«Éxodo», de Roberto Cerdá y Julio Salvatierra: un `Yo acuso´ de turbadora belleza
Por Horacio Otheguy Riveira
La belleza de lo terrible hace escala en la Sala Cuarta Pared, a través de un testimonio histórico que se actualiza con una calidad estética que hace honor al gran teatro brechtiano: distanciamiento y emoción, reflexión crítica y rigurosa puesta en escena apoyada en doce actores que se integran como partes de una sinfonía.
Con un punto de partida muy ambicioso, ciertamente complejo, se ha conseguido un espectáculo de rara armonía, donde la crudeza de su contenido logra establecer una comunicación sorprendente con una línea estética peculiar. Los 12 intérpretes parecen brotar de una convivencia plástica donde todos los elementos surgen del movimiento y las voces de cada uno de ellos.
Niños perdidos, desechos de guerras orquestadas por las mejores familias del poder establecido: una clase dirigente que cambia de apariencia cada tanto, según el imperialismo de turno, pero que va mucho más allá, está aquí, a nuestro lado, desplegando sus negras alas desde gobiernos aparentemente democráticos que venden armas en focos bélicos y luego envían ayuda humanitaria no sólo insuficiente, sino saturada de variopintos negocios sucios.
Pero Éxodo no es una función discursiva, todo lo contrario, a través de una concepción escénica dinámica, la acción envuelve, atrapa, facilita reflexiones y conmueve en una totalidad que recuerda los mejores procedimientos para entender el distanciamiento brechtiano, a menudo castigado por el aburrimiento mortal de quienes ponen por delante el discurso mitinero.
Este Éxodo es de actores que representan a niños perdidos en busca de comida, de solidaridad, de manos tendidas, de primer amor donde nada bueno parece posible, de fugaces ensueños y tragedias representadas con los detalles justos para que la angustia no ciegue el proceso, manteniendo despierta la necesidad de que permanezcamos alertas y no nos dejemos engañar por las veleidades de los medios de comunicación al servicio de un sistema cruel donde la devastación de las guerras y sus ramificaciones son negocios que constantemente crean éxodos desgarradores, y también forjan solidaridades cada vez más imperiosas.
Sorprende gratamente la compleja maquinaria humanista puesta en práctica en este trabajo.
La idea parte de una selección de fotografías del más audaz y generoso reportero gráfico del siglo XX, el brasileño Sebastião Salgado, que avanzó por terrenos donde sus colegas apenas se movían. Gracias a su intenso y duro trabajo se han conocido los peores lugares del mundo en la explotación de niños y adultos, además de la vorágine de numerosas guerras. Fotos, a veces sin texto explicativo, para que nos quedemos con la mirada de unos niños y tal vez de un cadáver a su lado que también mira, todos ellos rodeados de muerte y silencio.
El texto de Julio Salvatierra (Transición, Todo es enredos, amor, La verdadera historia de los hermanos Marx…) ha elaborado un texto con voz propia atravesando otras voces, inspirado en y aplicando fragmentos del poema de Bertolt Brecht, La cruzada de los niños, escrito al calor agobiante del comienzo de la segunda guerra mundial, cuando el propio Brecht tuvo que huir de Alemania; y bebe a su vez de las fuentes riquísimas de la novela homónima, escrita por el francés Marcel Schwob, publicada en 1896, inspirada en una leyenda de principios del siglo XII que cuenta cómo unos niños cruzaron Europa huyendo del hambre.
En Éxodo, pretendemos contar libremente de forma teatral la historia de un grupo de niños de diferentes nacionalidades y religiones que viven en una situación de guerra y buscan un lugar donde refugiarse. Se calcula que actualmente más de cincuenta millones de personas en el mundo se encuentran inmersas en éxodos migratorios forzosos.
Un trabajo muy valioso y sumamente interesante como resolución teatral de textos literarios, con una puesta en escena formidable y un claro mensaje de profunda crítica, que se cierra con un diálogo de dos hombres «de bien» que negocian la recogida de cadáveres, a tantos dólares la pieza…
Idea y dirección: Roberto Cerdá
Texto: Julio Salvatierra
Espacio escénico y vestuario: Susana de Uña
Mesa de dirección: Tolo Ferrà/Martín Cano
Intérpretes: Silvia Acosta, Jonás Alonso, Maica Barroso, Inma Gamarra, Xisca Ferrà, Marta Gómez, Antonio Gómez, Anna Kurikka, Rebeca Matellán, Celia Pérez, Gerardo Quintana, Almudena Ramos
Movimiento físico: Marta Gómez
Composición musical: Mariano Marín, Daniel Cerdá
Espacio sonoro: Mariano Marín
Fotografías en el espectáculo: Sebastiao Salgado
Sala Cuarta Pared. Del 21 de enero a 6 de febrero: jueves a domingo, 21 horas.