Loca genialidad
Por Tery Logan.
Las fórmulas creativas están veladas por el misterio y somos muchos los que perseguimos su secreto. Cesar Lombroso, padre de la criminología, planteó que el don artístico es una forma de desequilibrio mental, afirmando que “El arte transforma lo novedoso en cotidiano”. Y yo añado que para crear arte hay que transgredir lo cotidiano para convertirlo en ingenioso, romper moldes mentales y prejuicios creativos.
John Ross, de la Universidad de Harvard, argumenta que individuos dotados en periodos juveniles de infelicidad podrían impulsar logros literarios gracias al aumento del riesgo de desánimo (vinculado a la creatividad), así como el desarrollo de la fantasía e imaginación. “El genio emerge del fracaso”, afirma. ¿Significa esto que padecer trastornos mentales favorece la creatividad?
Los estudios revelan una relación entre creatividad y enfermedades mentales aunque no es una regla infalible. Pero sucede que entre los artistas la ratio de trastornos psiquiátricos es mucho más alta que en otras profesiones. El Instituto Karolinska (Suecia) revela en uno de sus estudios que los profesionales creativos tienen un 8% más de probabilidades de sufrir trastornos mentales respecto a personas con otro tipo de profesiones. Pero los escritores se llevan la palma ya que tienen un 121% más de posibilidades de tener trastorno bipolar que el resto de la población, un 38% más de sufrir ansiedad y una elevada tasa de alcoholismo y drogadicción, así como un doble riesgo de suicidarse.
Pensar que para ser un buen escritor hace falta técnica, formación, estabilidad económica, muchos ejemplos indican lo contrario. Leo Tolstói en la madurez sufrió un empeoramiento de su depresión y se culpaba por no tener el valor de suicidarse; Ernest Hemingway (Premio Nobel por El viejo y el mar) sufrió depresión, trastorno bipolar y tenía rasgos de personalidad límite y narcisistas, que desencadenaron en psicosis; y Frank Kafka sufrió migrañas e insomnio con posterior depresión por el estrés de trabajar tan duro por su pasión y el resultado de publicar tan breve obra literaria. Las mujeres tampoco se libran: Virginia Wolf ya sufría ataques de nervios con veinte años, consecuencia de un trauma por abuso sexual en su infancia, y cayó en depresión al terminar su última novela; de Emily Brontë se dice que sufría de síndrome de Asperger (los afectados encuentran terapia en la creación artística) y su hermana Charlotte Brontë, sumida en la depresión, se refugió en la escritura para sobrellevarla. Es sabido que Edgar Allan Poe consumía drogas y alcohol, pero no que murió tras una inflamación cerebral ingresado en un hospital mental; Tenessee Williams, adicto también al alcohol y a las drogas, padecía trastornos mentales genéticos; y Mark Twain, quien sufría síntomas leves de desorden bipolar, tras un suceso vital dramático, entró en una sumida depresión. Para terminar, señalar que Miguel de Cervantes escribió El Quijote en sus últimos años de vida y en medio de mucho sufrimiento tras las vivencias acaecidas en Lepanto y Argel; Herman Hesse alternó periodos de entusiasmo y creatividad con otros de extrema desgana hasta incluso intentar suicidarse; y Jonathan Swift (autor de Los viajes de Gulliver) sufrió de depresión desde la adolescencia además de un trastorno obsesivo-compulsivo. Aterrador, ¿verdad?
Entonces, ¿tener un problema mental hace que tu cerebro sea más creativo? Los científicos se ven fascinados por el vínculo entre enfermedad y creación, pero la neurociencia desmiente que sea imprescindible sufrir un trastorno mental para ser un genio creativo. Existe una segunda posibilidad y es que ser más creativo acabe provocando en el cerebro un problema mental, ya que para ser un escritor reconocido se necesita mucho esfuerzo en tu obra, mucho tiempo para poder verla publicada y la suerte de caer o no en gracia en el mercado lector. Si añadimos que para este oficio no hay pautas, ni estudios reglados y que cada uno tiene que experimentar su propio camino en soledad con la mochila de la incertidumbre a cuestas a expensas de la balanza del éxito, podemos entender que el estrés y la ansiedad derivados (que en situaciones extremas desembocan en desórdenes bipolares, esquizofrenias, depresión) pueden desequilibrar mental y emocionalmente a los escritores.
Para rematar, la revista Nature Neuroscience revela que ciertas variaciones genéticas predicen el riesgo de padecer esquizofrenia o trastorno bipolar, pero también pueden predecir su creatividad. Interesante, ¿no? Quizá se deba a una necesidad romántica de explicar el talento o la genialidad del artista, pero de momento no van en tándem, solo comparten de esta forma tan caprichosa biología.