El Ministerio del Tiempo: la historia hecha show
Por Alicia Louzao
Reseña sobre el regreso de la segunda temporada de «El Ministerio del Tiempo» de TVE creada por Pablo y Javier Olivares.
Cuando en el 2011 las salas de cine acogían la pieza de Woody Allen titulada “Midnight in Paris”, algunos señalábamos entusiasmados a ese Fitzgerald, al silencioso Hemingway, a Dalí (que se parecía a Adrien Brody) e, incluso, a un breve bosquejo del maravilloso Buñuel que permanecía apartado en una esquina de la mesa de un café. Picasso se codeaba con Marion Cotillard y el director de cine nacido en Brooklyn se atrevía a trasladar a la gran pantalla a hitos que forman parte de la historia universal y de cuyas huellas algunos conservamos en nuestras estanterías y cajones, en forma de «El discreto encanto de la burguesía» o «El viejo y el mar».
Sin embargo, no quedaría todo ahí.
Paula Ortiz rescataría de su biblioteca «Bodas de sangre» y un 70% de los versos que plagan esa maravillosa pieza teatral lorquiana se vería representado en esas mismas salas de cine que cobijaban la obra de Woody Allen. Así, desgarradoras escenas que podemos leer en el drama de Lorca “El llanto llegaba desde las raíces de mis pies”. Versos que no se olvidan al leer la obra y que aparecen articulados en las bocas de actores de ese color aceituna que tanto describe Lorca en su “Romancero gitano”.
“Con un cuchillito,
con un cuchillito
que apenas cabe en la mano,
pero que penetra fino
por las carnes asombradas
y que se para en el sitio
donde tiemble enmarañada
la oscura raíz del grito”
Además de este auténtico síndrome de Stendhal ante algo tan bello, delicado y profundamente respetuoso con el texto original como es la película de Paula Ortiz, en TVE aparece “El Ministerio del Tiempo” por primera vez el 24 de febrero de 2015. Y prosigue en este año de 2016 con su segunda temporada. Porque resulta que aquello abandonado en la televisión como es la pasión por la historia y las artes ha regresado y es el pilar que fundamenta esta serie. Por supuesto, es un juego, no una enciclopedia, pero el mero hecho de que la inspiración venga de la mano de los clásicos (nos adelantan incluso una escena dentro de «Las Meninas» y unas conversaciones con Lorca) y que esto funcione en el público es todo un chaleco salvavidas. Pidal ya no sólo forma parte de los apuntes que escribíamos algunos en Filología Hispánica. San Ignacio de Loyola instaba a los jesuitas a hablar en sus sermones con palabras claras y sencillas para llegar al pueblo. Así el Ministerio llega a las casas: aquellos que desconocían la historia se asoman ahora a estos nombres y aquellos que siempre la admiraron o estudiaron se ríen al ver a Menéndez Pidal comparando a Heston con un botijo.
La historia de todos los países debería ser estudiada y admirada. Pero se relega a polvorientos manuales y listas de necrológicas de autores y obras con las que se espanta a los alumnos de instituto. En TVE han querido apostar por esos manuales, desempolvarlos, iluminarlos y traerlos al público televisivo del siglo XXI. Compitiendo con reality shows de la más diversa calaña, nuestra historia (El Cid, Velázquez, Lope de Vega, Menéndez Pidal…) sobrevive una temporada más en TVE. Como petición personal, las filologías y otras carreras de humanidades deberían incluir como salida profesional la de trabajar en este Ministerio.
Porque no solo en Inglaterra pulen con gloria a sus clásicos a golpe de bolsas y estuches de Alice in Wonderland y Sherlock en la BBC.
Aquí nosotros tenemos un glorioso cocktail con el que disfrutar de aquellos que fueron parte de nuestra historia.
Las bolsas y estuches quizás vengan después.