El irresistible encanto de Candela Peña da vida a “Los vecinos de arriba”
Por Horacio Otheguy Riveira
El guionista y director Cesc Gay juega mucho al teatro en sus películas, todas ellas muy bien desarrolladas en historias cruzadas o de pareja en las que los diálogos deben mucho a la intimidad escénica, al encuentro y desencuentro de situaciones con diálogos de una brevedad, sencillez expresiva y profundidad de contenido insuperables.
Hace tiempo que este talento para el cine-teatro merecía un buen salto al teatro propiamente dicho, pero Cesc Gay no salta, se desliza, va con tino, con seguridad muy firme a la hora de escribir su primera función teatral, mucho más divertida que cualquiera de sus películas (la mayoría más amargas o melancólicas), aunque con el leitmotiv del amor y el desamor, de las relaciones de pareja en primer plano. Así las cosas, compone un gran éxito en catalán con una compañía, y luego esta adaptación española con cuatro intérpretes diferentes.
Los vecinos de arriba tiene bien afinados los diálogos en el ping-pong permanente característico de las mejores comedias clásicas, y como aquéllas depende enormemente de la magnitud de sus actores, especialmente la pareja protagonista, un matrimonio de agobiantes costumbres que, como contrapeso impactante, divierte con sus ironías masculinas, y ambición de cambio de la esposa. Pero resulta que esta esposa es Candela Peña, y lo que podría ser un monótono y previsible ir y venir de obra muchas veces vista se convierte en una creación modélica que combina todos sus talentos ya reconocidos en el cine con una prestancia escénica tan lograda que parece haber nacido en un teatro.
Cada movimiento, cada gesto de su cara grave, casi solemne que sólo sonreirá cuando agradezca los aplausos… genera sonrisas y carcajadas y, como si todo esto fuera poco, una complicidad enorme en los espectadores: todos a una para ayudar a Candela Peña a fortalecer a su personaje desolado frente al exceso de autoritario sarcasmo de su marido (excelente Xavi Mira): una trama con marido entre perverso y gilipollas que da risa de tan irónico, pero más risa da cómo se crece Candela, cómo sobrevuela la esperanza de un cambio, de una revolución en su vida cuando representa el horror de su matrimonio ante la presencia de los vecinos de arriba que a menudo les despiertan con sus ejercicios de folladores compulsivos.
Los invita a un “pica-pica” y ante el público se desarrollan pasiones verbales con unos testigos modélicos: un canadiense al que solo le interesa decir lo que piensa e invitarles a participar de sus juegos sexuales (Andrew Tarbet: simpático estilo para abordar el personaje con menos matices) y una psicóloga muy controlada, muy típica, que resulta a su vez muy atractiva y muy “descontrolada” pero hábil y sabia: buenos elementos de disfrute a cargo de una actriz como Pilar Castro, cuyas apariciones en escena siempre han despertado entusiasmo (El inspector, Babel, Buena gente).
La función escrita por Cesc Gay ha sido dirigida por él mismo de una manera elegante, sin estridencias, con un guiño irónico y amable hacia la virulencia feroz de un clásico del siglo XX sobre los desastres de pareja: ¿Quién teme a Virginia Woolf?, de Edward Albee, donde los protagonistas, cada vez más borrachos, participan de una verborrea infernal con las peores frustraciones ante una joven pareja, unos testigos imprescindibles para liberar su desesperación. Si allí se trata de visitantes como revulsivo de un matrimonio que lame sus heridas y las agranda día a día, aquí hay alta comedia [paradójicamente, la última versión de este drama se representó en este mismo teatro La Latina con Carmen Machi y Pere Arquillué, actor éste que estrenó Los vecinos de arriba en Cataluña].
Con indudable habilidad, Cesc Gay da varias vueltas a los estereotipos de Edward Albee y, a través del humor, logra encantar y llevar a los espectadores hacia una visión optimista del desastre. Los deseos frustrados y la sexualidad más exuberante se dan cita a lo largo de hora y media de diálogos brillantes, con su despliegue de cinismo y de espontaneidad, logrando un contraste siempre refrescante, muy bien interpretado.
Eso sí, todo está en función del personaje de la esposa modosa y sumisa que se va rebelando con una insólita técnica de lucha emocional: cada golpe de efecto es desternillante y, finalmente, resulta poseedora toda ella de una gracia y una ternura tan especiales que no hay espectador que no quiera llevarse consigo a su protagonista, una Candela Peña a quien el veneno del teatro ya le está haciendo efecto, y cuantos la aplaudimos en lo que ya es un gran éxito quedamos ansiosos por la siguiente función. Mientras tanto lo mejor será volver a ver esta porque seguro que su gran creación mejorará con el tiempo.
(Como curiosidad, para quien interese el tema, en este momento en Madrid hay dos funciones apetecibles y muy distintas con el mismo eje de la vecindad, las ambiciones y el amor: Vecinos y La puerta de al lado).
Los vecinos de arriba
Autor y director: Cesc Gay
Jefa de producción y asistente de dirección: Xènia Masó
Intérpretes: Candela Peña, Pilar Castro, Xavi Mira, Andrew Tarbet
Escenografía: Alejandro Andújar
Vestuario: Anna Güell
Iluminación: Carlos Lucena
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Excelente comedia. Excelentes Candela y Xabi. Un disfrute. Y no era fácil superar el reparto catalán, con unos maravillosos Arquillué, Ágata Roca, Jordi Rico, y Carme Pla. Pero Cesc Gay es uno de esos raros directores (autores) que saben mejorar lo que parecía insuperable. Larga vida a todos ellos!