Inquietante combinación de cine y teatro para susurrarnos: «No tengas miedo»
Por Horacio Otheguy Riveira
La sala en penumbras se va llenando de un público animoso, excitado. El Infanta Isabel de Madrid es un teatro con mucha historia, de grandes éxitos y dramáticas experiencias de muerte y desolación. Un teatro de comienzos del siglo XX, reconstruido después de un incendio en cuyas llamas desapareció, sin dejar rastro, una niña con hermosa voz y el rostro horrorosamente deforme. Este es el punto de partida de una puesta en escena con efectos audiovisuales de gran precisión, en la que nada se deja al azar: actores estupendos, medidos, contenidos, sin alharacas; con autómatas, banda sonora muy estudiada, iluminación exquisita en muchos frentes, sensaciones de origen desconocido… todos a una para ofrecer un experimento insólito en la escena nacional, capaz de unir tradición e innovación y dejar huella.
Los amantes del género están de enhorabuena, y los amantes del teatro pueden acercarse con la certeza de que encontrarán interpretaciones y situaciones de cautivante interés.
He visto No tengas miedo en una función de un jueves a las 20 horas con mucho público joven dispuesto a divertirse con la ilusión de pasar miedo, así que empieza la cosa con risas nerviosas. Muchos de ellos nunca habían pisado un teatro, pero sí han visto mucho cine y televisión, de manera que forman parte de un ejército de novatos a los que resulta muy difícil seducir, ya que han visto de todo, a menudo agarrándose a su pareja para no salir volando en la espesura infernal de los efectos especiales, y más aún de los infiernos más temidos, entre alaridos y carcajadas nerviosas.
Este espectáculo recibe a los espectadores en penumbras y los rodea de silenciosos custodios con máscaras de gas, hasta que poco a poco se va consiguiendo que las risas histéricas se apaguen, que broten algunos gritos auténticos, y lo más importante: que se haga un gran silencio, un silencio denso y adecuadamente miedoso en muchos momentos a lo largo de hora y media, con imágenes fijas y de vídeo, con interpretaciones en escena tan bien logradas que confirman la capacidad de lograr lo más difícil: que el humor cínico del maestro de ceremonias no rompa la atmósfera de terror, sino que la consolide, que la haga más rotunda, más fuerte.
El viejo teatro se puebla de fantasmas, un tema mucho más profundo de lo que parece al principio y que se arrastra durante tres historias más una cuarta que recorre toda la función hasta la resolución final, un final en rulo: encadenando situaciones, y también en espiral, porque llega hasta el tradicional saludo de los actores agradeciendo los aplausos, aquí convertido en un epílogo muy inquietante, que aporta un nuevo mensaje que no conviene desvelar. Pero sí puede decirse que el espectáculo sigue desarrollándose en los pasillos laterales por donde se va a los aseos: una exposición de pequeños retratos en blanco y negro, realmente terroríficos, que obliga a mirar alrededor, para constatar que no hay ninguna amenaza, lo mismo que sucede cuando se vuelve a la calle, todo luces, color y cañas con sus charlas, pero el cuerpo se ha quedado impregnado del desasosiego de historias escalofriantes.
Para aprovechar todo esto es imprescindible tomarse el tiempo, pues el desenlace se produce en un ambiente de alta tensión y los aplausos finales y en la rápida salida puede pasar desapercibido un colofón admirable, angustioso, entre luces y sombras. Éxito grande de una compañía debutante, con todo a favor para seguir por mucho tiempo, como le sucedió al Circo de los Horrores, de los hermanos González, ya por su tercera parte, y triunfo internacional.
No tengas miedo cuenta en José Lifante con un actor de gran experiencia que presenta un experimento en torno al miedo; empieza a modo de conferencia, ilustrando diversas situaciones en las que se ejemplifican diversos tipos de temores. Ayudado por fotografías y otros elementos en los que se funden los hechos reales con la imaginación del autor, presenta tres historias surgidas de las páginas de sucesos de España: La niñera, Valencia 2013; La pensión, Madrid 1940; La subasta, Barcelona, 1982.
Cada historia tiene escenografía e interpretaciones muy logradas, en escena y fuera de ella, pues los personajes ausentes tienen destacada participación. En cada caso, un desarrollo con atmósfera agobiante, bien dosificada. Ningún golpe de efecto o hallazgo sonoro/visual se repite, aunque el espectador espera su repetición. Todo es un juego diabólico en el que el simpático y elegante presentador irá desglosando, entre chascarrillos, un mundo de criaturas desamparadas ante fenómenos incomprensibles…
Se trata de un espectáculo de sensaciones y reflexiones, de emociones sorprendentes, palabras de Eduardo Aldán —productor, autor y director—, que se cumplen perfectamente. Para quienes dominan el género de terror hay muchos guiños, empezando por el homenaje a Alfred Hitchcock y a Narciso Ibáñez Serrador en el tratamiento del maestro de ceremonias, y terminando con toques de banda sonora muy reconocibles.
El diseño de iluminación también resulta esencial para que la sincronización funcione como un reloj y no se cumpla el pedido de los productores presente en el título: imposible desprenderse del miedo que generan no sólo las historias, sino lo que esconden tras su nube de humo y desasosiego…
No tengas miedo
Escrito y Dirigido por:
Eduardo Aldán
Interpretado por:
José Lifante, Patricia Delgado, Ricardo Mata y Raúl Escudero
Producción: Aldan Company
Responsable de Producción: Israel Criado
Escenografía: Juan Sebastián Domínguez
Diseño de luces: Nuria Elvira Ramírez
Fotografías: Rafael Cuesta
Diseño Gráfico: Sito Recuero
Realmente horrible, no nos ha gustado nada, esperábamos más sustos o actores interactuando. No vale la pena