CríticasPoesía

El aprendizaje del miedo

El aprendizaje del miedo

Paco Ramos Torrejón

Ilustraciones de María Kings

Prólogo de Guillermina Royo-Villanova

Ed. Lápices de Luna

Dic. 2015

Págs. 47

Por Gema Estudillo
MiedoSon muchas las maneras que tiene el ser humano de canalizar el miedo y una de las más sublimes, quizás sea, la de sumergirse en él y explorarlo a través de la poesía. Porque la poesía, ya sea desde la lectura o la escritura, cura y ejerce un poder terapéutico en el espíritu atormentado. El aprendizaje del miedo de Paco Ramos Torrejón ( Cádiz, 1981 ), publicado en la jovencísima y prometedora editorial Lápices de Luna con ilustraciones de María Kings y prologado por Guillermina Royo-Villanova, es el primer poemario del autor y supone un admirable ejercicio de catarsis personal. A través de él, Ramos explora la experiencia vital que supone enfrentarse a la enfermedad de un ser querido, a la soledad, a los vacíos que deja una persona amada, a caminar sin su presencia cotidiana. ( “Qué vas a decir cuando sepas/  que tengo el corazón lleno/ de lo que queda de una ausencia” ).

El libro se abre con un reproche a los poetas que desvinculan la poesía de la realidad (“Jugad a que la vida, no es en realidad vida”) y continúa su bajada personal a los infiernos a través de la palabra con una clara intención de vivir desde ella su sufrimiento ( “Sólo los poetas exorcizan las ausencias” ). Es por tanto este poemario, una entrega consciente al sufrimiento, un intento de salvación desesperada que el poeta afronta con nobleza y sin resignación ( “Lo ortodoxo es aprender / a convivir / con la desgracia” ). Nos adentramos poco a poco en el desmoronamiento del ser querido a través de la enfermedad ( La botella que sostiene sus latidos, la habitación de cinco metros cuadrados, el veneno goteante, la quimioterapia comparada con los efectos daniños de Napalm). Justo en la mitad del libro, el poema Derrotados marca un punto de inflexión en la actitud del poeta que claudica ante el miedo y se entrega ( “Vencidos los aurigas/ que embridaban los caballos de la guerra” ). Es el momento de la salvación, el retorno del infierno, la conciencia de la ausencia y la aceptación de la despedida ( “Lo difícil es estar sin ti/ en esta ausencia que llena la casa ). El desorden de la casa que ya no habita quien la cuidaba, el café de la mañana aún por servir, la nostalgia de los guisos y los geranios abandonados, en definitiva, la ausencia no se vive desde la desolación, sino desde el aprecio y la gratitud. En la última parte del libro, el poeta conseguirá redimirse y aceptar que la muerte forma parte de la vida, como la noche engendra el día y con él una nueva esperanza. “ Que no se llore mi pena” ha de gritar. Ha aprendido que “ El vicio insano de vivir/ disimula las heridas”.

Es pues el libro, un magnífico canto de aceptación de la muerte que entronca directamente con la mejor literatura española medieval como en Carpe Diem ( “Somos siervos de la Parca…Ella es quien decide cuando se corta la cuerda” ) o con la voz clara, limpia y consciente de Jaime Sabines ( “Ayer te despedimos en la playa…tu cuerpo,/ podrido de cangrejos,/ ahora es alimento de peces” ). El tono reconciliador con la muerte junto con el uso bien dosificado de bellas imágenes ( “Está mirando la vida en la ventana”, “ Nos alcanza la noche sin saberlo” , “ y a tu cuerpo/ se lo llevó el levante mar adentro” ) son quizás sus mejores aciertos y dan buena cuenta de que, a pesar de ser un poeta novel, conoce bien la técnica y nada es fruto del azar, sino de un arduo trabajo de introspección en lo personal y en lo literario.

Definitivamente a través de la palabra, Ramos, y con él sus lectores, aprendemos que “El deseo de volar viaja a contravida”.

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