Como en casa en ningún sitio
Por Alberto Domínguez.
(Encomio de los diarios de Andrés Trapiello con motivo de la publicación de Seré duda, volumen décimo noveno)
- LA ESPERA
El ritual se repite casi todos los años desde 1990: a) lee uno en la prensa que se ha publicado un nuevo volumen de los diarios de AT, b) entra en una librería, c) aunque sabe dónde puede estar (es perro viejo), prefiere dilatar el encuentro, es mejor ir poco a poco, de modo que hojea otros libros al tiempo que, mentalmente, como a pretendientes que no tienen nada que hacer con él, les dice: “no os hagáis ilusiones” y d) cuando ya no puede aguantar más, alza la vista, atisba el grueso volumen de color crema (hay que decir que unos son más gruesos que otros, El jardín de la pólvora (13º) y Troppo Vero (16º), por ejemplo, son descomunales, mientras que El gato encerrado (1º) y Miseria y compañía (18º) son tirando a flacos) y, con paso firme y decidido, llega hasta el estante, lo coge, lee el título y se dice: “sí, es éste”. Un plástico a prueba de lectores no compradores protege el libro, que cuesta unos 35 euros. No le hace falta saber de qué va, ya sabe de qué va: de lo de siempre. Es una apuesta segura, sabe que le va a gustar (aunque lo de “gustar” se queda corto, en realidad lo que sabe es que necesita tenerlo). No es barato. Pero por muchas vueltas que le dé, sabe que acabará comprándolo, o al menos teniéndolo. Como suele publicarse en diciembre, si no lo compra ese día se lo pedirá a su mujer como regalo de reyes.
Ha pasado un año largo, quizá dos, desde que se publicó el anterior volumen. Durante todo este tiempo, uno ha viajado: ha estado en Carrère, en Coetzee, en Marías, ha estado en libros que ya no recuerda, ha leído cosas mejores y cosas peores, pero el caso es que ya tenía ganas de volver a casa. Veinticinco años y diecinueve volúmenes después, uno considera que los diarios de AT son “su casa”, ¿y quién no ansía, tarde o temprano, regresar a su casa? En Carrère, en Coetzee, en Vargas Llosa se lee estupendamente, pero llega un momento en el que uno necesita lectura casera: quiere uno saber de R. y de G., de M., de RG., de Manuel el lagarero, quiere uno volver a Trujillo y a las Salesas, necesita uno el lirismo, la ironía, la humildad y la belleza de la literatura de AT.
- EL PERSONAJE
El narrador es, claro, AT. Teniendo en cuenta que una cosa es vivir y otra escribir, cabe imaginar que el narrador AT, sin ser del todo – ¿el ciudadano?, ¿la persona?, ¿el individuo? – AT, se parece mucho al verdadero AT. Es alguien que, por regla general, se pasa el día escribiendo, hace pequeños recados, pasea por el barrio; los domingos madruga para ir al Rastro; le entusiasma la música clásica, ama la buena pintura (Velázquez, Gaya) y detesta la mala (Tàpies); en literatura, Cervantes, Galdós, Azorín y Juan Ramón Jiménez son, por decirlo de una manera templada, escritores de su agrado. De tarde en tarde le dan algún premio.
En sus diarios, AT nos habla de sus enfermedades – reales e imaginarias –, de sus proyectos literarios, de los libros que lee; abundan sus reflexiones, preñadas de bondad y de gratitud, sobre el amor (a la familia, a los amigos…), sobre el paso del tiempo, sobre la naturaleza. Escribe obituarios, hermosos unos, ácidos otros. Entre las páginas más hilarantes se encuentran aquellas en las que el autor habla, desde la incredulidad más absoluta, de su labor de conferenciante, de la gente tan extraña que le recoge en un aeropuerto y de cómo llega a un pequeño salón de Monforte de Lemos o de Benicarló y discursea ante un auditorio de ocho o diez personas, dando a entender que, casi siempre, la literatura tiene mucho de patetismo y nada de gloria.
