribuidos a Commerson. De hecho, casi un centenar de las especies catalogadas contaban con el término commersonii en su denominación.

Este homenaje a Jeanne Baret, que ha tardado dos siglos en llegar, se debe a Erich J. Tepe, botánico estadounidense de la Universidad de Utah y de Cincinnati, y descubridor de una planta endémica del sur de Ecuador y el norte de Perú a la que decidió bautizar como Solanum baretiae.

Lo cierto es que Commerson, tal y como se comprobó posteriormente en sus notas, había tenido la intención de poner a todo un género el nombre de Baretia, en honor a su compañera, pero su muerte prematura con 45 años impidió que así fuera. De seguro, se mostraría satisfecho al comprobar que, hoy por hoy, se está rescatando su nombre.

FUENTE: A través de mi visor

MÁS INFORMACIÓN: Krulwich Wonders