Barba Jacob y Asunción Silva: en un diálogo sobre la vida poética (II/II)
Por: Juan Camilo Parra
Gabriel García Márquez en una entrevista reconoce el miedo que le tiene a la muerte. Más allá de eso, lo considera un tema muy serio, ya que la muerte jamás pregunta ni avisa, ella va llegando, como si fuera un puñal por la espalda, es una traición que le hace a uno la vida. Parafraseando un poco aquella respuesta, es lógico comprender que para muchos la visión de la muerte es totalmente diferente, es un camino que hay que trazar sin pena ni gloria, es un ciclo de la vida que hay que cumplir. En ese orden de ideas, el tema de la muerte para Porfirio Barba Jacob y Asunción Silva, tuvo tal relevancia, que hizo parte de muchos de sus grandes poemas.
José Asunción Silva en su poema Ondinas expone:
Es la hora en que los muertos se levantan
mientras que duerme el mundo de los vivos,
en que el alma abandona el frágil cuerpo
y sueña con lo santo y lo infinito.
¡Ah! no temáis no son aterradores
fantasmas de otros tiempos? son ondinas;
mirad cómo se abrazan y confunden
cómo raudas por el aire giran,
apenas tocan con el pie ligero
del prado la mullida superficie
De este mismo tenor podemos encontrar un poema de Porfirio Barba Jacob de nombre: Triste amor.
No hay nada grande, nada, sino la Muerte… En vano
querrá un ardiente Numen, tras líricos empeños,
aprisionar la turba de los silfos risueños
O descubrir las líneas de un rostro sobrehumano.
No hay mejor cosa que la muerte, pues en la profundidad de la misma, los muertos darán la melodía de la noche que desprende en sí el dulce sabor de la melancolía. El poeta se deja llevar por la excitación que puede causar una noche que, con su luna en lo alto, da muestra de la belleza de la naturaleza. Es dejar correr por las venas el sentimiento puro de una experiencia sin igual. Qué inquietud sale a flote cuando se piensa en la muerte, qué dulce pueden ser los versos que se desprendan de ésta.
Tanto Silva como Barba Jacob, muestran en sus versos la riqueza de su pluma, la muerte y la vida son dos temas que van de la mano, son dos puntos en los que el hombre siempre se ha debatido. Por esta razón, la vida de estos dos poetas quedó marcada por hechos que significaron demasiado su rumbo literario. En el caso de Asunción Silva, fue testigo de la muerte de su hermana, aquella mujer que tanto quería, le dejó un dolor irreparable. Para Barba Jacob, la mujer que lo cuido de niño, que lo crío, un día murió mientras el vagaba por Centroamérica con la esperanza y la promesa de volverla a ver, pero el tiempo no le dio espera y la noticia lo golpeó fuertemente. Por esa razón Barba Jacob se refirió en su poema: Canción de la vida profunda.
Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como la entraña oscura de oscuro pedernal:
la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,
en rútilas monedas tasando el Bien y el Mal.
A veces somos como arena en el mar que se moja con las olas y resiste los fuertes rayos del sol. Pero hay veces somos como papeles que se van con la corriente de agua que se agita en algunos instante de la vida. Por esta razón dice Silva en uno de sus mejores poemas: Los maderos de san Juan.
Esas arrugas hondas recuerdan una historia
de sufrimientos largos y silenciosa angustia
y sus cabellos, blancos, como la nieve, están.
De un gran dolor el sello marcó la frente mustia
y son sus ojos turbios espejos que empañaron
los años, y que ha tiempos, las formas reflejaron
de cosas y seres que nunca volverán.
Y hay quienes dicen que venimos a este mundo a sufrir. ¡No!, hemos venido a ¡vivir! Y en el vivir esta la leve contemplación de ese día triste en que nos llegue la muerte y eso, también es vivir, estar en la constante lucha de entender, que cada día puede ser el último. Y aunque en teoría suene fácil y bello, la realidad es que la belleza nace en la creación, esa creación que combate con la realidad asfixiante, y muchas veces gana la batalla. Entonces nace las preguntas: ¿por qué Silva se quitó la vida?, ¿por qué dejó de cantar a la vida y a la naturaleza?, ¿por qué decide terminar con sus días? Tal vez un Fragmento de alguno de sus poemas nos ayude.
¿Qué importa que la vida, en desiguales épocas
se deslice entre lágrimas,
Que como un débil hilo se rompa de repente
si aún os queda el alma?…
El alma que bien pronto remontará su vuelo
A más puras regiones
Y os llevara más lejos que van nuestros murmullos,
Que va nuestros dolores!
Ahí vamos por la vida encontrando salidas, cosas que nos ayuden a soportar la realidad y para eso está el arte, para eso están los versos y los libros, y las pinturas y todo aquello que nos ayude a tener una transfiguración para no sentir el dolor de saber que la vida se desliza suavemente como el agua entre las manos. Cada día hacemos cosas para darle sentido a la existencia, para sentirnos vivos. Por eso Barba Jacob lo tuvo claro: “Y yo me iba diciendo: << ¡No importa! ¡Esos son esfuerzos! ¡Vivir es esforzarse!>>”. Vivir es esforzarse y en ese tránsito de la vida, reconocemos que vivir es el sentir puro de la existencia. Y quienes como Barba Jacob y Silva han experimentado el arte de vivir como poetas, como hombres, como escritores que mediante su pluma crean los versos más bellos para cantar a la vida, y con ello decir que vale la pena vivir, con esfuerzo, pero vale la pena, solo se necesita un poco de transformación, cambios que ayuden a ver la realidad con otros ojos. Una anécdota muy particular sale de la vida del poeta antioqueño, quien en sus últimos días de vida dijo algo así: “Cambio toda mi obra poética por una cama de hospital”. Y en esa agonía, queda la sensación de que no vivió lo suficiente, o vivió mal. Que los versos den testimonio de su existencia y nosotros, tratamos de sobrevivir al leerlos.