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Los consejos de Oscar Wilde para entender el ridículo comportamiento social

Mi primer encuentro con Oscar Wilde fue un acontecimiento, escribió el poeta romántico W.B. Yeats en su Autobiografía. Nunca antes escuché a un hombre hablando con oraciones perfectas, como si las hubiera escrito toda la noche con dificultad y sin embargo espontáneo. Wilde, lo sabemos todos, era un hombre insolente y genial que practicaba con humor y vehemencia el arte del esgrima verbal, pero a decir por los relatos de quienes lo conocieron, entre ellos Yeats, personificaba todo ese estilo e ingenio que plasmaba en el papel. Era un esteta, un académico y, sobre todo, era un gentleman que mantenía su vida al punto del drama.

De su obra pueden hacerse cuantas listas queramos. De frases aforísticas se construyen manifiestos, y Wilde nos permite como nadie este por lo demás fascinante ejercicio literario. Aquí rescatamos algunas frases que hablan sobre el comportamiento de la sociedad. Wilde sabía que la humanidad se toma a sí misma demasiado en serio. Es el pecado original del mundo. Si los hombres de las cavernas hubiesen sabido reír, la Historia hubiese sido distinta. Y como Borges decía, Oscar Wilde era un ingenioso que casi siempre tenía razón.

Algo podemos tomar de estas observaciones políticamente incorrectas pero llenas todas de verdad.

Consejos de Oscar Wilde para entender un poco el (a menudo tan ridículo) comportamiento social:

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Es mejor no ser distinto a tus semejantes. Los feos y los estúpidos tienen la mejor parte en este mundo. Pueden sentarse tranquilamente y contemplar la representación con la boca abierta. Si nada saben de victorias, al menos se libran de conocer la derrota. Viven como deberíamos hacerlo todos: en paz, indiferentes y sin ninguna inquietud. Ni causan la ruina de otros, ni la reciben de manos ajenas. Los hombres se casan por cansancio; las mujeres por curiosidad; y ambos resultan decepcionados (no creo que me case. Estoy demasiado enamorado).

Es la personalidad, no los principios, lo que mueve los tiempos.

Con un frac y una corbata blanca, cualquiera, hasta un agente de bolsa, puede lograr que se le califique de civilizado.

Siempre nos malinterpretamos a nosotros mismos y rara vez logramos entender a los demás.

Sólo discute el que se encuentra perdido intelectualmente.

Nuestro futuro será igual a nuestro pasado, y el pecado que un día cometimos con pesadumbre de nuevo lo cometeremos muchas otras veces, y con alegría.

Sólo hay una cosa en este mundo peor que el que hablen de uno, y es que no lo hagan.

Todas las precauciones son pocas cuando se trata de elegir enemigos. Yo no tengo ni uno sólo que sea estúpido.

 

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