El amor es más fuerte que las bombas (2015), de Joachim Trier
Por Jaime Fa de Lucas.
Tercera película del director noruego –nacido en Dinamarca– Joachim Trier, un cineasta al que sigo con gusto desde las bondades de Reprise (2006) y Oslo, 31 de agosto (2011). Este nuevo largometraje presenta las diferentes reacciones de una familia a la muerte temprana de la madre, una conocida fotógrafa. Una de las grandes diferencias respecto a sus anteriores trabajos es que esta vez Trier opta por el mundo anglosajón, adoptando el inglés como lengua principal y Nueva York como decorado. En esta película se puede encontrar al mejor Trier, pero también una versión autoindulgente cargada de excesos.
La historia es sencilla, pero la fragmentariedad de la estructura y la ambigüedad con la que se tratan ciertos aspectos, aportan un toque diferente. Eskil Vogt, guionista de confianza de Trier y quien recientemente dirigió Blind (2014), aporta su granito de arena hasta el punto de que la fragmentariedad y ambigüedad que vemos en la película de Vogt aparece de forma similar en la de Trier. El problema no es la influencia, sino la inercia. Creo que en Blind sí que existe cierta conexión entre el núcleo argumental y la estructura, sin embargo, en esta Louder Than Bombs –título original, mucho más agradable– da la sensación de que se pretende enriquecer una historia sencilla utilizando una estructura compleja y dejando algunas situaciones bajo un halo de ambigüedad. Digo “inercia” porque parece que se ha trasladado una estructura a la historia, algo que hace un flaco favor a la armonía del conjunto.
Detalles de calidad hay: cámaras lentas de una factura estética considerable, esa luz roja encendida sin querer que muestra la cercanía del pasado, ese padre que se crea un perfil en un videojuego para interactuar con su hijo ausente, ese orín femenino que se desvía a través de la zapatilla del chaval… La sensibilidad de Trier está presente, sobre todo en el tratamiento de las emociones, como si pasara de puntillas alrededor de los personajes, suavemente, mostrando sin hacer demasiado ruido. En este sentido, se aprecia cierta madurez artística y una gran capacidad para expresar de forma sutil lo que sucede en el interior de los personajes.
En contraposición al párrafo anterior, creo que hay un exceso en el componente literario. Demasiada voz en off que busca el efecto poético. Es cierto que algunos de esos momentos son muy bonitos y significativos, pero la reiteración del recurso acaba desgastándolo. En alguna entrevista Trier dijo que cuando era más joven aspiraba a ser escritor, de hecho, su primera película se centra en la vida de dos escritores. En mi opinión, se percibe claramente que Trier descarga todas sus ganas de ser escritor a través de la película, lo cual no es negativo de por sí, pero refleja, a través de la repetición excesiva, demasiada ansiedad en ese aspecto.
En general, el metraje camina en zigzag entre virtudes y vicios. Si bien se puede apreciar una mayor madurez en el trato de las emociones y las relaciones humanas, desde un punto de vista creativo hay demasiados excesos. Aparte del exceso literario mencionado, Trier quiere conectar con un público más joven y actual e introduce elementos tecnológicos como Skype, los smartphones, los videojuegos, internet, etc., que no tienen conexión alguna con el resto de la historia. También hay excesos estéticos, escenas que son puro relleno en busca del efecto –por ejemplo: cuando la madre se eleva tras la explosión de una bomba, cuando el chaval quema el pelo de una compañera de clase, o cuando dice que tiene poderes y mueve el pelo de una chica desde lejos–. Hay escenas que se han creado exclusivamente para generar efecto y que si se eliminan de la película no modificarían sustancialmente su devenir.
Uno de los grandes desequilibrios de la película es la digresión que se centra en el hermano pequeño –y que recuerda mucho a Ben X (Nic Balthazar, 2007)–. Explayarse tanto en el desarrollo de la personalidad del chaval no aporta nada a la historia. Toda la parafernalia sobre los videojuegos y cómo ve el mundo parece un añadido que busca conectar con un público más joven. Incluso el texto que descubre el hermano mayor en el ordenador sirve como excusa para mostrar esa percepción rápida y fragmentada de la realidad, como si Trier estuviera explicándonos cómo percibimos en el siglo XXI, lo cual, una vez más, sólo pretende conectar y no añade nada relevante a la historia principal. Mención aparte merece la historia de amor, pues transita peligrosamente algunos clichés de Hollywood. Por momentos da la sensación de que estamos ante la típica película norteamericana de adolescentes: el joven antisocial, raro, al que le gusta una chica que está lejos de su alcance. No tiene ningún sentido y no existe relación con la muerte de la madre. ¿El chaval podría estar buscando una figura femenina para suplir a la madre? No hay nada que sugiera esto.
Cabe destacar lo mal aprovechado que está el tema de la fotografía. En un principio podría parecer que las fotografías de la madre iban a funcionar como crítica, el individuo occidental que hace fotos de guerra y de alguna manera se aprovecha de las víctimas, sin embargo, apenas hay reflexión en esa dirección. Lo de la fotografía aparece como mera anécdota, no queda bien relacionado con el resto de los hechos. Es posible que tenga una ligera conexión con la idea de “capturar instantes”, los recuerdos, la muerte… pero esos lazos simplemente se insinúan.
Una de las decisiones más peligrosas es la de rodar en inglés y en Nueva York. El cine europeo tiene una identidad única gracias a la diversidad de sus gentes, lugares, idiomas… Una película noruega no es igual que una húngara o una española, no obstante, las películas estadounidenses suelen tener cosas en común, sobre todo si tenemos en cuenta que el grueso de estas películas se rueda en Nueva York y Los Ángeles. ¿Cuántas películas se han hecho en Nueva York o Los Ángeles? ¿Cuántas en Oslo? Hay un factor de autenticidad que se pierde al trasladarse al mundo anglosajón y más si el director se decanta por grabar en una de las capitales del cine. Entiendo que hay aspectos comerciales de por medio y que cuanto más se acerque a un estándar norteamericano, más audiencia tendrá la película, pero creo que esa decisión castiga al resultado final y resta personalidad al film.
Como conclusión, creo que Joachim Trier muestra mayor madurez emocional y mucha sensibilidad a la hora de tratar el tema de la muerte, pero ha perdido el equilibrio a nivel creativo, como se puede apreciar en los muchos excesos de la película. Un autor experimentado, maduro, se caracteriza por su control total de los recursos que tiene a su disposición y por su habilidad para limitar los excesos que suelen darse en las creaciones de los autores noveles, algo que no sucede en esta Louder Than Bombs.