Mito e imagen: Telefo en el altar de Pérgamo
El altar de Pérgamo es un majestuoso monumento capaz de transmitir por él mismo la recreación de un pasaje mítico que encuentra en la memoria colectiva un significado y una función pertinente. Así pues, se profundizará en el friso interior del altar de Pérgamo, la Telefiada, que en comparación con la estructura arquitectónica del friso de la Gigantomaquia, refleja un estilo más sobrio. De la obra –posterior a la de la Gigantomaquia–, sólo han podido reconstruirse 34,6 metros de su totalidad. Antes de adentrarse en la contextualización de su construcción, conviene explicar el mito que corresponde a este héroe, Telefo, para lograr una comprensión mayor.
Heracles a su paso por Tegea cuando regresaba de la conquista de Pilos sedujo a Auge, sacerdotisa de Atenea Álea, sin saber que era la hija del rey Áleo; ella dio a luz en el templo de la diosa y, su padre, al ver la peste que asolaba la región, averiguó cómo la causa era el templo mancillado. Hizo exponer al recién nacido en el monte Partenio, donde lo amamantó una cierva y lo criaron unos pastores que le llamaron Telefo. Este episodio fue recogido en la traducción inglesa del texto de Diodoro Sículo de la siguiente manera:
7. From this campaign Heracles returned into Arcadia, and as he stopped at the home of Aleos the king he lay secretly with his daughter Augê, brought her with child, and went back to Stymphalus. 8. Aleos was ignorant of what had taken place, but when the bulk of the child in the womb betrayed the violation of his daughter he inquired who had violated her. And when Augê disclosed that it was Heracles who had done violence to her, he would not believe what she had said, but gave her into the hands of Nauplius his friend with orders to drown her in the sea. 9.But as Augê was being led off to Nauplia and was near Mount Parthenium, she felt herself overcome by the birth-pains and withdrew into a near-by thicket as if to perform a certain necessary act; here she gave birth to a male child, and hiding the babe in some bushes she left it there. After doing this Augê went back to Nauplius, and when she had arrived at the harbour of Nauplia in Argolis she was saved from death in an unexpected manner. 10.Nauplius, that is, decided not to drown her, as he had been ordered, but to make a gift of her to some Carians who were setting out for Asia; and these men took Augê to Asia and gave her to Teuthras the king of Mysia.
(Diod. Sic., Bib. Hist. IV, 33, 7-11).
Figura 1.
Así pues, dicho episodio se corresponde con la primera escena del friso (Fig. 1), en la que muestra a Heracles en la corte del rey Áleo en Tegea, bajo un árbol que mira por primera vez a Auge; a la izquierda, pese a que Diodoro no la mencione, se encuentra la reina Neaira. Por tanto, Telefo se presenta como hijo de Heracles –de todos sus hijos es el que más se parece a él– y Auge, como hija del rey de Tegea. De todas formas, sobre las circunstancias de su nacimiento existían dos series de tradiciones muy distintas; unas se remontaban a fuentes principalmente épicas, mientras que las segundas tenían su origen en otras que fueron utilizadas por los trágicos. Según la primera, después de que Auge concebiera a su hijo, ésta fue abandonada por su padre en un cofre en el mar, que llegó a Misia; o bien, como apuntaba Diodoro Sículo, Áleo entregó su hija a Nauplio, el cual la dejó en manos de unos mercaderes, siendo Auge vendida en Misia al rey Teutrante, en cuya corte fue criado Télefo. En este sentido, Estrabón, valiéndose de Eurípides, explicaba lo siguiente:
Euripides says that Augê, with her child Telephus, was put by Aleus, her father, into a chest and submerged in the sea when he had detected her ruin by Heracles, but that by the providence of Athena the chest was carried across the sea and cast ashore at the mouth of the Caïcus, and that Teuthras rescued the prisoners, and treated the mother as his wife and the child as his own son.
(Estrab., XIII, 615, 74).
Figura 2.
