El Anacronópete, de Enrique Gaspar
Por Owen L. Black.
Si hay algo de lo que siempre se acusa a la cultura hispana, es de olvidar frecuentemente a todos aquellos que han aportado algo a la misma, deslumbrados siempre por el mundo anglosajón, el cual también tiene sus virtudes por supuesto. Olvidamos que en español también se ha escrito mucho. A veces más de lo que pensamos o imaginamos.
Uno de esos casos es el del dramaturgo y novelista Enrique Gaspar y Rimbau (1842-1902), este autor madrileño está prácticamente olvidado en nuestros días, a pesar de sus múltiples trabajos, entre ellos destaca una obra por la que se le suele mencionar de vez en cuando en algunas listas de pioneros de la ciencia ficción.
Si, este género seguido muchas veces por pequeños grupos hasta que se hizo de masas con el avance del siglo XX. Gaspar publicó en 1887, El Anacronópete, obra famosa por ser la primera vez en la que se habla, se construye y se usa una máquina del tiempo. Y es que el trasto que da nombre al libro no es otra cosa que un gran aparato, que deja la tienda de Harry Potter en mera casa prefabricada. En el Anacronópete hay de todo, un laboratorio, cocina, varios salones, sala de máquinas, despensa y todo tipo aparatos gracias a la electricidad, y por si fuera poco, consigue viajar a donde quiera, en cualquier espacio y tiempo.
Presentado en la Exposición de París de 1860 ante la atónita mirada de científicos de renombre y curiosos varios de la vieja Europa. Pero no penséis que este es un árido libro de ciencia ficción escrito en el siglo XIX con infumables descripciones. No tiene nada que ver. Y eso es porque si por algo se caracteriza la obra de Enrique Gaspar es por sus altas dosis de humor e ironía.
Pese a ser hijo de actores y no poder terminar su formación en letras. Gaspar fue un viajero y lector incansable, con 27 años consiguió una plaza en el cuerpo diplomático y este trabajo le llevó por toda Europa, África y Asia. Paso varios años en un país tan exótico para la época como China. Pero no solo estuvo allí, sino que aprendió de todos los lugares a los que fue. Sus explicaciones y conocimientos del mundo chino para la época son impresionantes. Conocía el Tao Te King y habla de él en el libro traduciendo algunos fragmentos, cuando este texto no apareció en Occidente hasta décadas más tarde y no todos lo comprendían.
Cualquiera que se acerque a la novela podrá comprobar los conocimientos y la brillante inteligencia de este hombre. Y lo que es mejor, la agudeza con la que describe o aprecia problemas socio-culturales o económicos de la época que terminarían estallando en el siglo XX.
Pero volvamos al Anacronópete, su creador Don Sindulfo García es un zaragozano, estoico y cabal que termina desarrollando semejante aparato en busca del amor. Su sobrina y pupila no quiere casarse con él. Así que, en su descabellado plan crea esta máquina del tiempo para viajar hasta algún momento oscuro de la historia donde pueda casarse sin que nadie se interponga. Con él viaja su amigo y hombre de letras Benjamín. Un amante de las lenguas y los cachivaches raros que eran muy frecuentes en la época. Momias, monedas, cuadros, pócimas mágicas y todo lo que pudiera parecer curioso y digno de valor histórico era almacenado y clasificado por los sabios (y los no tan sabios) del siglo XIX.
Benjamín se embarca en el viaje con la clara intención de encontrar algo que ya buscaba Gilgamesh en la primera obra de la historia, la inmortalidad. Junto con los dos chiflados científicos que ya los hubieran querido a su lado Martin McFly y Doc, viajan Clara y Juana. La una, la sufrida sobrina, la otra la criada, verdadera alma del viaje y mujer con agallas y desparpajo ante todas las dificultades.
Pero como en cualquier lio, todo no es tan sencillo, Luis y Pendencia no renunciarán al amor de sus chicas tan fácilmente, aunque tengan que viajar con sus hombres a través de los siglos, desaparecer, combatir en el final de la dinastía Han o tener que buscar a Noé en medio del diluvio universal. Pero eso sí, con sentido del humor que para eso son españoles.
Si tras esto queréis leer sus trabajos, con el Anacronópete lo tendréis fácil, volvió a salir a la luz en el 2014, publicado en la editorial Trasantier. Además en la edición se incluye sus cartas relatando su viaje a China y sus conocimientos sobre el país, todo un descubrimiento. Quizás lo peor ha sido no mantener su preciosa portada modernista del ilustrador Francesc Gómez Soler. Si lo hicieron en el 2005 en Minotauro, pero esta edición esta descatalogada actualmente.
De todos modos en Cervantes Virtual y en la Universidad de Alicante tenéis digitalizadas sus obras, por si alguien quiere conocerlo en su profundidad o ver las preciosas ilustraciones de la edición original.
Es hora de reírse y pasar un buen rato con este hombre que tiene preparado el Anacronópete para como él mismo dijo ‘deshacer el tiempo’.