La maldición de Rigoletto en el Teatro de la Luz
Por María Bravo
La fidelidad, tirana del corazón, la detesto cual cruel enfermedad; que sea fiel el que así lo desee; no hay amor sin libertad. Me burlo de los maridos celosos, y del ímpetu de los amantes, desafío, incluso, los cien ojos de Argos, cuando me excita cualquier belleza.
ACTO I, duque de Mantua.
Rigoletto, basado en la obra teatral de Le Roi s’amuse (El rey se divierte), de Víctor Hugo, se encuentra esta semana en la céntrica Gran Vía madrileña. Un espectáculo operístico que desde el siglo XIX lleva fascinando al público con sus múltiples representaciones. El espectador se emociona con cada acorde recibido, ante la musicalidad de este melodrama de Guiseppe Verdi, el espectador dobla el índice sobre los labios curvados hacia arriba, quizá ajeno a que hubo un día en que esta ópera estuvo plagada de censura. Casi como una maldición, los protagonistas continúan anclados en el tiempo más de 160 años después, y la compañía Estudio Lírico de Madrid y la orquesta Filarmónica Mediterránea les han vuelto a sacar a la luz.
Este melodrama colmado de pasión, engaño, amor filial y venganza, se estrenó el 11 de marzo de 1851 en el teatro de La Fenice, de Venecia. Tiene como protagonista al bufón jorobado de la corte del Ducado de Mantua, Rigoletto. La emblemática ópera italiana se compone de tres actos y trata del apego de un padre hacia su hija (un sobreproteccionismo que le pasará factura) preocupado por el amor que ella le profesa al duque, hombre desconsiderado con las mujeres. Monterone (interpretado por el barítono Jaime Carrasco) maldice a ambos —en una interpretación estática y cargada de potencia—, al duque y al jorobado Rigoletto (interpretado por el tenor Carlos Andrado); sin embargo, solo le afecta al bufón, quizá por sugestión o por pesimismo. Es una obsesión guiada por un dominio básico y elemental que crea un clima intenso con cierta atracción absorbente.
Gilda (interpretada por la soprano Gema Scabal), la hija de Rigoletto, se encuentra sobreprotegida por su padre. Está enamorada del Duque, y emerge en él una atmósfera de desconfianza. Ella también sufre y se genera un círculo de desengaños marcados por la opresión de las pasiones. Gilda es su punto débil, un objeto que hay que proteger hasta la extenuación.
Cuesta creer el éxito que cosechó si tenemos el cuenta la censura que ya apareció en Francia en la obra de Víctor Hugo en 1833. Tres décadas después del estreno de la ópera siguió censurada. ¿Por qué?, ¿qué creó tanta controversia? La obra de Hugo ya nos habló de un personaje (en su caso el rey de Francia, Francisco I; en el caso de Verdi el Duque de Mantua) cínico, rufián y frívolo que anticipó una inmoralidad donjuanesca, algo que resultó inadmisible en la Europa del siglo XIX. Pero Verdi no se achantó y quiso abordar el tema (plagiarlo más bien), en una obra que tras los inconvenientes que planteó, la pasó a llamar en secreto La maldición. Los artistas fueron contemporáneos y ambos sufrieron las pérdidas de hijos o, en el caso de Hugo, la incapacidad de su mujer para tenerlos, cosa que ocasionó que el dramaturgo la abandonase.
Esta maldición se presentó con el gran hit musical La donna è mobile, que lo tarareaban todos los venecianos al día siguiente. De hecho, Mirate, el actor que hacía de duque, tuvo que jurar que no cantaría ni silbaría la famosa melodía días antes al estreno. Lo curioso es que parece que uno va al teatro para escucharla. Ahora ya conocemos el hit, ahora lo cantamos. Ya lo hemos hecho nuestro pese a que puede que desconozcamos el mensaje que el Duque canta y que Gustavo Casanova desarrolla a la perfección.
Y es que Rigoletto adquiere su maestría por la envoltura musical. En el foso del teatro se encuentra La Orquesta Filarmónica Mediterránea (creada en el 2000). Compuesta por músicos europeos y latinoamericanos, muchos de ellos miembros de conservatorios profesionales y escuelas de música. Han interpretado óperas y zarzuelas entre las que se incluyen: Carmen, El Barbero de Sevilla o Madama Butterfly.
Por su parte, la compañía Festival Lírico siempre ha sido valedora del gran éxito de crítica y público. Su elenco artístico está compuesto por solistas especialistas de cada uno de los géneros.
Una ópera dedicada a los padres, a los amantes de la música lírica, a los curiosos y a los que han amado y aman en todas sus vertientes. Una ópera donde el color, la historia y la música se funden para terminar con una maldición patética que, en el fondo, solo pretende adoctrinarnos.
Orquesta: Filarmónica del Mediterráneo
Coro: Titular de la compañía
Ballet y coreografía: Víctor Donoso
Director Musical: Fernando Álvarez Catanese
Director de Escena: Jesús Cordón.
Teatro de la Luz Philips Gran Vía. Hasta el 6 de marzo de 2016