Arte y tecnología en la Galería Alicia Rey: entrevistamos a The dirty lab
Por Sara Zambrana
Geología sintética: Estados es una interesante obra del colectivo The Dirty Lab, que se puede conocer hasta el 12 de marzo en la madrileña Galería de Alicia Rey, joven galerista entusiasta de los verdaderos creadores. Ellos son David Heras Verde, el “Pintor Verde”, cuya obra, de tendencia expresionista, ha sido elogiada y celebrada por el crítico Vigil-Escalera, entre otros; y Juanjo Rodríguez, psicólogo de vocación como él mismo se define –escogió el camino teórico experimental– y ergónomo siempre metido en laboratorios. Es el arte tecnológico uno de los más complejos pero también de mayor potencial en la actualidad; hemos podido reunirnos con ellos y hablar sobre las relaciones existentes entre artes visuales, psicología y procesos de percepción.
Entrevistadora: Esta exposición es una creación de The dirty lab, especie de laboratorio de exploración hermenéutica sobre la interpretación y significado de la obra de arte en la era digital, ¿cómo nació este proyecto?
Juanjo Rodríguez: Nos conocimos en el trabajo y en la actualidad seguimos trabajado juntos, por lo que compartimos buena parte de nuestra vida y hablamos de temas que nos unen y nos interesan: algunos artísticos, él [David Heras] porque es artista y yo porque trabajo desde una disciplina muy cercana al arte. Fruto de esa afinidad se generan muchas ideas y debates, hemos coincidido en el cuestionamiento de muchas cosas, siendo uno de ellos, este trabajo.
David Heras Verde: Dirty lab no deja de ser una reunión de dos mentes inquietas; me cuesta, en el fondo, definir quién es artista y quién no –aunque yo tenga una vocación más clara–, al final tenemos el mismo interés, cantidad ingente de ideas que ponemos en común.
¿Qué os proponías con este proyecto?
J: Con esta intervención nos enfrentamos a las formas de ver el arte; después, llegados a un punto, buscamos una especie de metalenguaje que lo explicara, o por lo menos, que permitiera extraer una serie de características que todos podamos percibir para construir una forma de entender arte. A partir de ahí nos apoyamos en lo digital y en la física. Encaja con lo que comentabas al principio de la hermenéutica: el sentido que tiene todo el proceso constructivo de cualquier obra.
D: Sí, y llegamos a la conclusión de que cualquier obra de arte se puede resumir en una fórmula matemática, cosa que parece una locura, un imposible, pero así es. La clave no está en generarla de forma matemática, sino en quién la genera: la matemática produce lo que ya está creado. Esto es arte generativo, con toda una corriente filosófica, pero nosotros hemos querido resolverlo y hacerlo manualmente porque lo enriquecedor es el proceso, digamos “analógico”, que consiste en codificar con nuestras manos. Lo que nos apetecía era llevar estos estados de ese limbo teórico, al mundo real. Se puede sacar la imagen idéntica pero no era nuestro objetivo, aquí queríamos demostrar que el proceso se puede hacer. Tecnológicamente tiene un desarrollo muy potente, como ya se sabe por las resonancias magnéticas o las ecografías. A lo que hay que añadir que somos unos frikis.
¿En qué consiste, cuál es su planteamiento?
J: Lo que hemos hecho ha sido basar la comunicación en una transformación. Primero, digitalizamos o mapeamos la imagen, píxel a píxel, encontrando unidades de significación. Es lo que se representa en el primer estado, donde los códigos hexadecimales reflejan ya lo que puede ser la obra cuando se dibuja. En el segundo estado, con ese material bruto digital, la imagen se pasa a sonido, sin olvidar en este contexto al observador, es decir, se tiene en cuenta el rango sensorial para acotar las longitudes de onda y no perder su propiedad de estímulo, que se pueda traducir a nuestro mundo sonoro. Trabajamos con la matemática de Fourier. Así, logramos extraer un significado porque ya teníamos una ecuación de la obra.