Según el autor, Teutrante encontró a Auge en la orilla del Caicos, que corresponde a la tercera escena del friso (Fig. 2). En ella, el rey es perfectamente reconocible debido a su vestimenta y a las botas que porta con sus aletas. En cuanto a la segunda versión sobre las circunstancias del nacimiento de Télefo, mientras la madre era abandonada en el mar, el niño era expuesto en la montaña, en Arcadia. Como en la primera versión, Auge había sido entregada por Áleo a Nauplio, con el encargo de ahogarla; durante el camino, la joven dio a luz un hijo en el monte Partenio y lo abandonó. Mientras que Auge era vendida a unos mercaderes que la llevaron a Misia, Telefo fue recogido por unos pastores del rey Córito, los cuales lo ofrecieron a éste como regalo. Algunos investigadores coinciden en que ya hombre, Telefo consultó el oráculo de Delfos para conocer el paradero de su madre. El oráculo le sugirió trasladarse a Misia, donde encontró a su madre en la corte del rey Teutrante. Seguidamente, el argonauta Idas trató de arrebatarle a éste el reino. El monarca suplicó ayuda a Telefo, que se encontraba acompañado por Partenopeo –uno de los Siete Jefes que marcharon contra Tebas–, prometiéndole, en caso de victoria, la mano de Auge, a quien consideraba como su hija adoptiva desde el día en que había abordado en Misia. Debido a la victoria de Télefo sobre los enemigos del rey, quiso recompensarle dándole a Auge por esposa, pero una serpiente enviada por los dioses se interpuso entre ellos. Por inspiración divina, madre e hijo se reconocieron, evitando así el incesto y el crimen. Teutrante, además de nombrar a Telefo como heredero de su reino, le otorgó la mano de su hija Argíope. En este momento se sitúa un episodio célebre en la vida del héroe: su lucha contra los griegos que se dirigían a Troya y su herida causada por Aquiles. Los griegos creyeron desembarcar en Frigia en vez de Misia, por ello, algunos autores como Filóstrato, explican que éstos lo hicieron conscientemente para evitar que Príamo pudiese demandar ayuda a los misios:
[…] Los aqueos, antes de Troya, saquearon Misia, que entonces gobernaba Télefo, y de cómo éste, luchando por los suyos, fue herido por Aquiles, puedes enterarte por los poetas, ya que estos hechos no los pasaron por alto. Ahora bien, dar crédito a lo que se cuenta, que los aqueos no sabían dónde estaban y creían saquear el territorio de Príamo, es contradecir lo que afirma Homero sobre Calcas el adivino. Pues, si navegaban guiados por la adivinación e hicieron este arte su consejera, ¿cómo puede ser que atracaran en Misia sin saberlo? ¿Cómo puede ser que al atracar en Misia ignoraran que no era Troya, por muchos boyeros y pastores que encontraran? Pues en aquella región, las tierras de pastoreo llegan hasta el mar y, además, es habitual, creo yo, entre los navegantes preguntar por el nombre del país extranjero al que arriban… Pero, aun admitiendo que no encontraran a nadie para preguntárselo, Ulises y Menelao que ya habían estado en Troya como embajadores y habían visto las almenas de la ciudad, me parece que se habían dado cuenta y no habrían permitido que el ejército se equivocara de enemigo.
(Filóstr., Her., II, 23).
Figura 3.
En esta línea, el héroe salió al encuentro de los invasores y mató a muchos de ellos. Aunque Filóstrato no lo comente y se centre en la herida que Aquiles le causó en su huída, Telefo se enfrentó a Tersandro –hijo de Polinices–, a quien abatió tal como se puede observar tambien en el friso, en la escena (Fig. 3) posterior a la representación de la batalla de Caicos y la muerte de los hijos de Istros. Durante ocho años, los griegos volvieron a reunir otro ejército y se concentraron por segunda vez en Áulide. Sin embargo, no sabían cómo llegar a Tróade; Telefo, cuya herida no se curaba y a quien Apolo había predicho que <<lo que lo había herido lo curaría>>, pasó de Misia a Áulide vestido de harapos como un mendigo –este rasgo parece ser exclusivo del Telefo de Eurípides–, y ofreció a los griegos mostrarles el camino si Aquiles consentía en curarlo. Aristófanes aprovechó la comicidad que resultaba el contraste de la figura de un rey con disfraz de pobre, y así utilizó en tres de sus comedias, al menos, el episodio de Telefo en la reunión de los héroes griegos en Argos (Fig. 4):
Ahora eres rico, pero no ha mucho pedías limosna, y te comparabas a Télefo de Misia, teniendo por única comida las sentencias de Pandeletes que llevabas en tu alforja.
