Últimos días para disfrutar de la fotografía escenificada de Rosa Muñoz en Madrid
Por Sara Zambrana
Exposición Intervención en el paisaje. Fotografías de Rosa Muñoz
Centro Cultural Galileo (Madrid), Sala de los Arcos
Hasta el jueves 28 de enero de 2016 (incluido).
Exposición itinerante. Próximamente se darán detalles sobre su lugar de exhibición
No recuerdo exactamente dónde afirmaba Joan Fontcuberta que el buen fotógrafo es aquel que miente bien; a estas alturas no hay duda de que Fontcuberta es un maestro de la mentira, y muestra magnífica es su exposición actual en Madrid, Imago, ergo sum. Vindicativo y filosófico, este pensador y artista no deja de provocar en clave humorística al espectador con el fin de que cuestione la veracidad de la realidad fotografiada, o lo que es lo mismo, para que reflexione sobre cómo se construye, codifica y estereotipa la información que se busca transmitir a través de este medio. Ese elocuente símil que nos dejó lo resume perfectamente: es como el Beso de Judas, fingida Vida y falaz Verdad; engaño y artificio. Si bien es cierto que es una construcción de la igualmente cuestionable realidad, también lo es su infinito carácter expresivo y creativo. En todo caso, Rosa Muñoz también miente muy bien. De hecho, una de las exposiciones sobre el trabajo de la fotógrafa madrileña, comisariada por Carmen Fernández Rivera, se tituló Mentiras Verdaderas (MACUF – 2010) y dio pie a un ilustrativo texto del crítico Francisco Carpio en el que trató más específicamente esta cuestión. Del mismo modo, se podría recordar la más ambiciosa y retrospectiva Memorias Construidas (Canal Isabel II – 2012), por motivo de PhotoEspaña 2012 y en la que fue el mismo Carpio el comisario, o repasar su amplia galería de retratados. Ahora bien, es obvio que las construcciones de Rosa son bien diferentes y muy particulares.
Una sugestiva selección de ellas se pueden disfrutar en el Centro Cultural Galileo de Madrid: Intervención en el paisaje, proyecto realizado bajo el comisariado de Pilar Fábrega y Lucía Zúniga y con obras de las series Casas (1992-93), El Bosque Habitado (2009-12) y Paisajes del futuro (2009-12), teniendo en estas dos últimas al también artista y fotógrafo Javier Ayuso como asistente. Rosa, sabe que miente continuamente cada vez que se dispone a enfocar y disparar, lo sabe tan bien que le divierte fantasear y manipular totalmente la realidad que captura y luego transforma en sus grandes piezas. Desde la primera serie, y sin ningún programa o aplicación de edición de imágenes, ya conseguía inventar mágicos espacios creando escenografías de envolventes saturación y contraste. No obstante, la atmósfera de estos lugares tiene mucho de enigmático y siniestro, en el sentido freudiano, es decir, tienen aspectos que no se explican y que irrumpen en la cotidianidad volviéndola extraña, y hasta algo perversa. La mesa está puesta, el plato y los cubiertos, el pan partido, el vaso de vino tinto que gusta tomar mientras se cocina, y la sartén humeando; pero no hay nadie en esa cocina. Miramos más atentamente esta casa y comprobamos su deterioro y abandono, nos va revelando que pertence a otro tiempo pasado, pero reciente, y en proceso total de pérdida y derrumbe.
Tampoco vemos a nadie en las misteriosas intervenciones que realiza en entornos naturales: un dormitorio de decoración desfasada y carácter decadente en pleno bosque y entre enredaderas trepadoras, una librería circular en apariencia perdida en medio de otra inmensa arboleda o una “sala de estar” cuando menos pintoresca y con cierto aire aristócrata en un chocante día soleado de primavera. Siniestro-surrealistas son estos objetos y espacios descontextualizados de forma poética, conduciendo a la diversión de querer encontrarlos y al consiguiente placer tras hallarlos y adentrarse en ellos, sintiéndose una cómplice de estos insólitos cuentos o excitada al invadir lo ajeno. Asimismo, se muestran unas inmensas e inquietantes cataratas de un color rojo violento, o un taller de escultura repleto de vaciados de torsos y estatuas clásicas pendiente de una grúa de transporte en medio del mar y que ya vaticinaba la siguiente serie, Paisajes del Futuro.
Quizá la más crítica y nostálgica de todas, a través de elaborados montajes Muñoz nos propone reflexionar acerca del paisaje urbano y sus complejas mutaciones. Mezcolanza áspera y bella de comercios tradicionales y humildes, la mayoría de ellos abocados al forzoso e impuesto cierre y con ello a perderse en la desmemoria, tan frágiles que están a punto de ser arrasados por las fieras uñas y los dientes ansiosos, porque son las garras y los cazos de grúas industriales los que hacen tan explícita la metáfora crítica sobre el Capitalismo aquí presente. Es el actual mundo en el que vivimos, tan acelerado, tan caótico, tan contaminado, que pretende enredarnos constantemente en un sinfín de estímulos y crearnos falsas necesidades hasta rozar la paranoia. Nuestros recorridos por muchas de las ciudades contemporáneas y con ellos, nuestros pensamientos y emociones, se ven comercializados y despersonalizados. Pero también hay esperanza, o al menos un poco. Por eso, la fotógrafa ha incluido aspectos positivos de la globalización, como el intercambio y enriquecimiento culturales, y quizá por eso sí aparecen personas en estas obras. En nosotros estaría la posibilidad de cambio.
En definitiva, esta selección revela la amplitud creativa e ideológica de Rosa Muñoz y nos propone recónditos y mágicos lugares donde evadirnos, a la vez que estrategias para lidiar con las formas de olvido que tienden a hacernos más banales para, por el contrario, agarrarnos a la vida. Su obra se define como fotografía construida o escenificada, pero en realidad es mucho más. Sólo queda invitar al espectador que, como decía Duchamp y aboga Fontcuberta, es el que termina la obra puesto que sin él pierde su sentido y no trasciende; y esto es maravilloso porque así se darán tantas obras terminadas como curiosos espectadores.