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Los extraños y misóginos consejos para elegir un amante de Benjamin Franklin

Padre Fundador, moralista, científico, hombre de política: todo eso fue Benjamin Franklin, y también, inesperadamente, consejero en asuntos de amor y sexo.

Amar puede o no ser sencillo, pero en todo caso parece que una buena opción podría ser el tener un amante. O al menos así podríamos interpretar el consejo que Benjamin Franklin, el gran moralista de Estados Unidos, dio a un joven que se acercó a él para pedirle un remedio para ciertas urgencias de su apetito sexual que no encontraba cómo contener. Franklin respondió en una carta fechada el 25 de junio de 1745, la cual por mucho tiempo permaneció censurada debido a su contenido licencioso.

¿Benjamin Franklin licencioso? Así es. Aunque suene increíble, la sugerencia de este Padre Fundador fue en contra de todas las reglas morales de su época (aunque en sintonía con una entonces vigente y rígida devaluación del género femenino).

Si bien el consejo comienza con un elogio del matrimonio como única forma de calmar las “inclinaciones naturales violentas” del joven, pronto Franklin cede a una opción mucho menos solemne: tener una amante. Y no sólo eso; además dijo al muchacho con qué cualidades conseguírsela. Esto fue lo que Franklin escribió al respecto:

Pero si no quieres seguir este consejo [del matrimonio] y te empeñas en concebir como inevitable el trato con el otro sexo, te repito aquí mi consejo anterior: que en tus amores prefieras a las mujeres viejas, antes que a las jóvenes.

Lo llamas paradoja y me pides mis motivos. Helos aquí.

 1. Porque tienen mayor conocimiento del mundo y sus mentes están mejor provistas de observaciones; su conversación es más instructiva y produce un agrado más duradero.

 

2. Porque cuando las mujeres dejan de ser hermosas, procuran ser buenas. Para conservar su influencia sobre los hombres, suplen la disminución de la belleza con un aumento de la utilidad. Aprenden a hacer mil servicios, grandes y pequeños, y son el más tierno y útil de los amigos cuando estás enfermo. Así siguen haciéndose querer. Y por eso cosa rara que una mujer vieja no sea una buena mujer.

 

3. Porque no hay riesgo de niños, cuya producción irregular puede venir acompañada de muchos inconvenientes.

 

4. Porque, por su mayor experiencia, son más prudentes y discretas para evitar las sospechas al llevar adelante una intriga. Por eso, el trato con ellas es más seguro en lo que atañe a tu reputación. Y en lo que respecta a la de ellas, si se llega a conocer el caso, las personas de consideración pueden sentirse inclinadas más bien a disculpar a una mujer vieja que tiene la bondad de ocuparse de un joven, de enseñarle modales con sus buenos consejos y de evitar que dilapide su salud y su fortuna entre prostitutas mercenarias.

 

5. Porque en todo animal que camina erguido, la falta de los humores que llenan los músculos empieza a aparecer en la parte superior: lo que primero se vuelve lacio y enjuto es el rostro; después, el cuello; después, el pecho y los brazos; mientras las partes inferiores se conservan tan rollizas como siempre hasta el final. De manera que, si cubriésemos con una cesta todo lo superior y mirásemos sólo lo que está por debajo del ceñidor, es imposible distinguir entre dos mujeres a la vieja de la joven. Y como de noche todos los gatos son pardos, el placer del deleite corporal con una mujer vieja es al menos igual, y en muchas ocasiones superior, pues toda maña es susceptible de mejorarse con la práctica.

 

6. Porque el pecado es menor. Perder a una doncella puede llevarla a la ruina y hacerla infeliz de por vida.

 

7. Porque la compunción es menor. Haber hecho “desgraciada” a una muchacha joven te puede llenar de reflexiones amargas, que nunca acompañan al haber hecho “feliz” a una mujer vieja.

 

Y último: ¡Por lo agradecidas que son!

 

Hasta aquí lo que toca a mi paradoja. Pero sigo aconsejándote que te cases pronto, y quedo sinceramente tu fiel amigo,

 

B. F.

Como vemos, la sensatez que distinguió a Benjamin Franklin no necesariamente aplicó a las cuestiones románticas. La casi cómica misoginia que denota en sus consejos, además de reflejar en cierta medida el pensamiento de la época, nos sugiere que sería más prudente recurrir a Franklin sólo cuando se trate de política y electricidad atmosférica.

La carta completa puede consultarse, en español, en este enlace; o aquí en su inglés original.

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