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“Por respirar”. Sobre la nueva comedia de Alfredo Sanzol

Por Sara Zambrana

 

El éxito de público y los entusiastas halagos de críticos que está cosechando la última obra de Alfredo Sanzol no es nada baladí y bien merecido lo tiene. La respiración, que se ha situado en el panorama teatral madrileño como una de las obras más valoradas, es una especie de comedia delirante no exenta de dramatismo centrada en el (des)amor; es y ha sido la mejor terapia para el propio Sanzol, autor de reconocido prestigio y fructífera trayectoria que ha creado en esta ocasión su proyecto más personal.

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De pie: Pau Durà, Martiño Rivas, Camila Viyuela, Pietro Olivera. Sentada: Gloria Muñoz. En primer plano: Nuria Mencía.

Cuando me separé hace un año el dolor era tan grande que no me dejaba respirar, y creo que la falta de aire me tenía en un estado de alucinación. Esta comedia ha sido la manera que he tenido de volver a la realidad, de aceptar la nueva situación, y de ir reencontrándome con la alegría poco a poco. (Alfredo Sanzol)

 

Pero no encontramos a un protagonista masculino, sino a Nagore: una estupenda Nuria Mencía, visceral y desquiciada, en la que muchos nos vemos reflejados. Y es que Sanzol ha hecho de las experiencias más íntimas, ya fueran dolorosas o bien felices, incluso penosas y desesperadas, su arte, y por tanto, ya nada tiene que ver con su vida personal. Una separación tras quince años de convivencia, con un hijo en  común; qué raro sería acostarse en la cama, y que no esté recostada allí también tu pareja, como todas las noches, igual de extraño sería levantarse alterado o estresado en la mitad de la noche y que no esté tu compañero para intentar calmarte, qué insoportable sentir la casa tan solitaria y tú tan sola; qué difícil volver a dormir bien ocho horas seguidas sin que él esté a tu lado.

Tras un año este proceso forzoso sigue siendo un doloroso agotamiento para la protagonista, cuya autoestima se está viendo destrozada, su estabilidad emocional totalmente desequilibrada y al final ha caído en un oprimente sentimiento de soledad. Una ruptura también nos puede llevar a la constante sensación de no ser capaces de respirar, respirar de verdad, hondamente, y ni siquiera saberlo.

Es algo tan básico y esencial como la respiración la bella metáfora en torno a la cual gira toda la obra, especialmente las partes musicales –frescas y entusiastas–, y es el pretexto para que Nagore deje de focalizarse en la rabia, el dolor y el desamparo que está sufriendo y vuelva a cuidarse, ilusionarse y hasta divertirse: empezar de nuevo.

¿Qué puedo hacer para poder mirar a la cara a todos mis fantasmas, reírme de ellos y seguir viviendo?

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Tras un inicial soliloquio espectacular, empieza la diversión y comienzan los desvaríos; para intentar salir de la crisis acude a su madre, Maite (Gloria Muñoz), quien la guía y anima para desprenderse de los recuerdos y por el contrario utilizar su memoria para crear otros nuevos, para fantasear. Maite es una mujer jubilada que derrumba muchos estereotipos, que ha aprendido a vivir de una forma mucho más vitalista y apasionada que su hija, hasta tal punto que ésta verá sobrepasadas todas sus expectativas en relación con aquélla, incluso las más intrépidas, y por ello actúa como un personaje ancla perfecto para dar alas a Nagore.

Es desde ese encuentro entre madre e hija cuando comienzan a fundirse realidad y ensueño, y van apareciendo el resto de personajes, espléndidos todos: un alegre profesor de yoga cuya personalidad a veces es suplantada por animales furiosos (Pietro Olivera), un atractivo fisioterapeuta también recién separado (Pau Durà), un exaltado preparador físico (Martiño Rivas) y una joven y sensible recién licenciada en Derecho (Camila Viyuela) –con un intenso y emocional discurso en la parte central de la obra muy bien articulado–; todos ellos relacionados de alguna forma por parentescos familiares y sentimentales. Aunque haciendo pequeños guiños al espectador, el conjunto consigue crear una realidad paralela auténtica, en la que los ocurrentes enredos se van sucediendo a través de divertidos diálogos, subvirtiendo por completo la monogamia a través de una suerte de relación de amor plural, envidiable, en la que no hay excluidos y todos son correspondidos.

Se cuestionan así las formas de amor y sexo convencionales, y se cuestionan bien, en clave de humor y desde una ternura inagotable a base de elementos sencillos –que no simples–, con un lenguaje creado llanamente, sin apenas artificios pero con claras referencias literarias detrás. Un texto, en definitiva, muy coherente y sensitivo, que cobra vida gracias a un gran elenco de actores y actrices, a pesar de que alguna de las canciones para mí fue menos estimulante, mas sin dejar de servir de forma tan efectiva (y afectiva) para estructurar la obra.

Es un  juego de confidencias y experiencias sentimentales muy divertido en el que se presenta una suma de aprendizajes y desengaños donde el fracaso, el escepticismo y la nostalgia van dejando paso al aliento, la ilusión y la aventura que ignoraban que aún podrían experimentar: Por respirar…

Por respirar, por confiar de nuevo y volver a creer.

Por confiar, por respirar serena y saber esperar.

Renacerás si no te empeñas en querer sufrir.

Precioso tiempo tu vida ha de ser, preciosa perla rara… (Manolo García, álbum Nunca el tiempo es perdido, 2001)

 

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Texto y dirección: Alfredo Sanzol (foto)

Reparto: Pau Durà, Nuria Mencía, Gloria Muñoz, Pietro Olivera, Martiño Rivas y Camila Viyuela

Música: Fernando Velázquez

Escenografía y vestuario: Alejandro Andújarla_respiracion_escena_13

Iluminación: Pedro Yagüe

Diseño gráfico y fotografías: Javier Naval

Producción: Teatro de la Abadía y LAZONA

 

Hasta el 28 de febrero en Teatro de La Abadía

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