El último paso es la comprobación y se da la vuelta en el proceso: se pasó a imagen. Así, si salía bien la ecuación de la obra debía ofrecer una especie de copia. Hemos usado muchos programas y otros los hemos hecho, al igual que hemos pasado por todos los sistemas operativos. Otro punto interesante es hasta qué punto la máquina se convierte no sólo en generadora sino también en observadora de arte.
https://www.youtube.com/watch?v=JE-TRNJOkSM
Yo, al venir de un campo científico, he podido trabajar con una máquina de seguimiento ocular y modelos de rastreo visual, los cuales están muy acomodados a movimientos de lectura, muy típicos. Entonces con un estímulo circular, como con la obra de David, cambia muchísimo la cosa. La visión es lo que más me interesó en mi etapa como investigador, lo he recuperado ahora y quiero desarrollarlo más.
Rebelarse contra la cosificación de la obra, no sólo en el espacio, también en el tiempo, es muy conflictivo con el propio concepto de arte, y yo estoy pensando en la complicada salida comercial de esta obra.
D: Sí, es una preocupación que siempre está. Es verdad que la obra tecnológica es compleja de entender y comercializar per se, pero también lo es que ahora hay más mercado, una corriente de gente muy interesada en este tipo de arte. Creo que es una obra que se maneja en un equilibrio: una obra que se puede ver visualmente [se refiere uno de los estados, la pieza circular] y que, aunque parezca difícil, una vez que te acercas a ella se entiende muy bien. Además no sé hasta qué punto algo es vendible, lo ignoro, y tampoco cómo está la situación del mercado, pero el hecho de que interese es un acercamiento a la comercialización de la obra.
J: También coincido con ese carácter complejo de la obra, yo lo estoy tomando como una oportunidad para investigar. Lo que más me ha interesado en mi experiencia con gente que ha venido a ver la obra, es que he visto que se crea debate, se va más allá de una emoción puramente visual, con público de todo tipo. Dirty Lab está muy metido en el laboratorio y un poco ajeno al mercado hasta que, gracias a Alicia [Rey], se introdujo en una galería.
D: Eso es una cosa que me apasiona, la obra no genera respuestas pero sí dudas, debate y pensamiento. También hay una parte muy divulgativa que me interesa mucho: quitar barreras y un poco de pedantería –que ponemos muchas veces los artistas– y así la gente se acerca y te sorprende. Hay que ser divulgativo, a mí el arte exclusivista no me gusta; los artistas, en general, nos hemos alejado mucho del público.
David, defines tu obra como “expresionismo abstracto dinámico digital”, ¿podrías explicar esto?
D: No he podido evitar que suene muy rimbombante y hasta algo pedante. Metí el concepto “dinámico” porque va evolucionando, y digital porque me gusta mucho el mundo digital. Me interesa la relación del arte con la tecnología, unir esos conceptos porque parecía que eran opuestos. Lo que hago es igualmente expresionismo abstracto ya sea con un ordenador o con un pincel, no hay grandes diferencias. Son herramientas técnicas, es aplicación de procedimientos científicos que te ayudan a desarrollar tu tarea, pero en tiempos diferentes. Por azares de la vida la informática entró en mi vida muy pronto y siempre la he visto como un recurso. Mi proceso creativo es el mismo, aunque aún siga discutiendo con algunos sobre esto.
También es cierto que yo lo diferencio: tengo dos estudios, uno analógico y otro digital, por cuestiones prácticas. En uno hago ejercicio físico, cuando pinto me estoy moviendo y necesito espacio; en el otro, estoy con el ordenador y lo que necesito es comodidad. Si los mezclo al final acaba el ordenador lleno de pintura.
¿Cómo fueron los inicios artísticos de tu carrera?
D: No sé diferenciarlos, siempre me he sentido artista. Desde muy pequeño he estado con un lápiz. Tengo claro mi primer retrato, que lo hice en un libro de matemáticas en 2º de EGB.