(Aristóf., Nubes, 555).
Figura 4.
En el monumento también se puede observar cómo el héroe pide su sanación. En consecuencia, Aquiles accedió y curó a Telefo, así que como había prometido, guió la flota griega que llegó sin contratiempo a Troya. No obstante, Eurípides en su tragedia Telefo contaba que, por consejo de Clitemestra, Telefo se había apoderado del pequeño Orestes, en la cuna, y había amenazado con matarlo si los griegos no accedían a obligar a Aquiles a curarlo. Después de la llegada de los griegos a Tróade, el héroe no desempeñó ningún papel en la guerra de Troya, lo que no significa que Homero no conociese su mito. El poeta conocería las Ciprias y, este poema, en el resumen que se conserva de Proclo, refiere la primera expedición fallida de los griegos a Troya donde se inserta el personaje que analiza en la presente actividad. Pese a la promesa hecha por Telefo a los griegos de que no combatiría contra ellos, su hijo Eurípilo se dejó persuadir por Astíoque y acudió en auxilio de Príamo. Asimismo, Telefo estaba relacionado con los mitos itálicos por sus hijos con Hiera –por su belleza, Filóstrato reprocha a Homero que olvidándola se haya ocupado tan sólo de Helena , Tarcón y Tirseno. Ambos emigraron a Etruria después de la guerra de Troya. En pocas palabras, Telefo llegó a ser rey de Misia y se consolidó como héroe fundador de la ciudad de Pérgamo por su vínculo directo con Heracles y, en consecuencia, con Zeus, para convertirse en antepasado de los monarcas atálidas.
Teatro de Pérgamo. Al fondo, la ciudad actual Bergama.
Una vez conocido el mito y haber observado cómo las referencias literarias se relacionan directamente con algunas escenas del friso, conviene profundizar ahora en la contextualización de la construcción del altar. Pérgamo, hoy Bergama, pequeña ciudad de la antigua región de Misia (al noroeste de Asia Menor), estaba llamada a convertirse en modelo y fiel encarnación de los nuevos ideales helenísticos. De hecho, su importancia como urbe comenzó cuando, a finales del siglo IV a.C., fue elegida como depositaria del tesoro real –nueve mil talentos– por Lisímaco, general de Alejandro Magno y dueño de Tracia y Asia Menor. De su custodia se encargó Filetero –hijo de Atalo y Boa–, militar del ejército tracio de origen bitinio. Si bien la leyenda refiere que la ciudad fue fundada por Telefo, que procedía de la época troyana, sus orígenes reales permanecen imprecisos. Tras la victoria de Seleuco en el 281 a.C., Filetero se pasó al bando de los seléucidas, aunque, poco después, Seleuco fue asesinado y reemplazado por el militar del ejército tracio. Aun así, no llegó a ser nombrado rey pero se le atribuye ser el fundador de la dinastía atálida, que comprendieron la importancia de desarrollar el arte y la arquitectura como una empresa destinada a lograr la grandeza del Estado. Entre sus sucesores, Eumenes I (263 a.C.-197 a.C.) detuvo la invasión de los gálatas y procuró embellecer a la ciudad; Átalo I Soter también rechazó a los gálatas, los cuales habían llegado hasta los muros de la ciudad hacia el 230 a.C., además, mantuvo la alianza con Roma y convirtió a Pérgamo en un importante centro artístico y literario, cuya biblioteca, la más importante después de la de Alejandría, contenía 200000 rollos de pergamino. Tras la victoria de Átalo I contra los gálatas en el 228 a.C., Pérgamo se convirtió oficialmente en un reino, que generó un sentimiento de orgullo nacional. Lo que había sido Atenas para el período clásico pasó a ser Pérgamo para el período helenístico. Le sucedió Eumenes II Sóter (197 a.C. – 159 a.C.), que también tuvo que luchar contra gálatas, bitinios y pónticos, enfrentándose, además, con los seléucidas, aliados de todos ellos. Sus victorias sobre esta nueva amenaza bárbara, les acreditaron como los más idóneos paladines de la cultura griega. Átalo II (138 a.C.-133 a.C.), dispuso en su testamento que la ciudad debía pasar al dominio de Roma, aunque este legado se atribuye siempre a Átalo III.
