‘Relatos negros, cerveza rubia’, de Carlos Salem
Por Víctor González.
@chitor5
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En la oscuridad de un bar donde la única luz es la desprendida por la inagotable y chispeante cerveza, Carlos Salem es capaz de crear universos, tramas, historias que provocan muecas de satisfacción. Carlos Salem, plantando ante el lector una atmósfera de vida derrumbada, consigue transmitir a este esperanza. Quizás no de una vida mejor, pero sí, y con este nuevo libro se demuestra, de una literatura mejor.
Relatos negros, cerveza rubia son veintisiete relatos acompañados por un prólogo de Jorge Eduardo Benavides, unos Apuntes para una teoría de la cerveza ficción y un epílogo del propio autor, en los que realidad y ficción se fusionan para ofrecer al lector historias bañadas en alcohol y oscuridad. Carlos Salem nos sumerge en el viaje de una mente embriagada que es capaz de crear un seguido de historias impactantes, atrayentes y muy – muy – recomendables.
El mundo ficcional de Salem está lleno de «majaras» a los que no soporta pero con los que se junta, inevitablemente. Bajo el alias de Poe, el creador del género cerveza ficción, carga con nosotros por un rato, al igual que carga con la nube negra que regenta el bar de Lola. Nos sienta a su lado, le vemos beber Mahou y no se protege con nada más que un pañuelo en su cabeza. Narra y cuenta sin tapujos. La narrativa de Salem es un conjunto de disparos certeros y sonoros que deja cicatrices sin haber notado el golpe. Poco a poco, relato a relato, comprendemos que hay vida más allá de nuestra rutina, que incluso en los lugares más lúgubres hay espacio para la creación de una historia. Mi musa de cuatro patas, Si no contamos a las palomas o Acabo de escapar del cielo son algunos de los relatos que más destacan dentro de un libro que muchas veces parece cambiar sus propios papeles y parecer, gracias a la gran carga poética, relatos rubios acompañados por el sabor final de una cerveza negra.
Salem cierra el libro con un epílogo cargado de la genialidad que lo caracteriza. Nos ha envenenado, como sucede en el relato de Toditos los feos. Nos ha envenenado y alardeamos de ello. Porque yo, personalmente, ya he cerrado el libro y me he dado cuenta de que al hacerlo tenía una mano metida en el bolsillo de la chaqueta. He contado las cerrillas y ha salido par. Y eso, en el universo Salem, es un sí.
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