Encandila el tono, la voz con la que cuenta lo que le pasa. En El guardián entre el centeno, Holden Caulfield declara lo siguiente: “Lo que más me gusta de un libro es que te haga reír un poco de vez en cuando. […] Los que de verdad me gustan son esos que cuando acabas de leerlos piensas que ojalá el autor fuera muy amigo tuyo para poder llamarle por teléfono cuando quisieras.” El humor es una constante en sus diarios, y yo, que por lo mucho que llevo leído creo conocer bien a AT, confieso que he estado tentado muchas veces de escribirle, de llamarle, incluso de apostarme en plan fan en Conde de Xiquena y no moverme de allí hasta verlo aparecer para darle las gracias por todo lo escrito, y si hasta ahora no lo hecho ha sido por timidez y porque creo, como aconseja el Nuevo Testamento en Romanos 12, 3, que no hay que saber más de lo que nos conviene, sino que hay que saber con sobriedad, y por el temor, por tanto, a romper ese algo mágico que tienen los buenos textos y a que el contacto humano, en lugar de sumar o de dejar las cosas tal como están, reste.
- LAS VIÑAS – MADRID – LAS VIÑAS
La vida del narrador transcurre en dos escenarios principales: Las Viñas y Madrid. Las Viñas es una finca de Extremadura en la cual AT, junto a su familia, pasa unos días en Navidad, en Semana Santa y en verano. Cada diario suele comenzar y acabar en las Viñas, y en el medio, Madrid.
Cuando está en Las Viñas, la prosa de AT rebosa de nombres de flores, de aves, de aperos de labranza, de “las cosas del campo” que diría Muñoz Rojas. En Las Viñas se enciende la chimenea, ladran los perros, se oyen los tiros de los cazadores, se celebra la Nochevieja de manera frugal (algunas de las páginas más emotivas son las que escribe AT cada cambio de año). El narrador, a veces con la ayuda de Manuel, hace reparaciones en la casa. Lo que más transmite la parte extremeña de los diarios es soledad y silencio. Uno, que no ha estado nunca en Las Viñas, tiene la sensación de haber pernoctado más de una vez en ese lugar sobre el que tantas cosas ha leído.
En Madrid, el hombre de campo deja paso al hombre de ciudad y trata a gente, asiste a presentaciones de libros, resuelve asuntos domésticos. Su vida transcurre en una zona deliciosa de la capital: calles Conde de Xiquena, Barquillo, Almirante, Prim, Bárbara de Braganza, junto al Paseo de Recoletos, cerca de la Gran Vía. Lleva un poco una vida de flâneur: anda, observa y escribe. La ventaja del diario respecto a la novela es que no se debe a una trama (o que no tiene más trama que la de la vida, la cual es bastante laxa), y que puede, por tanto, saltar de un asunto a otro sin que nada se resienta: en una página su autor puede glosar un encuentro, en la siguiente apuntar un par de aforismos y en la tercera transcribir una conversación oída en una tienda de ultramarinos. El lector, más que leer, lo que hace mientras va pasando las hojas es asomarse a una vida.
- W, X, Y, Z
Aunque algunas personas aparecen en los diarios con nombre y apellido, la mayoría lo hacen emboscadas detrás de esas letras escritas en mayúscula y, como no puede ser de otra manera (la naturaleza humana es la que es), el lector se afana en adivinar a quién se refiere AT con esa X, con esa Y, con esa Z, sobre todo si esa X, esa Y o esa Z reciben de lo lindo. Como todos, yo también intento saber de quién habla AT cuando usa las mayúsculas, pero no siempre lo consigo. Sí que recuerdo haber descubierto, entre otros miembros del CAS (Club de las Almendritas Saladas), a Vila-Matas y a Pere Gimferrer, y haberme reído bastante a su costa.
- POR FUERA
Quien, como yo, tiene en su casa los diecinueve tomos publicados hasta la fecha, sabe dos cosas: que necesita un espacio considerable para poder colocarlos (siempre pienso que un día los releeré todos de principio a fin, cosa harto dudosa) y que de Los hemisferios de Magdeburgo (8º) a Do fuir (9º) hay un cambio de edición. Los primeros ocho tienen un tamaño más reducido, y cada volumen es de diferente color; a partir del noveno, la portada es colorada y todos llevan una sobrecubierta de color amarillo claro o crema, amén de una fotografía que siempre es distinta. El cambio de edición introduce otra novedad: a partir de Do fuir, todos los volúmenes aparecen encabezados por la misma cita de Fortunata y Jacinta: Por doquiera que el hombre vaya lleva consigo su novela. Lo que no ha cambiado desde El gato encerrado (1º) es el texto de la contraportada, que por su interés reproduzco a continuación: SALÓN DE PASOS PERDIDOS (UNA NOVELA EN MARCHA) En las vejas casas había siempre un Salón Chino, un Salón Pompeyano, un Salón de Baile, otro de Retratos, cada uno empapelado o pintado de un color, con unos muebles apropiados y decoración idónea… En estos palacios españoles, un tanto vetustos y destartalados, había también un salón que llamaban de Pasos Perdidos. La casa que no lo tenía no era una buena casa. Era el salón donde nadie se detenía, pero por donde se pasaba siempre que se quería ir a alguno de los otros. Al autor le gustaría que estos libros llevaran el título general de Salón de pasos perdidos. Libros en los que sería absurdo quedarse, pero sin los cuales no podríamos llegar a esos otros lugares donde nos espera el espejismo de que hemos encontrado algo. A ese espejismo lo llamamos novela, y a ese algo lo llamamos vida.
