El extraño tratamiento para curar la enfermedad mental de Virginia Woolf
Por Alejandro Gamero (@alexsisifo)
La psiquiatría es una rama de la medicina que en la primera mitad del siglo XX estaba prácticamente en pañales. Prácticas que hoy en día no solo se han erradicado sino que se consideran una aberración, antes de la década de los cuarenta eran muy comunes, como la inducción de convulsiones a través de electroshock, insulina u otras drogas, o la mutilación de partes del cerebro en operaciones de lobotomía. Aunque padecer una enfermedad mental en esos años no implicaba la exclusión social que había en siglos anteriores, en cualquier caso era una condena por la que había que pagar un alto precio.
Si no que se lo digan a Virginia Woolf. A lo largo de su vida la escritora se vio afectada por numerosos e intensos cambios de humor, que a menudo la empujaron a la depresión, lo que influyó bastante en su vida social, aunque literariamente se mantuvo en activo hasta su muerte. Según parece la repentina muerte de su madre cuando Virginia tenía trece años, la de su hermana dos años después y la muerte de su padre en 1905 derivaron en un trastorno bipolar, a la que la autora pondría fin suicidándose. Pero antes de que eso ocurriera Virginia fue tratado por psiquiatras. Uno de ellos, el doctor George Savage, era partidario de una singular hipótesis médica conocida como «teoría de la infección focal», una creencia que afirmaba que las enfermedades mentales y otros problemas de salud eran causados por infecciones en los dientes.
El doctor Savage sospechaba que la inestabilidad mental de Virginia se debía a una colonia de bacterias en las raíces de sus dientes y, en un intento de curarla, en junio de 1922 le recomendó que se arrancara tres dientes. En una especie de dos por uno, Savage pensaba que al quitarse los dientes Virginia también superaría unas fiebres que se habían propagado en los meses anteriores y que según algunos médicos estaba produciendo casos mortales de enfermedades cardíacas y pulmonares.
Virginia aceptó someterse al tratamiento brutal del doctor Savage y después de arrancarse los tres dientes tuvo que usar dentadura postiza. Lo peor es que, como era de esperar, los problemas de salud no se solucionaron. El 11 de junio de 1927 escribía en su diario: «La depresión tras el regreso de Rodmell es muy aguda. Tal vez esa fiebre continuada ‒he perdido tres dientes en vano‒ sea la causa de mis altibajos. Sin embargo, los días en Rodmell pasaron sin problemas». Tiempo después en una carta a un amigo criticaba a los médicos: «Estoy mortificada. Tres dientes me sacaron que me podrían haber durado toda la vida, y la fiebre sigue alta. Lo siguiente que me van a quitar son las amígdalas, y luego supongo que las adenoides, y luego el apéndice, y luego vete a saber». Según el biógrafo de la escritura Harold Bloom este tipo de médico desastroso inspiró al personaje de Septimus Warren Smith en la novela Mrs. Dalloway.
Es sorprendente que Virginia estuviera de acuerdo con el tratamiento del doctor Savage a pesar de que su marido, Leonard Woolf, se había mostrado bastante reacio desde que tuvieron la primera consulta en 1912. Según comenta el propio Leonard en su libro The Unknown Virginia Woolf, empezó a tener dudas en el momento en que el doctor Savage le dio el visto bueno al hecho de que el matrimonio tuviera hijos.
Quizá fueron este tipo de decepciones lo que hizo que Virginia perdiera la esperanza en la medicina moderna y más adelante rechazara cualquier tipo de tratamiento. De hecho, el día antes de su suicidio en 1941 Leonard llevó a Virginia un médico local para intentar prevenir una nueva crisis, pero la escritora se mostró a la defensiva y estuvo muy poco cooperativa. Al final permitió que el médico la revisara y aparentemente aceptó el tratamiento, pero al volver a casa parece que se lo pensó mejor y decidió no hacerlo. Se ahogó a la mañana siguiente.
A quienes nos gusta la lectura e interesa la salud en general, es una muy buena información sobre el comportamiento y la cura de las enfermedades. Gracias por compartir, nunca alcanzará la vida para obtener el conocimiento necesario que uno deseara.
“Prácticas que hoy en día no solo se han erradicado sino que se consideran una aberración, antes de la década de los cuarenta eran muy comunes, como la inducción de convulsiones a través de electroshock,…”
¿Donde se han erradicado? Porque, desde luego, no en este país ni en la mayoría del mundo occidental. Quizá hayan perdido un tanto su popularidad, pero los fabricantes de los aparatos de Terapia Electro Convulsiva se aprestan a corregirlo: reclaman la reclasificación de este tipo de prácticas para volver a incrementar su uso.
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