Altar de Pérgamo.
De todas formas, fue Eumenes II quien hizo construir el famoso Altar de Zeus -Gigantomaquia-, una verdadera joya arquitectónica y obra máxima del arte helénico. El monumento formó parte del aparato propagandístico del estado y de la exaltación política nacional. Todos los estudiosos coinciden en aceptar que este monumento no debe comprenderse como un episodio más de su compleja mitología, sino como una forma de entender la vida, el pensamiento o la religiosidad. Su evolución a través de los distintos contextos en los que se utilizó, fue una forma de lenguaje para expresar el ideal panhelénico, que impulsó a Alejandro al cumplimiento de su sueño universal. El friso que se ha tratado en este texto, que medía 1,58 metros de altura y 80 metros de longitud, se construyó hacia el 161 a.C.. Como se ha podido observar en las referencias literarias expuestas aquí, su temática no desarrolla un solo episodio, sino una secuencia de ellos, que abarca desde el nacimiento hasta la muerte de Telefo. Una vez más, esta forma de narración continua, donde el tiempo se introduce como una novedosa aportación del arte helenístico, fue empleada después por los escultores romanos en el desarrollo de la temática de sus columnas conmemorativas; además, la Telefiada muestra fondos paisajísticos o arquitectónicos, inexistentes en la Gigantomaquia, cuya perspectiva espacial podía ser fruto de los avances experimentales en el campo de la pintura.
Es importante considerar que cabe la posibilidad de que el magno monumento pudiera albergar un antiguo heroon dedicado a Telefo, en el cual, Apolonia, madre de Átalo II, podía haber sido enterrada allí. Destacaría, así, la función política del altar como atávico y sagrado recinto de la dinastía atálida, a la vez que como mausoleo de uno de sus prolíficos y ejemplares miembros. Por lo tanto, el friso de Telefo, como el de la Gigantomaquia, era portador de un mensaje simbólico dirigido a un público culto. En conclusión, la Telefiada había sido erigida para que quien lo contemplase pudiese comprender su significado sin la ayuda de ningún tipo de inscripción que facilitase en la identificación de los paneles. Por ello, su función era documentar la serie de hechos que enlazaban la monarquía atálida con la deidad de Zeus mediante el héroe Heracles y, su vástago, el héroe fundador de la ciudad, Telefo. La tradicional leyenda de Telefo, que cuenta que el pequeño fue abandonado en una montaña y que fue amamantado por una cierva –hecho que se relaciona con la etimología de su nombre–, pero la versión que se tomó para erigir el monumento fue en la que el propio Heracles encuentra a su hijo, siendo éste amamantado por una leona, lo que, según algunos especialistas, crea un lazo más fuerte entre padre e hijo y se relaciona con la legitimación de la sucesión de los monarcas. Así, la realeza pergamena quedaría constituida a partir de la voluntad de los dioses. Esto no significa que deba entenderse dicha monarquía como divinizada en la tierra, sino que, simplemente recrearía la identificación de los monarcas con el pasado mítico. El decreto de Pérgamo de época de Átalo III, hallado en el año 1871, reafirmaría el hecho de que el altar crearía una imagen del monarca y que su objetivo sería la renovación de la monarquía y su vinculación a los dioses.
En pocas palabras, el conjunto monumental conmemoraba la victoria de la ciudad sobre los gálatas. En este sentido, la Gigantomaquia simbolizaría dicha victoria mediante los olímpicos como representantes de la civilización griega frente a los gigantes o gálatas. En cambio, la Telefiada se construiría como representación de la grandeza del estado atálida frente al resto de estados helenísticos, en el cual sus monarcas intentaron elevar el estatus de la ciudad imitando a la esplendorosa y antigua Atenas. Telefo, como fundador de Pérgamo, relacionaba la dinastía atálida con el pasado mítico griego con el que la sociedad pergamena se identificaba.
Autora: Cristina Marcos Sánchez