“¿Cuánta gente comprará estos diarios?”, se pregunta uno cada vez que adquiere un nuevo volumen. Sospecho que no demasiada. Uno conoce a poca gente que lea, así, en general, pero a nadie que lea diarios. Sin embargo, se siguen publicando, señal de que a los pretextos (así los llama AT) les salen las cuentas. ¡Quién sabe! Unas veces quisiera uno que se vendieran mucho y otras que se vendieran poco, por egoísmo, para no compartir con nadie lo que uno tanto disfruta.
- UNA NOVELA EN MARCHA
Se habla de “los diarios de Trapiello”, del “diarista Trapiello”, yo mismo me refiero a estas obras suyas como “diarios”, y lo son, pero no sólo. De hecho, AT los inscribe bajo el epígrafe de “Una novela en marcha”. Entonces, ¿qué son estos libros?
Escribe AT: “Ha mantenido uno que estos libros se escriben como diarios que al publicarse se convierten en novela, y que lo propio de las novelas es el argumento, pero si pienso en esta, no lo hallo por ningún lado. Quizá su verdadero argumento no sea mi vida, sino la de todos los lectores que reconocen la suya en estas páginas.”
Entre lo que el libro narra y su reescritura median entre cinco y diez años. Por ejemplo, Seré duda, recién publicado, narra acontecimientos del año 2005. Quiere esto decir que cuando AT reescribe lo que escribió en 2005 para publicarlo en 2015, lo hace de una manera, digamos, novelesca. Y lo que es más importante: el lector (al menos en mi caso) lee su serie diarística como si de una novela se tratara. Novela en marcha, inconclusa, pero, como toda gran novela, llena de vida, de peripecia, de reflexión.
En realidad, poco importa a qué género adscribamos los libros de AT. ¿Acaso ganan o pierden algo si en lugar de diarios les llamamos novelas, o la inversa? Nada. Diarios novelados, novelas diarísticas, qué más da. Sus empedernidos lectores esperamos con impaciencia el volumen siguiente. Suficiente.
- SERÉ DUDA
¿De qué va Seré duda? La pregunta es capciosa: va de todo y de nada, va de lo de siempre, va de la vida. AT escribe con emoción del fallecimiento de su gran amigo y maestro Ramón Gaya, relata varias anécdotas a cuenta de su obra Al morir don Quijote, evoca sus encuentros con otros escritores (Arturo Pérez Reverte, Isaac Rosa, Fernando Arrabal), rememora una mañana deliciosa en la casa de Lope de Vega, habla de sus viajes, de lo que halla en el Rastro (siempre halla algo aunque no compre nada), pero, por encima de todo, en Seré duda el lector se reencuentra con esa voz, con ese tono con el que escribe Trapiello y que tanto seduce a sus lectores.
Los criterios que se utilizan para enjuiciar una obra literaria no sirven para hablar ni de éste ni de los anteriores volúmenes publicados. ¿Están bien escritos? Por supuesto que sí. ¿Son entretenidos? Muchísimo. Pero eso, con ser mucho, es lo de menos; lo de más es que, para quien esto escribe, se han vuelto imprescindibles. Va uno a estos diarios como va a su restaurante favorito: confiado, sabiendo que lo que le den le va a gustar, y que va a salir mejor de lo que entró. Va porque le gusta el ambiente, el servicio y la comida. Y le pide a su restaurante lo mismo que le pide a los diarios de AT: que no cambie y que no cierre nunca.
Seré duda, de Andrés Trapiello. Editorial Pre-Textos. Fecha de publicación: diciembre de 2015