“Así que pasen cinco años”, de García Lorca: “No hay que esperar, hay que vivir”
Por Horacio Otheguy Riveira
“No hay que esperar nunca, hay que vivir”: cuando suenan estas palabras en el mágico escenario ideado para esta función, ya ha pasado casi toda la obra, una tragedia de enorme riqueza poética, sin perder nunca la dimensión teatral de la palabra, llena de vigor intimista y acción social:
Quince años que ha vivido ella, que son ella misma. ¿Pero por qué no decir quince nieves, quince aires, quince crepúsculos? ¿No se atreve usted a huir?, ¿a volar?, ¿a ensanchar su amor por todo el cielo?
El lenguaje hipnótico de Lorca encuentra aquí una puesta en escena confusa con rara inarmonía, pues hace convivir una plasticidad imaginativa con unas voces que cuando cantan resultan sublimes, conmovedoras, pero que cuando hablan lo hacen con un recitado ajeno, exterior, con una tonalidad que me aleja de la aventura especialmente surrealista de la función. Pero, cuidado, surrealismo que bebe de situaciones realistas. Lorca tira de gran variedad de recursos, pero el director Ricardo Iniesta prefiere abominar de los elementos directos, claros, precisos, incluso costumbristas de la obra, y lo enrarece todo de tal manera que lo que en el texto resulta diáfano, en escena aparece oscuro, atravesado por una serie de ideas plásticas que podrían resultar interesantes si los gritos casi permanentes y el “recitativo” de los actores no irrumpieran de manera desafortunada.
He vuelto al texto y redescubro su poderoso lenguaje, y me asombro lo poco que hay en esta producción de sus ideas más teatrales. La historia de un Joven empeñado en escalar ilusiones imposibles en un contexto de muerte y destrucción, es decir, rodeado de personajes que surgen como proyección de sus conflictivos sentimientos, puede tener muchas lecturas. De hecho se ha considerado irrepresentable en su época, escrita cinco años antes del estallido de la guerra civil y de la propia muerte del autor, con sólo 38 años.
De las muchas posibilidades audiovisuales, considero que la actual oscila entre una creatividad de gran alcance y una tensión actoral que desvirtúa todo lo demás. Sin embargo, la voz del poeta puja de tal manera que se abre camino, incluso donde más trabas le pone el director, quien dicho sea de paso ha llevado a cabo una dramaturgia muy discutible, tomándose muchas libertades con el texto original, reubicando frases y diálogos, reduciendo/alterando personajes.
Una empresa ambiciosa, por la compañía Atalaya, de bien ganado prestigio, que ya en 1986 montó una versión entonces muy aplaudida de esta misma obra, con un gran éxito personal de Carmen Gallardo con quien el mismo director representó la pasada temporada una Madre Coraje de enorme interés.
Aquí se reencuentran casi todos los intérpretes de aquella obra de Bertolt Brecht, de manera que el trabajo en equipo vuelve a ser encomiable, y no me cabe duda del talento de Ricardo Iniesta, sólo que me resulta imposible compartir su modo de asumir el texto y marcar el tono general de sus actores. De cualquier manera, insisto, el texto se abre camino buscando, como el agua —muy presente en las letanías y los ensueños de los personajes— cualquier grieta por donde respirar con libertad. Y esto sucede muy especialmente cuando los actores cantan a capela y entonces sí, se permiten volar y hacernos volar con ellos.
Uno de los poemas ha sido cantado por grandes como Paco Ibáñez y Enrique Morente, y se escucha aquí maravillosamente por un intérprete cuyo nombre no logro descubrir en el maremágnum de personajes/actores.
Yo vuelvo por mis alas,
¡dejadme volver!
Quiero morirme siendo amanecer,
quiero morirme siendo ayer.
Yo vuelvo por mis alas,
¡dejadme tornar!
Quiero morirme siendo manantial,
quiero morirme fuera de la mar…
Así que pasen cinco años
Autor: Federico García Lorca
Dramaturgia y dirección: Ricardo Iniesta
Intérpretes: Elena Amada Aliaga, Jerónimo Arenal, Manuel Asensio, Carmen Gallardo, Silvia Garzón, José Ángel Moreno, María Sanz, Raúl Sirio Iniesta, Raúl Vera
Espacio escénico: Ricardo Iniesta
Vestuario: Carmen de Giles
Iluminación: Miguel Ángel Camacho
Música: Luis Navarro
Espacio sonoro: Emilio Morales
Coreografía: Juana Casado
Dirección y seguimiento coral: Esperanza Abad y Marga Reyes
Fotos: David Ruano
Una producción del Centro Dramático Nacional.
Teatro Valle Inclán. Del 1 de abril al 15 de mayo de 2016.
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Me alegra ver que no soy el único al que le molestaron los gritos de los actores y las abundantes alteraciones del texto y de las acotaciones. En medio de tanto elogio, una crítica matizada se agradece… Por cierto, el actor no identificado que canta “Yo vuelvo por mis alas…” es José Ángel Moreno, que hace (entre otros) de Amigo 2º. Y la música coral al principio es la “Leyenda del tiempo” de Camarón, que justamente homenajea el subtítulo de “Así que pasen cinco años”. Saludos.