El fenómeno del miedo llega al teatro de la mano de Eduardo Aldán
Por Horacio Otheguy Riveira
Algo tan cotidiano como el miedo en sus diversas formas, es también un fenómeno que no cesa de sorprender en la literatura y el cine, pero muy poco elaborado en los escenarios españoles. Un gran éxito fue La mujer de negro, de Stephen Mallatrat, sobre la novela de Susan Hill. Se estrenó en el Teatro Infanta Isabel —hace exactamente 18 años—, una sala centenaria con acontecimientos trágicos ocurridos en su primera etapa, cuando se alternaban las proyecciones cinematográficas con espectáculos de variedades.
Inspirada en aquellos escalofriantes episodios, llega ahora una función escrita, dirigida y producida por Eduardo Aldán, un hombre de teatro que se aparta momentáneamente del género de comedia, que le ha dado grandes éxitos (Espinete no existe, Goodbye Dolly, Tonta ella, tonto él, La escuela de magia), para introducirse en un mundo inquietante donde toda clase de temores se dan cita no más entrar en la sala.
Se trata de un espectáculo de sensaciones y reflexiones, de emociones sorprendentes, a través de tres historias que alternan hechos reales con imaginarios, y en los que el público participa activamente de distintas maneras, y siempre por puro afán de acompañarnos, sin que nadie le obligue. Un espectáculo interactivo en el que el espectador se siente inevitablemente unido a los actores. Nuestros miedos son los suyos, el propio título de la obra contiene el mensaje más rotundo, para mí mismo, y para cada uno que se atreva a sentarse en una butaca donde le llevarán misteriosos acomodadores que no hablan, llevan guantes, y ocultan su cara con impactantes máscaras antigás.
Eduardo Aldán comienza así su presentación, pero apostilla con media sonrisa: “Después de todo, nunca te puedes sentir seguro en un teatro, porque en realidad nunca sabes a quién tienes sentado detrás”.
De los miedos más sórdidos a otros más transparentes, la representación cuenta con un intérprete todo terreno: José Lifante, para quien fue escrito el texto: “Lo escribí pensando en él. Incluso volví a ver algunas de sus películas para afirmar ciertas ideas. No lo conocía de nada, así que me lo jugaba todo por el todo para que el resultado fuera óptimo. No se me ocurre ningún actor con tanta experiencia en el espectáculo de miedo y el teatro en general, y tuve la inmensa suerte de que aceptara”.
El trabajo de Aldán es arduo y es mucho: se trata de recrear teatralmente historias reales con gran parte de datos imaginarios y un componente mágico muy importante que le ha obligado, como productor, a invertir en un equipo de luces y sonido que haga posible el envite: algunos de sus propios miedos han de ser compartidos espontáneamente por el público.
En realidad, el asunto se aleja de cualquier convencionalismo; desde luego en España nunca se ha hecho nada similar, bajo el prisma de que el miedo es otra cosa: es lo que cada espectador quiere que sea. Fobias y terrores cotidianos en la lucha por la vida se suman al temor a la oscuridad, la muerte propia y ajena, la llamada de espíritus perversos, la posibilidad de agresiones donde menos se esperan, e incluso el peligro de amores apasionados que —de pronto una noche— se convierten en el infierno más temido.
El punto de partida de este espectáculo singular es una historia real ocurrida en el Teatro Infanta Isabel:
En el año 1909 hubo un terrible incendio en el Teatro que lo destruyó casi por completo. Murieron 66 personas, entre ellas dos de los integrantes de la compañía de variedades que actuaba esa noche: don Santiago Rivas, director de la compañía, y su hija Violeta de 6 años. Sus cadáveres jamás se hallaron. Cuatro años después, el arquitecto Eladio Laredo Carranza, decidió que los restos encontrados se añadiesen a la masa con la que se levantaron algunas de las paredes del Infanta Isabel.
Entre los objetivos de No tengas miedo se encuentra comunicar con los espíritus de las personas desaparecidas en el propio teatro, así como también con sorprendentes personajes, a través de un trabajo teatral que no se parece a ningún otro, y en el que la participación del público resulta fundamental.
Lo demás es misterio, secretos que se suman a otros secretos, y sobre todo: silencio. No hay que desvelar lo que sucede en cada función porque todo está ligado a temores verdaderos que se superponen a otros que aún están por venir, pues nunca podemos asegurar que de ese miedo… yo, seguro que no voy a beber, como si fuera una fuente de la que se puede pasar de largo.
El propio Eduardo Aldán padeció un tiempo de pánico tan inesperado para él mismo como para sus seres queridos.
Su monólogo Espinete no existe, combinación precisa de humor irónico y ternura sobre tiempos pasados y presentes, le brindó un éxito que llegó a los 10 años de representaciones, mientras producía, escribía e interpretaba otras funciones, cada una más sorprendente. Pero su mayor triunfo personal fue con este soliloquio que le ofreció muchas satisfacciones, hasta que “de repente no aguanté más y comencé a querer escapar con todas mis fuerzas”.
De pronto empecé a tener palpitaciones, una sensación de angustia muy grande antes de ir al teatro, de tal manera que llegué a desear el mayor fracaso. Por ejemplo, cruzaba los dedos deseando que no viniera nadie para tener la excusa perfecta para suspender la representación. La mera idea de volver a estar solo en escena y repetir la función y que a la gente le gustara me aterrorizaba. Fue un éxito como una losa. Tuve que pedir ayuda a un psicólogo, no podía con ello. Bastaba escuchar la música de la obra para provocarme taquicardias. Finalmente pude reubicarme. Ahora que ya no voy a representarlo durante un tiempo, estoy en otras cosas, pero no sé, seguramente volveré, aún no lo sé, temo una recaída…
No tengas miedo: un recorrido por temores oscuros y otros fáciles de compartir, temblores con ráfagas de humor; para ello se dan cita un actor de gran experiencia como José Lifante y tres estupendos intérpretes: Patricia Delgado, Ricardo Mata, Raúl Escudero, con un plantel técnico excepcional; un equipo con amplio reparto técnico para sumergirnos en un mundo diferente y procurar hacernos amigos de nuestros propios temores. Nos protege la maravillosa ficción del teatro. Nos impulsa el no menos fantástico poder de la imaginación. Se trata de indagar en nuestro lado más tenebroso, y dejarnos llevar por la susurrante voz que nos dice: No tengas miedo. Sólo es un espectáculo. Una experiencia insólita en la cartelera madrileña.
Teatro Infanta Isabel. Desde el 31 de marzo de 2016.