Siempre lo he compaginado con otras actividades, tan dispares como vendedor de periódicos, geofísico marino durante cinco años y profesor de matemáticas, cualquier cosa para ganarme la vida y pagar mis facturas porque el arte no me daba para vivir y además es caro. De hecho, hubo un tiempo que sólo tenía para pintar un par de colores, no tenía más.
En tu blog se pueden ver muchas de tus piezas. Has utilizado técnicas como la apropiación, reciclaje, inserción de mensajes, collage o automatismo. Aunque sea más evidente tu proximidad al expresionismo norteamericano, hay aspectos propios de artistas surrealistas o dadaístas ¿cómo son tus procesos de creación?
D: Efectivamente, me declaro expresionista abstracto y hay una clara influencia, pero yo lo que quiero es contar mi historia, entonces muchas veces está fuera de las corrientes. Necesito otros lenguajes. Ahora estoy haciendo un disparate a través de Mockups, porque necesito soltar eso; estoy harto de los mensajes positivos.
Intervenciones urbanas sinceras que en verdad son ficticias.
D: Claro, juego con eso. Hay gente que me pregunta dónde estaban porque querían hacer fotos, cuando son mentira. Utilizar lenguajes distintos; puede ser un problema pero para mí es una virtud.
¿Qué o quién te ha marcado especialmente?
D: Siempre hay algo. Por ejemplo antes firmaba Heras; tras morir mi madre de cáncer decidí cambiarlo a Verde, como homenaje, aunque comercialmente sea una locura.
En tu trabajo está muy presente, como una suerte de obsesión, lo circular, lo concéntrico, ¿a qué se debe esto?
D: Cuando empecé a estudiar, me obsesioné mucho con la línea recta, supongo que después de tanta línea llegué al ángulo recto y ahora he pasado al círculo. Lo que necesito es comprender un poco todo y expresar mis pensamientos y así también conocerme.
Uno de los proyectos más interesantes es la creación de la I feria de Arte en Casa, basada en las intervenciones de trece artistas en el espacio 260 m2 de tu casa en Cobeña. ¿Cómo funcionó esta iniciativa? ¿Volverás a repetirla este año?
D: Fui comisario, artista, representante de artistas, puse la comida, la bebida… Surgió en Facebook como una broma cuando dije que iba a hacer una feria que tenga tortilla de patatas y salsa brava. Fue tan bien recibido que lo hice, como una forma de protesta también, porque parece que si no estás dentro de las ferias, no existes. Algunos artistas eran más conocidos, como Omar Jerez, otros lo eran menos pero muy buenos, y además amigos, como el fotógrafo Luis Gaspar, uno de los mejores retratistas de este país [participaron el propio Juanjo RS, Assaf Iglesias, Enrique Yáñez, José Luis López Moral, Anthony Stark, Ana Himes, Redivivus, Amaya Uscola, Yes y El Pez Globo]. Salió muy bien, con muchísimo esfuerzo, pasión y algún disgusto. Era un ambiente muy distendido, la gente se sentía muy cómoda. Pero también hay algo de egoísmo puro: yo quería ver cómo trabajan los artistas, nutrirme de ellos; igual que dirty lab, surge por lo mucho que me enriquece Juanjo. Conocimientos de otros campos para superar esa endogamia tan propia del arte; al igual que otro problema que tenemos los artistas es que somos muy individualistas y hay que trabajar más de forma colectiva.
La siguiente feria está por venir, pero estoy definiendo cómo plantearlo porque es mucho trabajo.
¿En qué más estáis trabajando o cuál será vuestro próximo proyecto?
D: Ahora mismo es éste en el que más estamos trabajando. Juanjo, trabaja mucho la programación, es muy modesto, pero es uno de los grandes expertos en usabilidad de este país. Tenemos muchos proyectos, como mapeos de imágenes y de calor –esto me tiene entusiasmado–, robótica, impresión en 3D, temas de visión… Lo que nos cuesta es sacar tiempo –aunque suelo dormir cinco horas– y, sobre todo, centrarnos sólo en uno de ellos.