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Wagner antes de Wagner. «La prohibición de amar» en el Teatro Real

Por Eloy V. Palazón

 

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Una obra renegada por su compositor, La prohibición de amar, compuesta por Wagner a los 21 años, sale a escena estas semanas en el Teatro Real. Una obra de juventud que poco tiene que ver con lo que después se convertiría en uno de los ejes principales de la música occidental. Y uno lo nota desde las primeras notas de la obertura, de la que hay poco rastro de su obra posterior, tal vez un uso precoz del leit motiv. Suena más a Bellini y Rossini, si acaso aparece Carl Maria von Weber, algo que se mantendrá en su producción posterior.

Tal vez sea una razón práctica, Wagner compuso en el estilo italiano al que estaban acostumbrados sus cantantes, sus músicos y el público de Magdeburgo. No obstante,  La prohibición de amar es una ópera que rompe con los clásicos tópicos musicales asociados al célebre músico y, desde luego, muy alejada de su densidad y hondura características.

Esta obra es para el joven Wagner el equivalente al Viaje a Italia de Goethe: un elogio a los aires cálidos del sur, al sol, a lo lúdico, al sexo y al hedonismo meridional. Pero Das Liebesverbot no es realmente una panacea de amor libre y sexo desenfrenado bajo el sol. Es un alegato a favor de la monogamia. Y, sobre todo, es una gigantesca carta de amor a Minna Planner, la mujer que Wagner quiso que fuera su esposa.

Pero lo que se ve en escena no sólo es una obra desechada, sino también inacabada y, por tanto, un arreglo, o más bien, un salvamento de una obra que, tal vez, no funcione del todo, y puede que esa sea la razón de que ésta sea una obra fuera del repertorio habitual.

A este respecto, Ivor Bolton, el director musical, nos cuenta que “la idea misma del canon, el hecho de que existan unas obras que se consideren más consolidadas que otras, merece ser objeto de reflexión”, a lo que añade “¿qué seríamos sin las óperas de Leoš Janáček? No eran óperas de repertorio hasta hace menos de medio siglo, y es poco probable que lleguen a ocupar el mismo espacio que, por ejemplo, La traviata. Pero la mayoría de los teatros de ópera del mundo, incluido el Teatro Real, han programado estas obras. Y la programación seguirá evolucionando: el concepto de canon es una realidad que no hace más que cambiar.”

Kasper Holten firma una puesta en escena que trae a momentos más recientes la obra wagneriana. Propuesta poco interesante y con momentos bastante tediosos, como en la obertura, en la que sobre el telón es proyectado una animación de la efigie de Wagner haciendo muecas sin sentido.

Equipo artístico

Director musical: Ivor Bolton

Director de escena: Kasper Holten

Escenógrafo y figurinista: Steffen Aarfing

Coreógrafa: Signe Fabricius

Director del coro: Andrés Máspero

Intérpretes  (en días alternos): Christopher Maltman/Leigh Melrose; Peter Lodahl/Peter Bronder; Ilker Arcayürek/Mikheil Shesberidze; David Alegret; David Jerusalem; Manuela Uhl/Sonja Gornik; entre otros.

Teatro Real de Madrid.

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